Caracas. En Caracas, decenas de turistas se concentran en las inmediaciones de uno de los teatros más modernos y grandes de Latinoamérica, a la espera del autobús que los llevará a hacer un recorrido por un barrio de la ciudad que para la mayoría de los venezolanos es raro visitar.
Miguel Espinoza, así como otros turistas nacionales y extranjeros, se mostró entusiasmado por recorrer un sitio pobre, otrora uno de los tres más peligrosos de la capital venezolana que si bien no ofrece un paisaje natural de ensueño ni museos o monumentos afamados, está muy lejos de ser el sitio aterrador que muchos imaginaban.
“Nunca pensé que podía venir para acá”, dijo Espinoza, jubilado 77 años, que vive en Chuao, próspera urbanización del este de Caracas. Cuando le contaron sobre el llamado San Agustín Cumbe Tour, en principio “no lo creía, pero me convencieron y vine. Realmente es muy bueno.
“Estoy disfrutando un panorama de Venezuela que pocos conocen y vale la pena venir. Nos tratan bien y se come muy sabroso”, agregó, y relató que al cruzar por la autopista veía, con curiosidad, desde lejos las góndolas del funicular, que diario transportan a casi 200 mil personas. Nunca pensó que abordaría uno.
En el Barrio de San Agustín, cerca del centro de Caracas y donde antaño reinaba la basura y por doquier deambulaban jóvenes armados que habían hecho del delito su fuente de ingresos, ahora prevalecen la esperanza y la convicción de que el arte y la cultura son capaces de transformar incluso al peor de los delincuentes.
Por décadas, sus habitantes se han esforzado en demostrar que su modo de vida sencillo, donde proliferan el arte callejero, la buena comida y la salsa y el son cubano, no sólo son fuentes de alegría en medio de la adversidad, sino que sirven como atractivos para visitantes nacionales y extranjeros, así como una vía para brindar mejores oportunidades a sus hijos y de paso ayudar a reducir la criminalidad.
El tour “me parece una buenísima experiencia”, dijo a Ap Yaritza Vegas, caricaturista de 46 años que completa el presupuesto familiar vendiendo pasteles de maíz rellenos de carne con ensalada en el barrio.
El nombre Cumbe Tour alude a un término de origen africano que significa cerro, altura, monte y que en tiempos de la colonia servía de refugio a los esclavos fugitivos.
“Te podrás encontrar con la gastronomía del barrio”, marcada por la cultura culinaria de Barlovento, región frente a las costas del Caribe y donde por siglos se ha cultivado la semilla de la industria chocolatera y la prosperidad de las haciendas de cacao logró combinar lo mejor de la gastronomía y la fuerza trabajadora en las plantaciones”, dice Reinaldo Mijares, de 54 años, que preside la fundación 100% San Agustín y director del teatro Alameda.
Loss guisos conquistaron los paladares en esta nación sudamericana y suelen degustarse en el barrio con el acompañamiento de los tambores, que invitan al baile.
El barrio se formó a partir de las migraciones internas con el desarrollo de las ciudades por la explotación del petróleo desde principios del siglo XX, particularmente en las décadas de los 50 y 60.
Por ser una de las parroquias más pequeñas de Caracas, todos los lugareños se conocen y eso ha facilitado la integración, resaltan.
El tour permite demostrar que la barriada está llena de gente talentosa y trabajadora, que ha mejorado sus condiciones de vida mediante la promoción de la actividad cultural y musical, según Mijares. La comunidad de San Agustín entiende que el arte y la cultura son “una herramienta que ha marcado la vida. Desde allí hemos logrado bajar los niveles de violencia criminal”, agregó.
Antiguos delincuentes que azotaban la parroquia en la década de los 90, cuando San Agustín figuraba entre las tres más peligrosas del país, lograron transformarse en promotores del arte, el deporte y los valores familiares.
Una de esas bandas ahora es un club deportivo de “gente que está trabajando por los niños” y desde su “conocimiento del territorio, ha logrado cambiar su realidad propia y la de todo su sector”, añadió Mijares, quien destacó que eso se logró por la toma de “conciencia” de esos jóvenes, sin necesidad de acuerdos, treguas o sangrientos enfrentamientos con la policía.
En contraste, no muy lejos de San Agustín, en la Cota 905, zona montañosa semejante y tamizada de casuchas construidas en su mayoría con materiales de desechos, operaba hasta el mes pasado una de las mayores bandas delictivas del país que mantenía azotados a sus vecinos y otras comunidades de la capital venezolana.
Por años, la Cota 905 estuvo bajo control de la banda de El Koki, que fue desarticulada entre el 7 y 9 de julio tras un sangriento enfrentamiento entre delincuentes y más de 2 mil 400 funcionarios de seguridad, desplegados para someter a criminales que a diario hacían uso de armas de guerra.