En una suerte de nueva danza (selectiva) de los millones, ayer el Fondo Monetario Internacional (FMI) “distribuyó” entre las 190 naciones que lo integran alrededor de 650 mil millones de dólares, una catarata de dinero especialmente importante y necesaria en estos pandémicos tiempos en los que la economía global colapsó. Sin embargo, no resulta novedoso que a la hora de repartir el pastel los ganadores resultaron ser los de siempre, es decir, las grandes potencias que de por sí cuentan con suficientes recursos para salir del bache y, de pasadita, controlan a ese organismo “multilateral”.
El FMI celebró que ayer “entró en vigor una asignación general de derechos especiales de giro (DEG, cuyo tipo de cambio equivale, más o menos, a 1.42 dólares) equivalente a unos 650 mil millones de dólares estadunidenses. La asignación beneficiará a todos los miembros para abordar la necesidad mundial a largo plazo de reservas, generar confianza y fomentar la resiliencia y la estabilidad de la economía global. En particular, ayudará a nuestros países más vulnerables que luchan por hacer frente al impacto de la crisis de Covid-19. La asignación general de DEG se hizo a los miembros del organismo que participan en el Departamento de Derechos Especiales de Giro (actualmente los 190 miembros) en proporción a sus cuotas existentes en el Fondo”.
Buena noticia, sin duda, pero a la hora de conocer de a cómo le tocó a cada nación, el discurso choca con la realidad, especialmente en aquello de que las asignaciones “ayudarán a nuestros países más vulnerables”. Por ejemplo, Níger –ex colonia francesa–, nación africana que ocupa el último lugar mundial en lo que a índice de desarrollo humano se refiere, obtuvo 179 millones de dólares. En cambio, Noruega (que ocupa el primer escalón en ese indicador) se quedó con 5 mil 110 millones de billetes verdes.
Cierto es que a la hora de anunciar la selectiva “asignación general” de derechos especiales de giro el FMI fue claro en que los recursos se distribuirían con base en las cuotas que cada nación registrara en el propio organismo, de tal suerte que la rebanada para Níger fue de 0.03 por ciento del pastel, mientras que la de Noruega equivalió a 0.70 por ciento.
Para dar una idea de qué se trata, los integrantes del Grupo de los 7 (G-7, los países económicamente más sólidos, según ellos) se quedaron con 43.3 por ciento del generoso reparto organizado por el FMI, es decir, de los 650 mil millones de dólares distribuidos se quedaron con casi 282 mil millones, algo así como 22 veces el producto interno bruto de Níger.
Tampoco es novedad que la rebanada más suculenta fue para Estados Unidos: alrededor de 113 mil millones de dólares, equivalentes a cerca de 18 por ciento del total y 40 por ciento de lo que se embolsaron las naciones del G-7. Ese monto equivale a lo que conjuntamente recibieron Alemania, Reino Unido y Japón. Como comparativo, China se quedó con 41 mil 500 millones, India con 18 mil millones y Rusia con una cantidad similar.
De acuerdo con las cifras del FMI, a México le tocó una rebanada de 12 mil 117 millones de dólares, con lo que a nivel latinoamericano le corresponde el segundo escalón, sólo superado por Brasil, que obtuvo alrededor de 15 mil millones. Argentina se quedó con 4 mil 430 millones, la tercera posición regional. En cambio, Haití, el país más pobre del hemisferio occidental a duras penas libró 223 millones.
Desde que el FMI anunció la selectiva “asignación general” de derechos especiales de giro el presidente López Obrador se pronunció a favor de que esos dineros se destinaran a pagar deuda, porque “se ahorrarían muchos recursos en beneficio del pueblo”. Inmediatamente después se abrió el debate técnico si tal uso era posible o no, dada la legislación respectiva, misma que, al parecer, cada cual interpreta como quiere. Unos dijeron que sí era posible, otros que no y algunos más que quién sabe, pero el hecho concreto es que México cuenta con 12 mil 117 millones de dólares adicionales. De algo servirán.
Las rebanadas del pastel
No es lo mismo que lo mesmo: semanas atrás el envalentonado pollito en fuga Ricardo Anaya pregonaba por doquier que “la ley no se consulta, se aplica”, pero ahora que le toca a él y la Fiscalía General de la República se la aplica, entonces histéricamente huye del país por ser, según dice, “perseguido político”. ¡Como si tuviera el tamaño!