Si bien llevar a Martí Batres a la Secretaría de Gobierno de la administración de Claudia Sheinbaum fue un acierto político en eso del perfil adecuado para enfrentar a una oposición vengativa y hambrienta de poder, hacia el interior, alimentar la existencia de tribus que dejan de ver el proyecto general para mirar sólo las ambiciones sectarias puede significar un problema grave si no se frena a tiempo.
Dos grupos fuertes han hecho alianzas desde ahora con miras a la sucesión en la capital. Uno, que tiene el sello de conflicto de intereses, inaceptable en el gobierno actual, es el que mantienen los hermanos Batres, Martí en la secretaría de Gobierno de la ciudad y su hermana Valentina como jefa de una de las tribus con mayor fuerza dentro del Congreso de la capital.
El otro viene desde Iztapalapa hasta el Zócalo, pasando por el búnker de la colonia Doctores, y tiene atrapado, por ejemplo, al diputado Carlos Cervantes, el mismo que perdió la elección y se coló al Congreso con boleto plurinominal, y aún así se niega a firmar acuerdos que van en beneficio de la bancada de Morena, bien por órdenes precisas y macizas, bien porque teme a los regaños familiares, pero igual se queda al margen de las ideas comunes.
No es lo mismo que hizo Héctor Díaz Polanco, quien tampoco estampó su nombre en los papeles que señalan los acuerdos del grupo parlamentario. Para Polanco, como se dice en los corrillos de la cámara local, el asunto fue un puro berrinche porque el supuesto es que él sería quien tomaría las riendas de la mayoría, y no se pudo.
La imposibilidad de llegar a acuerdos que permitan la gobernabilidad en el Congreso será pasto seco que arderá atizado por las inmensas ganas de la oposición de mostrar que lo sucedido en las pasadas elecciones no fue el voto de entraña o la justa respuesta a mala organización partidista, sino que levantarán la falaz idea de que la gente les ha devuelto la confianza, mientras Morena se despedaza al interior.
El problema es que la inestabilidad del grupo mayoritario pone en riesgo todas las acciones que trate de intentar el gobierno central, dado que Morena, dividido, daría pie a que la oposición, que sí puede caminar en acuerdo, le cierre todos los espacios a las iniciativas de Claudia Sheinbaum.
Además, sería muy desafortunado que la fuerza política de Morena quedara en manos de la tribu que maneja Valentina Batres, porque ello implicaría poner en un severo conflicto de intereses –que de ninguna manera involucra a la jefatura de Gobierno– los acuerdos parlamentarios, mismos que podrían ser invalidados por ese motivo. Es bastante conocido que los Batres sólo trabajan para los Batres.
En fin, todo indica que los acuerdos entre las tribus morenas aún no se han solidificado, y hay mucha inquietud entre los diputados que tienen empeñados sus afanes con alguna tribu. Vamos a ver qué pasa.
De pasadita
Es innegable que los restauranteros se han pasado de la raya sin que exista una mano que les impida seguir violando acuerdos. Los abusos de esos comerciantes, que no sólo se reflejan en las cartas, también han ido tragándose pedazos de espacios públicos.
La ineficiencia del Invea, ha dado pie a que organismos de la llamada “sociedad civil” llenen el hueco que causó la ausencia de una acción de gobierno que impidiera la expansión abusiva de los restauranteros.
Como es ya sabido, se hiciera lo que se hiciera, el gobierno de Sheinbaum será maltratado por los grupos principalmente de orientación panista, pero servirles la mesa, como en este caso, es un error que debe corregirse ya.