El 30 de agosto ha sido declarado por la Organización de Naciones Unidas el Día internacional de las víctimas de desapariciones forzadas e involuntarias. Esta conmemoración se hace desde 2010, cuando la Asamblea General de la ONU exhortó a los estados miembros a adherirse a la Convención Internacional para la Protección de todas las Personas contra las Desapariciones y se manifestó “profundamente preocupada, en particular, por el aumento de las desapariciones forzadas o involuntarias en diversas regiones del mundo, como los arrestos, las detenciones y los secuestros cuando son parte de las desapariciones forzadas o equivalen a ellas, y por el creciente número de denuncias de actos de hostigamiento, maltrato e intimidación padecidos por testigos de desapariciones o familiares de personas que han desaparecido”.
En los 11 años que han transcurrido desde esta declaración, la conmemoración del 30 de agosto en México se ha convertido en una fecha de movilización nacional para los colectivos de familiares de desaparecidos. Los 90 mil desaparecidos en México nos han convertido en el país del continente más afectado por esta forma de tortura continuada, que afecta a familias y comunidades enteras.
Lo que era un día de conmemoración, se ha convertido en una semana de iniciativas y encuentros entre colectivos y sus aliados de la sociedad civil que, como dice su lema, “buscando nos encontramos”. Esto ha incluido foros virtuales, exposiciones, debates en torno a documentales y publicaciones en distintos espacios virtuales. En este marco, las internas del Cereso Femenil de Atlacholoaya escribieron una serie de cartas en las que expresan su solidaridad a las familias de desaparecidos y les dan por adelantado su bienvenida a la Brigada Nacional de Búsqueda que próximamente se realizará en el estado de Morelos (https://feministasanticarcelarias.org/). En estas cartas, las mujeres en reclusión comparten el dolor de haber sido separadas de sus hijos e hijas y varias de ellas escriben sobre su propia experiencia de tener a hijas desaparecidas y no poder buscarlas por encontrarse presas. Las paredes de la prisión no han impedido que se construyan vínculos de sororidad entre mujeres que han sufrido de distinta manera la violencia estatal y la falta de acceso a la justicia.
Las voces, imágenes y experiencias de lucha de los familiares de desaparecidos llegaron también al Centro Cultural Los Pinos, donde se ha montado la exposición “Estos rostros que ves. Mujeres que buscan”, cuyas fotografías tomadas por integrantes de los colectivos de buscadoras nos acercan a la cotidianidad de sus luchas, a la manera en que se han convertido en expertas forenses excavando en fosas clandestinas o supervisando la exhumación de cuerpos en fosas estatales. Las fotografías son también una ventana a la manera en que han ido construyendo una nueva familia extensa, en medio del dolor y aportando a la reconstrucción del tejido social de sus comunidades. Visitar la exposición –que estará hasta mediados de septiembre– es una forma de educarnos y sensibilizarnos ante la tragedia que como sociedad estamos viviendo.
Junto a la exposición, se presentaron los documentales Volverte a ver, de la directora Carolina Corral, y Te nombrare en el silencio, de José María Espinosa de los Monteros, dos obras cinematográficas de gran calidad que llegan al corazón y a la conciencia de quienes las ven. Ambos filmes denuncian las complicidades estatales con el “aparato desaparecedor”, las violencias burocráticas, pero también dan cuenta de la fuerza que tienen las mujeres buscadoras de Morelos y Sinaloa, respectivamente. Ver a estos jóvenes documentalistas en un diálogo intergeneracional con las integrantes de los colectivos de desaparecidos nos llena de esperanza, pues se trata de una generación talentosa que se ha comprometido profundamente y desde el afecto con las luchas por la justicia de estas mujeres.
Todas las actividades de estos días, así como los manifiestos y publicaciones, no sólo interpelan al Estado para que cumpla con sus responsabilidades ante la crisis de derechos humanos, sino que también son un llamado a la sociedad para que salga de su indiferencia y una sus voces y esfuerzos a los de miles de familias que a lo largo y ancho del país buscan a sus hijos e hijas y piden un alto a la violencia que ha convertido nuestro país en una gran fosa clandestina.
* Doctora en antropología, investigadora del Ciesas.