Aunque separados por casi 14 mil kilómetros, los desastres en Afganistán y en Honduras tienen un común denominador: las políticas de Estados Unidos (EU) que victimiza ambos países. En el primer caso la fallida guerra contra el terrorismo, que a final de cuentas expandió el radio de acción de estos grupos, y en el segundo la fallida guerra contra el narcotráfico, que a final aumentó la cifra de grupos delictivos, extendió su penetración de las instituciones del Estado e incrementó la violencia que enfrenta la población, en particular las mujeres.
En ambos casos, miles de personas y familias ahora se encuentran desplazadas, convirtiéndose en refugiadas o exiliadas, como resultado de políticas impulsadas por Washington. Lamentablemente esta historia se ha repetido en cada país donde EU o sus aliados en la OTAN han intervenido, sea Cuba, Vietnam, Haití, El Salvador, Nicaragua, Sudán, Libia, Siria, y ahora Afganistán y Honduras.
Tras 20 años de guerra y ocupación, EU ahora abandona Afganistán. Las imágenes del aeropuerto de Kabul, donde miles de personas trataban de escapar del Talibán son aterradoras. Familias, mujeres e incluso jóvenes que escalaban las murallas que rodeaban el aeropuerto para subir a los aviones generaron simpatía en todo el mundo, pero en particular entre los medios occidentales que por años habían perpetuado el mito que las acciones de EU en Afganistán habían logrado su objetivo. Estos mismos medios de comunicación destacan el trato que recibirán las mujeres a consecuencia de la victoria del Talibán. EU y sus aliados europeos organizaron una evacuación sin paralelo para extraer a más de 120 mil personas que se supone cooperaron con el ejército de ocupación, o con el viejo régimen corrupto que EU financiaba.
Aunque no generan la misma atención e incluso simpatía internacional, en Honduras surgen imágenes similares. Cientos de personas, no en aviones, pero en camiones, autobuses, y a pie diariamente abandonan su país. Sus números incluyen cientos de menores de edad y mujeres, refugiadas del feminicidio, que se ven obligados a abandonar Honduras, donde el gobierno corrupto, que cuenta con el apoyo de facto de EU, es incapaz de atender las necesidades más básicas que se requieren para la sobrevivencia diaria. Aun cuando no huyen ante una fuerza política como el Talibán, estas personas son víctimas de un proyecto económico y militar que las imposibilita permanecer en su propio país. Sin ayuda internacional y ante la situación de pobreza y violencia, estas personas se ven obligadas a formar caravanas para así escapar del crimen organizado o las fuerzas del gobierno que tratan de lucrar de su situación precaria.
Como en Afganistán, donde EU mantuvo en el poder a gobiernos corruptos, sectarios e impopulares, como fue el caso de Hamid Karzai o Ashraf Ghani, en Honduras, EU apoyó el golpe contra Manuel Zelaya en 2009. Luego el Departamento del Estado hizo lo posible para impedir su regreso. Washington reconoció la victoria del actual presidente Juan Orlando Hernández (JOH), aun cuando observadores internacionales y del propio EU concluyeron que su victoria se debió al fraude electoral. Para mantenerse en el poder, JOH, cuyo gobierno opera como una cleptocracia, reprime a movimientos sociales y a sectores que critican a su gobierno. Aunque los tribunales federales en EU lo han señalado como partícipe en el narcotráfico, Washington lo sigue apoyando para evitar un posible triunfo de la izquierda. Al igual que el presidente afgano Ghani, que huyó de su país –con cuatro autos y un helicóptero lleno de dinero, según el embajador afgano en Tayikistán– la realidad es que, sin el apoyo de EU, Hernández hoy no sería presidente de Honduras.
Más de medio millón de afganos han sido desplazados en los últimos meses del conflicto. Los que no pudieron salir por avión (o helicóptero, como su presidente), ya se dirigen hacia la frontera con Pakistán de donde esperan marchar hacia Europa. A pesar de la simpatía que generó su situación, su futuro es incierto. La Unión Europea (UE) ya ha indicado que no les dará refugio, porque son “migrantes.” Emmanuel Macron, presidente de Francia, declaró que su país “tiene que protegerse de los migrantes afganos”.
Como en EU, los mismos sectores de la derecha que promovieron la intervención en Afganistán, y que rechazan los inmigrantes centroamericanos y haitianos, critican la posible llegada de exiliados afganos a EU. Algunos sectores de la izquierda y de la derecha proponen darle asilo, pero sólo a los afganos que fueron aliados leales del ejército de EU. Entre los afganos, así como con los centroamericanos, sin considerar su responsabilidad en ambos casos, EU y los países europeos distinguen entre los que merecen ayuda y los que abandonan a su destino.
Según la Agencia de la ONU para los Refugiados, existen más de 82 millones de personas desplazadas, la cifra más alta en la historia. A ese número se agregan 272 millones de migrantes. Juntos, casi 5 por ciento de la población del mundo han sido expulsados de sus hogares como consecuencia de desastres económicos, políticos, sociales y ambientales. En términos morales, y en la práctica, no es posible distinguir entre migrantes y refugiados.
¿Cómo debería responder el mundo ante esta crisis humanitaria? Enfrentando un futuro más incierto, en el que peligra el mundo como consecuencia de las guerras permanentes, el empobrecimiento, el calentamiento global, se debe establecer un nuevo derecho humano: el derecho de emigrar.