Moscú. Cuatro aviones de transporte militar salieron ayer de Kabul con destino a Moscú, evacuando de Afganistán a más de medio millar de ciudadanos rusos, pero también personas con pasaporte de Bielorrusia, Kirguistán y Tayikistán, países que forman parte de la alianza militar postsoviética liderada por Rusia –la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva–, así como de Uzbekistán y Ucrania, que no son miembros del pacto, aunque comparten un mismo origen a partir del colapso de la Unión Soviética hace 30 años.
El Kremlin –según su portavoz, Dimitri Peskov– también está considerando satisfacer las solicitudes de asilo político presentadas por afganos que quieren irse a Rusia, entre otras la de muchos integrantes de la Asociación de Egresados de Universidades Rusas que trabajaban en dependencias del anterior gobierno y temen por sus vidas.
En tanto, la embajada rusa en Kabul sigue con mucha atención los primeros pasos del Talibán en el poder y, de acuerdo con lo dicho por su titular, Dimitri Zhirnov, intenta – a petición de las autoridades de facto– mediar con los afganos de origen tayiko del Valle de Panjshir, cuyo líder Ahmad Masud, se opone a supeditarse a quienes, dice, dieron un golpe de Estado en Kabul.
Agrupados en el Frente de Resistencia Nacional de Afganistán, los miles de combatientes de Masud pretenden llegar a un acuerdo que les permita gobernar su territorio sin ninguna injerencia, y menos del Talibán, en tanto éste quiere establecer su pleno control en todo el país, para lo cual mandó parte de sus milicias a rodear la zona insurrecta.
Si no hay pacto, habrá combates entre afganos y es lo que menos quiere Moscú, por cuanto sólo un entendimiento entre todos los grupos étnicos –y hasta ahora de los 14 que hay ahí, sólo los tayikos del Panjshir rechazan abiertamente subordinarse al Talibán– permitiría hablar de un “gobierno incluyente” que toma en cuenta los intereses de todos los afganos y se forma en lugar de un “gobierno títere” manejado por Estados Unidos y contrario a los intereses de la mayoría.
En caso contrario, y sobre todo de desatarse una guerra civil en Afganistán, Moscú tendrá que decidir a quién brinda su apoyo: a los que se consideraban sus socios de siempre, los afganos de origen tayiko que impedían que agrupaciones de islamitas radicales ingresaran a Tayikistán, o a su nuevo “aliado coyuntural”, el Talibán, que hasta ahora cumple el compromiso de proteger la embajada rusa en Kabul y oficialmente sigue siendo en Rusia una “organización terrorista proscrita”.