La recesión económica provocada por la pandemia en 2020 fue severa en materia de producción, empleo e ingresos. Este hecho es definitorio. La posterior apertura de la economía impulsó casi de modo automático una recuperación. Esta es aún incompleta y con signos de inconsistencia, lo que en principio es normal, dadas las circunstancias; pero amerita mucha atención para orientar la política pública en la segunda mitad del sexenio.
A la recuperación que se está dando en este año se le ha llamado “rebote” o “efecto columpio”. Lo que está en cuestionamiento cada vez de manera más notoria, es si el impulso que se registra ahora podrá ser la base para remontar el lento crecimiento secular de la actividad económica. Ese es el meollo de la discusión.
Los datos y las mediciones que se exponen en el discurso oficial, en torno a la consecución de una tasa de expansión del producto, del orden de 6 a 6.5 por ciento este año, tienen de base el muy bajo nivel de 2020. Así que el problema realmente se plantea a partir de 2022.
La cifra de la expansión prevista para este año podría significar el retorno a la situación de estancamiento como el ocurrido en 2019, con una tasa negativa de crecimiento de casi uno por ciento.
La ausencia de medidas de estímulo a la demanda para contrarrestar el efecto recesivo durante la pandemia mostrará su efecto adverso en las condiciones que permitan una recuperación sostenible. Esto incluye las acciones en torno al aumento del gasto en consumo e inversión y las pautas de la austeridad impuesta como eje de la política pública. La cuestión se agrava por las condiciones generales de la oferta, como sucede con los insumos y los cuellos de botella que existen en las cadenas de producción. Además, ha caído el financiamiento a las empresas, elemento clave para el dinamismo del producto y el empleo.
En los procesos sociales de la envergadura de lo que ha significado la pandemia desde finales del primer trimestre de 2020 hasta ahora; sin olvidar que el proceso de vacunación exige más dinamismo y que surgen nuevas variantes del virus, es cuestionable que las condiciones para una expansión puedan recrearse. Volver a la situación prexistente debe descartarse de manera tajante. Se requiere un ajuste expansivo. En la situación de este país, la contención no es deseable, tampoco prudente.
La práctica recurrente de citar cifras agregadas de las variables económicas más relevantes es útil para efectos declarativos, pero esconde los reacomodos que han ido ocurriendo necesariamente en materia de la producción, la ocupación de la fuerza de trabajo y las fuentes de ingreso.
En el caso de la población económicamente activa, en el segundo trimestre de este año volvió al nivel que tenía en el cuarto trimestre de 2019. Pero la ocupación ha crecido más en el segmento de los no afiliados que en el de los empleados formalmente; persiste la subocupación (trabajar menos horas de las requeridas para la subsistencia), los ingresos tienden a ser de menor cuantía y las mujeres resienten más estas condiciones que los hombres.
Según los datos oficiales hay en el país 37.8 millones de trabajadores, de ellos 22 por ciento ganan un salario mínimo, 42 por ciento hasta dos, 14.5 por ciento hasta tres, 6.6 por ciento hasta cinco, 2.1 por ciento más de cinco, y 12 por ciento de los trabajadores no están especificados. Esta es una señal de la situación del mercado laboral.
Dos de cada tres trabajadores ganan el equivalente hasta de dos salarios mínimos. El problema es estructural y se se asocia con el bajo crecimiento de las últimas tres décadas, además de que se agrava con cada periodo de caída de la tasa de expansión del producto.
Entre las empresas, el segmento más castigado es el de las Pymes: muchas han desaparecido, las que permanecen no tienen acceso al crédito, aunque la información indica que trabajan con mayor nivel de endeudamiento. Una parte relevante de los empleos recuperados se dan en los micro negocios. Esto debería llevar a una evaluación más precisa de este sector de la economía y de su papel en la vida de las comunidades en todo el país.
El Banco del Bienestar ha recibido muy cuantiosos recursos presupuestales y fracasó en su objetivo de apoyo a ese enorme conjunto de la población que vive de su trabajo y arriesga su exiguo capital familiar. Estos asuntos también se deben plantear explícitamente en las evaluaciones agregadas que se hacen de la situación económica actual.
Uno de los propósitos esenciales de la política pública es generar el mayor nivel posible de empleo bien remunerado y con prestaciones. Para eso es crucial elevar el nivel de la producción. Pero ese no parece ser el objetivo, como lo muestra el monto y la asignación de los fondos públicos y el bajo nivel de la inversión por parte del gobierno.
Aún no se sabe si en esta segunda mitad de la administración se modificarán los criterios acerca del uso de los recursos disponibles. No hay todavía señales claras del nuevo secretario de Hacienda, la incógnita deberá despejarse lo más pronto posible, pues el tiempo se agota y las expectativas de crecimiento económico no se van a cumplir. Hoy, además, el escenario está marcado por presiones inflacionarias y de las tasas de interés.