El turismo masivo en la capital de los Países Bajos no es noticia nueva. Una iniciativa ciudadana de casi 30 mil habitantes logró que sus demandas fueran llevadas al parlamento local. La cifra, aunque sigue alta, limita el número de camas ocupadas por los turistas en 20 millones al año. Se calcula que podría llegar hasta 32 millones en las próximas décadas si no se fija un límite.
La pandemia trajo consigo un respiro a los habitantes de esta capital, de 800 mil habitantes, que ahora proyecta un nuevo comienzo bajo el concepto de turismo sustentable. Algunos hablan incluso de una oportunidad para redefinir a la que se considera la ciudad más tolerante del mundo y donde 3 mil museos cubren una amplia gama de intereses.
Una actitud liberal es lo que define a Ámsterdam, temas en los que otros países de Europa siguen enfrascados como iniciativas de ley aquí se han convertido desde hace varios años en legislaciones; llámese eutanasia, matrimonio igualitario, despenalización del aborto o consumo de cannabis. El barrio rojo es considerado el más famoso del mundo.
En el verano la especie de telaraña de callejones que lo rodean se convierte en una experiencia claustrofóbica ante la invasión turística. No bien empieza a caer el sol, una vorágine humana abarrota esa zona.
Son innumerables los bares y restaurantes, locales de comida rápida, tiendas de recuerdos turísticos, pastelerías y de artículos eróticos. La imaginación parece no encontrar límites cuando de vender esto último se trata y que el visitante difícilmente encontrará en otra ciudad. Cubiertas de estambre fálicas en diversas dimensiones, golosinas y chocolates que asemejan genitales masculinos y femeninos, así como galletas, pastelillos e infusiones con diferentes grados de concentración de cannabis.
No sólo el carácter tolerante de la ciudad la distinguen de cualquier otra del mundo. Más de 70 kilómetros de canales corren paralelos a las calles que, en su mayoría, son de un solo sentido. Transportarse en auto es poco o nada recomendable. Cuando algún ingenuo automovilista con un elevado umbral de paciencia encuentra un lugar para su vehículo, se topa con la desagradable sorpresa del precio del estacionamiento, unos 8 dólares por hora.
Los canales son tal vez el sello distintivo de Ámsterdam. El valor histórico de esta característica urbana le mereció en 2010 que la Unesco la reconociera como Patrimonio de la Humanidad.
La geografía de los Países Bajos obligó hace siglos a los primeros habitantes a ingeniarse para establecer sus casas, transportarse y luchar contra las inundaciones. Ámsterdam se fundó a orillas del río Amsel, orígenes de su nombre. Un complejo sistema hidráulico se desarrolló a lo largo de los siglos, ya que la cuarta parte del país se encuentra bajo el nivel del mar.
Navegar por los canales es la mejor forma de conocer la ciudad, el agua se renueva cada tres días a través de un complejo sistema de esclusas. Cerca de 3 mil casas flotantes son también parte del singular paisaje urbano de esta capital.
Alia Lira-Hartmann, corresponsal