Veamos el caso de Rodolfo Gaona, es un torero muy mexicano, pero a la vez muy español, hecho y formado a la usanza española. Él anda por ahí de vago, allá en León en las cantinas y en corrales y con el mote de Relampaguito, hasta que se encuentra con Ojitos, que había sido banderillero de la cuadrilla de Frascuelo que lo educa, lo pule, le enseña, le da ciertas normas técnicas y Rodolfo anda aquí de novillero, en una “cosa” La Cuadrilla Juvenil Mexicana y alcanza ciertos triunfos; es entonces que Ojitos se da cuenta de que es una potencia taurina ¿y qué hace? se lo lleva a España y allá lo presenta y entonces la gente lo ve y, sobre todo, la crítica que dice y comenta “este sí que es un torero” hasta llegar a ser un torero internacional, que alcanza niveles de figura y ser el primer torero mexicano que abre la brecha porque Ponciano fue un torero que nunca llegó a esas alturas.
Es Rodolfo Gaona el que se coloca en la cumbre y tampoco puede escribirlo y entonces le dicta todas sus experiencias a Carlos Quirós Monosabio en Mis veinte años de torero, que no pudo escribirlo, pero que bien hablaba y se expresaba.
Y llegó a decir que le daban más miedo la pluma y la hoja en blanco que un Miura.
Por eso lo platicaba porque no podía escribir. ¿Por qué?
Porque su condición de hombre humilde, del pueblo, de un zapatero remendón como empezó, pues eso siempre deja una profunda huella.
El caso contrario –me atrevo a decirlo– que son dos toreros españoles, porque como repito, Rodolfo Gaona es un torero muy hecho a la española y en cuanto regresa a México después de todo lo que tuvo que vivir, se hace el amo y el dictador y se hace lo que él quiere, pero no escribir.
Surge torero español por demás importante y que reúne y un mundo de conocimientos que son por demás importantes para escribir. Su nombre, Ignacio Sánchez Mejías.
AEM: mucho de él escribe García Lorca.
AAB: Ignacio Sánchez Mejías es hijo de un médico, así que posee un antecedente cultural de cierto nivel, pero, a la vez, es medio golfillo y, por lo mismo, le gusta andar en cosas del toro y viene a México, junto con un caporal, cuidando una corrida de toros a lidiarse entre nosotros lo que le llama mucho la atención y decide querer participar en la fiesta haciéndose banderillero y en calidad de tal regresa a España y “raudo y veloz” se enamora de la hermana de Los Gallos, José Gómez Gallito y Rafael Gómez El Gallo. Siendo éste hombre por demás orgulloso y vanidoso declara que su hermana no se casará con un subalterno y únicamente con un matador de toros así que Sánchez Mejías se propone serlo y alcanza buena fama.
Además, se cultiva como hijo de un médico y, también, se dedica a escribir obras de teatro y otras varias, algunas famosas.
En su toreo fue algo rudo valiente y dominador, carente de arte pero muy valiente y dominador y el arte lo expresó en las letras. Se casa con la hermana de Los Gallos, pero, ni hablar del “peluquín”, el traje de luces es muy atractivo y al poco tiempo vive un romance con una gran artista española La Argentinita que duró un buen tiempo hasta que ella lo retiró del toreo.
De pronto, Sánchez Mejías se encontró sin una peseta, todo lo ganado lo ha perdido por sus descuidos y alguna con alguna que otra aventura.
Un buen día llegó a las cuatro de la mañana a la finca Torre Estrella y, burlando la puerta, queriendo hablar con el marqués. Este, temiendo algo “muy peliagudo, da el visto bueno y en cuanto lo ve, le dice: “¿Ignacio qué sucede?”
“Pues, señor marqués es que vengo a comunicarle que he decidido volver a los toros”.
“Ignacio, me parece bien, pero, hombre, que son las cuatro de la mañana, dímelo a las siete y será mejor”.
(Continuará)
(AAB)