A más tardar el próximo 8 de septiembre el flamante secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, presentará al Congreso el paquete económico 2022 (Criterios generales de política económica, Ley de Ingresos, Presupuesto de Egresos y, si la hubiere, miscelánea fiscal), con lo que este economista dará luz sobre el devenir de la política económica presidencial en su segunda mitad sexenal.
La cercanía de tal presentación revivió a no pocos videntes financieros del sector privado, quienes, a diestra y siniestra, divulgan, un día sí y el siguiente también, lo que a su muy particular entender revelan sus respectivas bolas de cristal, las cuales normalmente están destartaladas, por lo que suelen no atinar en sus proyecciones, ni las buenas ni las malas.
En los Precriterios 2022 –divulgados en abril pasado, aún bajo la responsabilidad del fantasma Arturo Herrera– se menciona que “la actividad económica, el empleo y el bienestar se recuperan paulatinamente en México y el mundo, mientras continúa el combate a la pandemia. El rápido desarrollo e inicio de la estrategia de vacunación contra la enfermedad, y los esfuerzos sostenidos de gobiernos y bancos centrales del mundo para mitigar los impactos de esta última, respaldan la expectativa de una reactivación en 2021 más acelerada que la prevista”.
Estiman, además, que “para inicios de 2022 la economía recobrará totalmente su nivel previo a la pandemia, apuntalada por el restablecimiento del dinamismo del mercado interno que traerán la vacunación y la reapertura de actividades. La inversión en infraestructura, la profundización del sector financiero, la reducción de las distintas brechas que restringen el desarrollo y la mayor integración comercial con nuestros socios en el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá, son factores que abonarán la recuperación de la economía mexicana. Ello, complementado con la política de fortalecimiento de los salarios, los esfuerzos en materia de inclusión y profundización financiera, el impulso a la inversión pública y privada por parte de la SHCP y el fomento al comercio exterior, permiten actualizar la cifra de crecimiento para 2022 usada en las proyecciones de finanzas públicas de 2.6 a 3.6 por ciento, con un rango de 2.6 a 4.6”.
De igual forma, “la continuación de la política de prudencia fiscal y manejo eficiente del endeudamiento ayudarán a disminuir nuevamente la deuda pública y a colocarla en una trayectoria descendente sostenida, que asegurará la preservación de la estabilidad, la salud de largo plazo de las finanzas públicas y la disponibilidad de recursos adicionales para los programas y proyectos públicos que más inciden en el desarrollo y bienestar de nuestro país”.
Esa es la visión gubernamental, aunque nada raro sería que con la llegada de Ramírez de la O a la oficina principal de Hacienda se modifiquen algunos elementos de política económica, con ganas de meter el acelerador a fondo para que la economía nacional entre en franco crecimiento.
En vía de mientras, las proyecciones de los videntes financieros del sector privado (31 grupos de “analistas”) sobre el comportamiento del producto interno bruto del país en 2021 se mueven en un rango que va de 5.5 a 7.2 por ciento, y entre 2.5 y 3.5 por ciento para 2022. Al inicio del presente año, esos mismos videntes no le daban un cacahuate por la economía mexicana, pero según transcurrió el año y mejoró el perfil sus bolas de cristal paulatinamente incrementaron sus expectativas hasta los rangos citados, y lo mismo sucederá en el cuarto año de gobierno del presidente López Obrador.
Entonces, habrá que estar atentos al comportamiento de la economía mexicana, pero hasta el Fondo Monetario Internacional se manifiesta más entusiasta, porque proyecta que el producto interno bruto del país tendrá un crecimiento de 6.3 por ciento en el presente año y de 4.2 por ciento en 2022, proporción esta última que no comparte ninguno de los 31 grupos de videntes de los corporativos financieros que operan en el país.
Las rebanadas del pastel
Hoy vence el plazo “garantizado” a los Talibán por el gobierno de Estados Unidos, tras dos desastrosas décadas de estancia (léase invasión) en esa nación asiática. Entonces, si antes de cumplirse la fecha límite el ambiente se pintó de negro con rojo, imaginen ahora que los terroríficos fundamentalistas islámicos estén a sus anchas.