Kabul. Ahmad Masud, sentado ante una fotografía de su padre, el renombrado líder muyaidín Ahmad Shah Masud, y Amrullah Saleh, vicepresidente del gobierno afgano recién depuesto, han declarado el comienzo de la resistencia armada contra el Talibán.
El general Bismillah Khan Mohammedi, ex ministro de Defensa, es otro comandante de la lucha contra los islamitas, y se dice que el mariscal uzbeko y señor de la guerra Abdul Rashid Dostum también se unirá.
Lo que está por verse es si el Frente Nacional de Resistencia por Afganistán, con base en el valle de Panshir, tradicional bastión de la Alianza del Norte, se convertirá en una fuerza viable. Enfrenta una serie de obstáculos formidables, rodeado como está por el territorio ocupado por su enemigo, superado en número y armas, ahora que el Talibán posee vastas cantidades de armamento occidental, incluso artillería y aeronaves capturadas a las fuerzas del gobierno o entregadas por éstas.
Pero para los opositores al Talibán, aún tambaleantes por el impacto de la rapidez con que éste se adueñó del poder, barriendo con todo lo que encontraba, y consternados ante la perspectiva de un gobierno extremista, cualquier oposición es un haz de luz, aunque débil, en un entorno muy oscuro.
La oposición recibió un levantón cuando el ministro ruso del Exterior, Sergéi Lavrov, habló de la formación del grupo opositor y subrayó que “el Talibán no controla todo el territorio de Afganistán”.
Su gobierno, aseguró, estudia “informes de la situación en el valle de Panshir, donde se concentra la resistencia del vicepresidente afgano Saleh y Ahmad Masud”, indicó el funcionario ruso.
Lavrov también puntualizó que Moscú desea un “diálogo incluyente” entre todos los jugadores políticos de Afganistán para la formación de un “gobierno representativo”.
Esto es un cambio de tonada para el Kremlin. Desde hace tiempo Rusia ha estado construyendo relaciones con el Talibán, y de hecho ha sido acusada por Washington de pagar al grupo para asesinar soldados estadunidenses.
Acercamiento de Moscú a la milicia
Después del acceso de los islamitas al poder, el enviado de Vladimir Putin a Afganistán, Zamir Kabulov, comentó: “Desde hace mucho llegué a la conclusión de que el Talibán es mucho más capaz de llegar a acuerdos que el gobierno títere de Kabul”.
Una razón del acercamiento de Moscú al Talibán era su propio problema con el terrorismo islamita en las ex repúblicas soviéticas de Asia central. Se ha creído que el Talibán mantendría en jaque a Isis y Al Qaeda.
Ninguno de esos grupos ha cometido actos obvios, pero ha habido ciertas preocupantes promociones de militancia. El Talibán afgano entregó más de cinco distritos dentro del país al Jamaat Ansarullah, es decir, el Talibán tayiko, aliado cercano de Rusia.
En respuesta, el gobierno de Dushanbe envió 200 mil soldados a la frontera y pidió ayuda a Rusia. El Kremlin envió mil efectivos a un ejercicio con las fuerzas armadas de Tayikistán y Uzbekistán, y anunció que enviaría suministros urgentes de defensa a Tayikistán.
El amplio dominio del Talibán sobre Afganistán ha preocupado a varios estados de la región y más allá, que recelan de que, sin tener necesidad de atraer a otras facciones políticas, el gobierno que surja adopte una agresiva línea dura y termine promoviendo la yihad.
Saleh, que se ha declarado líder del país ante la salida del presidente Ashraf Ghani, construyó extensos vínculos internacionales como vicepresidente y también en su puesto anterior de jefe del servicio de inteligencia, Directorio Nacional de Seguridad.
Ahmed Masud, que cursó estudios de guerra en el King’s College de Londres, se beneficiará de la veneración de la que su padre, asesinado por Al Qaeda durante los preparativos de los ataques del 11-S, gozaba entre los partidarios de la Alianza del Norte.
En un comentario en The Washington Post, Masud, de 32 años, afirmó que miembros del ejército afgano, entre ellos algunos de las unidades de fuerzas especiales, apoyaban la resistencia y pedían ayuda a Occidente.
“Tenemos existencias de municiones y armas que hemos reunido con paciencia desde los tiempos de mi padre, porque sabíamos que este día podría llegar”, señaló. “Si los guerreros del Talibán lanzan una ofensiva, por supuesto que enfrentarán sólida resistencia de nuestra parte”.
En redes sociales se han publicado muchas imágenes de columnas de vehículos blindados de las fuerzas de seguridad afganas movilizándose hacia el Panshir. Algunos soldados han comentado que se retiraron de batallas que estaban perdidas en la ofensiva del Talibán para combatir otro día en el terreno que eligieran.
Ha habido mensajes entre ex militares estadunidenses y británicos, muchos de los cuales estuvieron de servicio en Afganistán, o más tarde como contratistas de seguridad, en el sentido de que afganos en el extranjero comienzan a recabar fondos para integrar fuerzas privadas que combatan a los islamitas.
Sin embargo, cualquier esperanza de resistencia dependerá del apoyo que tengan dentro del país, de qué tan impopular se vuelva el régimen islamita y hasta dónde esté dispuesta la gente a llegar.
El jueves pasado, en el aniversario de la independencia afgana, se realizaron mítines en algunas ciudades y poblados del país, incluso en Kabul, con personas que portaban la bandera nacional. El Talibán, que la ha remplazado con su estandarte blanco, dispersó las marchas, y en una ciudad, Asadabad, en Kunar, abrió fuego y dio muerte a dos personas.
Sin embargo, ha habido desde entonces incursiones y arrestos de opositores, así como asesinatos, entre ellos el familiar de un periodista en Herat. Al mismo tiempo, combatientes llegados a Kabul de otras partes del país parecen traer una actitud marcadamente más hostil hacia la población civil.
Jamal Abdullah Wardak, quien dejó el ejército hace tres años, cree que el Talibán se volverá cada vez más brutal y que eso podría conducir a una respuesta armada.
“No creo estar en condiciones de irme a otro país; mi madre es anciana y no quiero dejarla”, comentó Wardak, de 38 años. “No tengo dudas de que, una vez que las fuerzas estadunidenses y británicas se vayan, los talibanes comenzarán a matar a la gente que odian. Fui soldado y estaré en su lista. Entonces, ¿qué se supone que haga? ¿Esperar que lleguen y me maten como a un perro? No, ya me he mudado con mi familia y, si tengo que hacerlo, haré lo que estoy entrenado para hacer: pelear por Afganistán”.
El verdadero rostro
En Herat, en el oeste del país, Saifdullah, quien se ha unido a una fuerza de voluntarios creada por el veterano comandante muyaidín Ismail Khan, de 75 años, para combatir a los militantes, sostiene que el verdadero rostro del Talibán ha quedado expuesto con rapidez.
El ingeniero de 33 años, que no quiere dar a conocer su apellido, siente que también él es un hombre marcado. “Cuando llegaron a Herat dijeron que querían la paz, y que estaríamos bien si entregábamos nuestras armas. Pero han comenzado a arrestar personas y ahora ya han matado. Ahora sabemos que no han cambiado, y debemos prepararnos para enfrentarlos una vez más. No creo que la gente se vaya hasta Panshir a pelear, pero aquí y en otras áreas tendremos que organizarnos y defendernos. Eso está quedando claro”.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya