Brasilia. La élite en Brasil tiene hoy un odio muy arraigado contra los más pobres y la clase trabajadora, denunció el politólogo estadunidense Noam Chomsky en una entrevista concedida a TV 247.
“Pocas veces he visto un país en el que elementos de la élite sientan tanto desprecio y odio por los pobres y los trabajadores. Está arraigado. No pretendo saber mucho al respecto, pero desde mi limitada experiencia, eso es lo que he percibido”, afirmó Chomsky.
Para el intelectual, el avance de la privatización en Brasil supone una “transferencia de poder” de la esfera pública a la privada, que no tiene la obligación social de beneficiar a la población.
La privatización de la empresa de Correos, por ejemplo, “es un paso más en la destrucción del país”, señaló el profesor.
Recordó que Brasil tiene a una de las personas que está comprometida con su ruina: el ministro de Economía, Paulo Guedes.
Mencionó el caso de la privatización de Correos, “al menos las partes rentables... esa es la fórmula de Guedes, privatizar todo”, apuntó.
Recalcó que esa era la receta: entregar todo al poder privado y al capital internacional. “Una forma de destruir ... Tenía práctica en eso, pues ya había trabajado bajo la dictadura de (Augusto) Pinochet, que realmente destruyó el país (Chile)”.
Al empobrecer al pueblo, las élites comprenden el concepto de lucha de clases. El envilecimiento de los más pobres, a través de la política de Guedes, favorece el mantenimiento de las clases dominantes en el poder, explicó.
El lingüista advirtió sobre la devastación de la Amazonia que, en el gobierno de Jair Bolsonaro, alcanzó niveles históricos.
Brasil podría convertirse en un completo desierto si no se toman medidas radicales para proteger el bioma, alertó.
“Más grave aún es que los científicos brasileños han descubierto que la parte sureste de la Amazonia ya pasó de secuestradora a emisora de carbono, muchas décadas antes de lo previsto”.
Para Chomsky, la drástica reducción de las precipitaciones y el aumento de la sequía harán inutilizables las zonas agrícolas más extensas. También es un grave perjuicio para todo el mundo, pero en especial para Brasil. Son problemas inaplazables, reflexionó.
“A menos que Brasil sea capaz de afrontar estos problemas, ya no estará con nosotros en unas décadas de forma viable. Así que también significa un genocidio para la población indígena”, subrayó.