En un foro internacional casi en penumbras y con reflectores hacia las nueve protagonistas, Amalia Pérez sabía que ese era el tercer y último intento. Acostada en el banco, la mexicana levantó 131 kilogramos para apoderarse de la medalla de oro y conservar así, por cuarta vez consecutiva, el trono que la convirtió en la máxima ganadora del powerlifting con seis preseas en igual número de participaciones en los Juegos Paralímpicos.
Antes de irse a Tokio, la pesista de silla de ruedas dijo a La Jornada que no sabía a lo que se enfrentaría, pues la pandemia afectó a todos y se desconocían las marcas de las rivales, aunque confiaba en su fortaleza física y mental con el entrenamiento que hizo en su casa, realizando competencias virtuales.
“Creo que todavía estoy dentro del top ten, sigo entre las mejores y que puedo colgarme una medalla. No sólo es una fantasía. Me siento segura de mi preparación, no tengo ni la menor duda. Quizá no llego con la marca que me gustaría, con lo que tengo sé que me alcanza para subir al podio y garantizar que México esté presente dentro de las tres mejores del mundo”, aseveró la capitalina de 48 años y abanderada nacional.
Ayer, con la sonrisa que la distingue, Amalia disfrutó el sueño alcanzado. “Yo sólo me dedico a hacer lo mío, que es ponerme abajo de la barra”, declaró tras su victoria en la división de hasta 61 kilogramos con la estrategia aplicada por su entrenador Enrique Alvarado.
Comenzó la competencia con dos levantamientos de 125 y 126, y fue en su tercer intento que logró 131 kilogramos por encima de la uzbeca Ruza Kuzieva y LucyEjike, ambas con 130, aunque la nigeriana se quedó con el bronce por mayor peso corporal.
Fue su cuarto metal áureo en suelo japonés después de Pekín 2008, Londres 2012 y Río 2016, además de sus dos platas en Sídney 2000 y Atenas 2004, que la convirtieron en la máxima ganadora de medallas del levantamiento de potencia, al superar a la egipcia Fatma Omar con cuatro oros y un subcampeonato.
Durante casi tres décadas, la representante del Instituto Mexicano del Seguro Social, nacida con artrogriposis congénita (afección que afecta la fuerza muscular de las piernas), ha sido el estandarte del deporte adaptado.
Amalia es una fuerte activista de las mujeres y su voz es respetada. Ha luchado contra las injusticias para ser visible y recibir el apoyo económico igualitario que los convencionales, tanto en el deporte de alto rendimiento como las becas vitalicias de medallistas paralímpicos.
Triunfadora de Mundiales, la tetracampeona había externado que Tokio era su último ciclo; sin embargo, la emoción de ayer por dar la primera presea dorada a México la embargó nuevamente y ya piensa en París 2024.
“Creo que sí, la vida no la tenemos comprada ni regalada, pero espero contar con salud y con esa fuerza y, primero Dios, tenemos Amalia para rato”, dijo en un comunicado de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte.