En América Latina y el Caribe es más caro consumir una dieta saludable, que en el resto del planeta. Hay 113 millones de personas que no pueden acceder a ella y están condenadas a comer mal, enfermar y llevar vidas menos plenas, sostuvo Julio Berdegué, representante regional de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
En la presentación virtual del reporte La pandemia del coronavirus (Covid-19) y los Sistemas Alimentarios en América Latina y el Caribe, Berdegué sostuvo que en la región 22 millones de personas se sumaron al contingente en pobreza, casi la mitad de la población rural es pobre, y se preguntó “¿cómo hablar de sistemas alimentarios modernos en este océano de pobreza?”
José Graziano da Silva, ex director general de la FAO, consideró que la pandemia no generó una crisis alimentaria en la región ni una caída significativa en sus exportaciones agrícolas, pero el confinamiento sí provocó un aumento importante de los precios de los productos básicos, lo que sumado a la drástica reducción en el ingreso de los más pobres empeoró la seguridad alimentaria en la región. Agregó que 9.1 por ciento de la población padece hambre.
Efectos adversos
Mario Jales, economista de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, consideró que la producción de alimentos en la región ha sido más resiliente a la pandemia de lo previsto. Sin embargo, los efectos adversos sobre los hábitos alimenticios y los medios de vida de los productores más pequeños pueden ampliar las brechas entre la disponibilidad, el acceso y el uso de alimentos.
El documento indica que hubo un aumento mucho mayor de los precios de los productos básicos, lo que elevó los índices inflacionarios. Además, los alimentos frescos, especialmente los cultivados y consumidos localmente, fueron los más afectados por las restricciones de circulación en los mercados locales al comienzo de la pandemia, lo cual redujo drásticamente los ingresos de los agricultores familiares.