A sus pocos años de vida, Avi Loeb veía el cielo e intuía que los humanos no estaban solos en el universo. Pero cuando comentaba eso, sentía “frustración” porque a los demás les parecía irrelevante.
Hoy, a los 58 años, sigue siendo un niño que no pierde la curiosidad ni la inocencia; sin embargo, a veces la frustración de antaño vuelve a él cuando sus compañeros de profesión cierran filas para no considerar sus hipótesis sobre la posibilidad de que exista vida extraterrestre.
Aunque sus más de 700 artículos y ocho libros se enfoquen en el nacimiento de las estrellas, los agujeros negros o el futuro del universo, sufrió escarnio mundial tras la publicación de su teoría sobre Oumuamua: objeto inusual que se acercó a la Tierra en 2017 y que, según Loeb, no era de origen conocido; no se trataba de un cometa ni de un meteorito y, posiblemente, era obra de tecnología de una civilización que ya no está en este tiempo.
La mofa hacia él continuó con la publicación del libro Extraterrestre (editado por Planeta), que abunda en el debate de que Oumuamua fuera una vela solar, una boya universal o una chatarra obra de vida inteligente que se topó con nosotros.
“Lo más transformador de la humanidad”
Tras plantear dicha hipótesis, se desató la polémica, porque descubrir que hay vida inteligente más allá de la Tierra podría ser el hecho “más transformador en la historia de la humanidad”, considera Loeb, astrónomo, quien además de ser catedrático de posgrado y posdoctoral de la Universidad Harvard en Cambrigde, es fundador y director de la iniciativa Hoyo Negro, director del Instituto de Teoría y Computación del Centro Harvard-Smithsonian de Astrofísica y del Consejo de Asesores de la Presidencia de Estados Unidos.
Ahora, tiene junto a otros entusiastas colegas el Proyecto Galileo, cuyo objetivo es hallar objetos inusuales. Pero ni ello le valió para escapar del escarnio y desdén de la comunidad científica respecto de su teoría que, por cierto, se inició para él años atrás con la búsqueda de hidrógeno.
Durante la tormenta mediática que se cernió sobre él, hubo algo que lo animó: “Si respondiendo a las exigencias de los medios logro atraer a la ciencia a un solo niño del mundo, me daré por satisfecho... ¿Qué pasó con la curiosidad e inocencia de cuando éramos pequeños?”, expone en su libro Loeb, quien también colaboró con el astrofísico Stephen Hawking.
La pregunta más común para él en los recientes meses ha sido: ¿Estamos solos en el universo? “Probablemente, no. Millones de estrellas han existido en nuestro pasado. Y es muy probable que haya civilizaciones que han estado antes que nosotros desarrollando tecnología. Es como la arqueología, que estudia culturas que ya no están, pero encuentra algo que indica que estuvieron antes que nosotros”, sostuvo el científico en entrevista con La Jornada, pretexto de su participación, este día a las 4 de la tarde de manera digital, en el Hay Festival Querétaro.
Cuando presentó Extraterrestre, Avi fue contundente: “Pensar que somos únicos, especiales y privilegiados es arrogante. La postura correcta es ser modesto y decir: ‘No somos nada especial, hay muchas otras culturas por ahí y sólo tenemos que encontrarlas’”.
“Sólo una estructura pasajera”
Se refería a que las posibilidades de hallar vestigios de otras civilizaciones son grandes, pues “somos insignificantes no sólo porque el cosmos es inmenso, sino debido a que nosotros mismos somos muy pequeños; somos sólo una estructura pasajera que viene y va”.
El profesor asegura que el primer contacto que podríamos tener con alguna inteligencia extraterrestre no sería “con criaturas biológicas. Lo más probable es que se hallen evidencias de tecnología”.
Avi Loeb está convencido de que sus pares en la comunidad científica están tan absortos y han olvidado teorías sobre la vida extraterrestre que han teorizado científicos como Frank Drake, Giuseppe Cocconi, Philip Morison y Enrico Fermi.
Considera: “No sabemos si las condiciones de vida como la nuestra se han reproducido. Aunque los humanos han emitido radioseñales desde finales del siglo XIX hasta nuestros días, con las de televisión o la de los teléfonos portátiles y demás, es una ventana muy corta de tiempo comparada con la existencia del universo (13 mil 800 millones de años). Si alguna civilización detectara esas señales sería complicado tener una respuesta. Las signos u objetos que hemos hallado, probablemente fueron realizados hace mucho tiempo, pero aún están por ahí”.
–¿Por qué la comunidad rehúsa estudiar seriamente objetos anómalos como Oumuamua?
–Uno de los motivos por lo que empujan hacia atrás, es porque prefieren mantener su distancia. Esa parte de la comunidad prefiere no correr riesgos. Cuando mostramos las anomalías de Oumuamua, varios científicos dijeron: ‘Es sólo un objeto inusual’, pero al final resultó ser algo que no habíamos visto nunca. Sugerí que si no lo habíamos visto nunca, entonces su origen podría ser artificial.
“La ciencia no debe rechazar dogmáticamente posibles explicaciones extraterrestres debido al estigma social o las preferencias culturales”. Ahora tenemos que “atrevernos a mirar a través de nuevos telescopios”, tanto literal como figurativamente.
“Buscar reliquias”
El Proyecto Galileo tiene de inicio un presupuesto modesto de 2 millones de dólares para su funcionamiento, precario monetariamente comparado con el proyecto del descubrimiento de ondas gravitacioneles de la Fundación Nacional de Ciencias de Estados Unidos, en el que se han invertido “millones y millones de dólares y no se ha encontrado nada. Ahora nuestra obligación, y la de la comunidad científica, es buscar reliquias que otras civilizaciones dejaron por ahí”.
–¿Tenemos la suficiente tecnología para encontrar signos de vida extraterrestre?
–Vamos en dos direcciones. Una de ellas es encontrar más objetos como Oumuamua con los telescopios y tomar fotografías de alta resolución, interceptar sus trayectorias y ver si son de roca o de alguna tecnología a identificar para definir si se trata de algo de origen terrestre o no.
–¿Está de acuerdo en que el descubrimiento de vida extraterrestre sería el más grande evento en la historia de la humanidad?
–Definitivamente, porque su impacto sería inimaginable.
–¿Estamos preparados para hallar vida más allá de la Tierra?
–No creo. Puedes ver la negativa de parte de la comunidad a ello tras la salida de mi libro. Algunos científicos, básicamente, marcaron su distancia, incluso, recibí ataques sólo por tratar de promover mis teorías.
Privilegio de ser científico
–Cuando somos niños tenemos una mente abierta. ¿Por qué se pierden la curiosidad que, al menos, deben tener los científicos?
–Tengo el privilegio de ser científico, para lo que se debe tener, en mi opinión, curiosidad. Como estudioso es necesario aprender, buscar evidencias y también atreverte... Y eso es lo que hacemos cuando somos pequeños.
–En sus conferencias, ¿algún niño le ha preguntado sobre si existen aliens?
–Sus preguntas me han hecho no rendirme. Me recuerdan no perder la curiosidad y eso me anima, porque no hacen preguntas intelectuales, sino naturales. Cada semana recibo decenas de correos electrónicos en los que la gente me expresa su emoción por las teorías del libro, que tiene la idea de tratar de incitar a un acercamiento hacia la ciencia.
–Gran influencia en su investigación sobre vida extraterrestre es por el estudio de filosofía que su mamá le inculcó. ¿Es necesario abordar el tema de una forma filosófica o, simplemente, ser humildes para aceptarlo?
–Yo no he mostrado evidencias filosóficas, sino científicas. La cuestión se puede resolver científicamente, pero la filosofía es importante, porque te da una perspectiva más amplia. Si no tenemos mente abierta estaremos como en los pasados 40 años: invirtiendo millones de dólares sin encontrar nada. Necesitamos mirar a través de la ventana; ver que no somos los únicos en el barrio universal.
Si los humanos pudieran confirmar la existencia de vida inteligente más allá de la Tierra, Avi Loeb sería “el hombre más feliz de la humanidad... sigo buscando evidencias sin perder la curiosidad y aprendiendo de otros”.