Tokio. Después de ser evacuado dramáticamente de Kabul y de una operación secreta para llevarlo en avión hasta Tokio, el atleta afgano Hossain Rasouli hizo su aparición en los Juegos Paralímpicos.
El joven de 26 años no llegó a tiempo para competir en su categoría predilecta, los 100 metros planos T47, pero pudo hacerlo en la prueba de salto largo, una categoría en la que jamás había participado en grandes eventos. Quedó último, pero eso era lo de menos.
El afgano perdió la mano izquierda por la explosión de una mina. En su debut en Tokio lucía exultante. En un Estadio Olímpico casi vacío, Rasoulini saltó a la pista saludando a los responsables del equipo y señaló con orgullo el emblema del Comité Paralímpico de Afganistán en su uniforme.
"Fue genial verlo" en lo que supuso "una ocasión muy especial", dijo Craig Spence, portavoz del Comité Paralímpico Internacional, afirmando que el atleta estaba "muy ilusionado" por poder competir.
Cuando los talibanes tomaron Kabul el 15 de agosto, Rasouli y su compatriota taekwondista Zakia Khudadadi quedaron atrapados en la ciudad y sin posibilidad alguna de llegar a Tokio.
Su sueño paralímpico parecía terminado. Sin la posibilidad de estar presentes en la ceremonia de apertura, un voluntario de Tokio 2020 fue el encargado de llevar simbólicamente la bandera afgana durante la procesión tradicional de las delegaciones sin que ningún atleta afgano lo acompañara.
Sin embargo, durante ese fin de semana los dos deportistas lograron salir del país y, tras una escala en Dubai, fueron alojados durante una semana en el centro de entrenamiento de alto rendimiento del ministerio de Deportes de Francia.
De allí volaron a Tokio, donde llegaron el sábado por la noche. Desde entonces, el Comité Paralímpico Internacional los ha mantenido alejados de los medios, con el argumento que necesitan concentrarse en la competencia. La taekwondista Khudadadi competirá el jueves.