Los miembros del Yunque no creen en Dios sino en el poder. El Yunque es hijo de la guerra fría y, por tanto, del anticomunismo que Pío XII irradió a su pontificado. El Yunque pretende hacerse del poder en México a través de la infiltración política para transformar el régimen existente y con ello instaurar lo que denomina el “reino de Dios en la Tierra”. En realidad, es una interpretación ideológica, torcida del evangelio para justificar una delirante militancia que busca instaurar los principios católicos en la sociedad. Una especie de teocracia clerical o de talibanes cristeros. Sin embargo, debe reconocerse que, pese a sostener posturas arcaicas, ha sabido adaptarse, ser dinámico y evolucionar ante los cambios de la sociedad. La organización, como le llaman, tiene talante de un catolicismo ultraconservador, cercano al fascismo, con orígenes paramilitares y con tácticas de conspiración y violencia como instrumentos de acción política. El Yunque nace en Puebla en 1951, bajo el amparo de arzobispo poblano Octaviano Márquez y Toriz (1950-75). Un prelado recalcitrantemente reaccionario, pese haber participado directamente en las sesiones del Concilio Vaticano II.
Origen es destino, se dice. El Yunque irrumpe como una secta católica marcada por la violencia, la intriga y la conspiración. Los jesuitas animadores son Manuel Figueroa y Julio Vértiz. Este último admirador de Hitler y del nazismo. El Yunque es una sociedad secreta, de raíces belicosas con rasgos conspirativos. Wikileaks, fundada por Julian Assange, expuso a la opinión pública mundial, 17 mil archivos compuestos de documentos, audios, correos electrónicos, videos y testimonios. Todos, jaqueados a la organización ultraderechista española Hazte Oír, filial y cuyo origen es precisamente el Yunque mexicano. La revista Contralínea, en México, está dando a conocer el siniestro acervo yunquista. Los archivos revelan el comportamiento complotista político-religioso, tanto en España, Estados Unidos, Alemania y México como epicentro.
El fanatismo no anda en burro. El Yunque es la expresión revanchista de los católicos de viejo cuño de raigambre cristero, por establecer una república católica. Un gobierno evangélico que rechaza el avance de las mujeres en la sociedad, que pugna por un modelo único de familia y promueve la homofobia. Enfrentan la llamada ideología de género. Adoptan el nombre de “Yunque”, inspirados en la frase, proveniente de San Ignacio de Antioquía, uno de los padres de la Iglesia, que dice: “Hay que resistir las embestidas como lo hace el yunque al ser golpeado”.
¿Los archivos de Wikileaks muestran grandes revelaciones que no conozcamos? La verdad, no. La comunidad de investigadores de la ultraderechera católica en México sólo ratifica sus tesis. Sin embargo, los archivos de Wikileaks muestran el alcance y magnitud de las redes construidas por los yunquistas en el mundo. Tiene presencia en 50 países, capacidad para obtener grandes recursos financieros, dinámicos, lobbies en gobiernos y la sociedad internacional, como la ONU, OEA, Unesco; capacidad de formación de cuadros y renovadas técnicas de infiltración y chantaje a los poderes fácticos de la sociedad, entre otras, apoyados por sectores de la jerarquía católica.
Entre México y España, los dos países con presencia sólida, el Yunque encara una singular asimetría. En España, Hazte Oír y Citizen Go acompañan el fortalecimiento social y electoral del partido político Vox. En México, desde el gobierno de Calderón el Yunque se ha atrancado. Mientras importantes sectores de la jerarquía católica española han marcado distancia y condenas públicas al Yunque, en México, los obispos guardan silencio cómplice.
En la infiltración como estrategia de cooptación del poder, el Yunque ha sido muy exitoso. Ha penetrado las estructuras de organizaciones estudiantiles, la Iglesia, el Partido Acción Nacional, organismos empresariales como Coparmex y Concamin. Recientemente incursionó en importantes medios de comunicación tradicionales. Bajo los gobiernos no panistas, ha expandido su red de influencia en las organizaciones de la sociedad civil con diversas causas y fachadas. Toda la galaxia ProVida y Pro Familia incluidas; YoInfluyo, BienComún, Cruzados de Cristo Rey, Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, Dhiac, México Unido contra la Delincuencia y tantos otros membretes y fachadas de ciudadanía.
Hay que reconocer que la Iglesia mexicana, en especial sus obispos, ha tenido una postura muy ambigua frente a la secta yunquista, es decir, silencio encubridor. La organización nació cobijada por prelados anticomunistas. En su momento recibió el apoyo del cardenal Darío Miranda, arzobispo de la Ciudad de México (1956-77). Hoy, los yunquistas alardean sus nexos con los cardenales Juan Sandoval, Norberto Rivera, José Francisco Robles Ortega, de quienes reciben consejos y orientaciones. También presumen sus vínculos con el ex nuncio Christophe Pierre (https://cutt.ly/sQBEZa0). En efecto, es muy común ver en la nunciatura a Bernardo Ardavín, Guillermo Velasco Arzac y José de Jesús Castellanos, consagrados líderes de la organización. Abundan los nombres sobre todo de políticos panistas conocidos. Recomiendo los libros de Álvaro Delgado El Yunque: la ultraderecha en el poder y El ejército de Dios.
En España el Yunque es una palabra peyorativa. Los obispos han cuestionado el comportamiento propio de una secta más que de una organización de Iglesia. El obispo auxiliar de Getafe, considerado conservador, se posicionó frente al Yunque: “Lo que está en el fondo es una nueva forma de integrismo que pretende ganar espacios de poder para alcanzar sus fines que es el poder político. Lamento el uso de la captación de jóvenes y el adiestramiento con métodos paramilitares, la infiltración y manipulación de asociaciones católicas o el acoso a las personas que dejan la organización”.