Kabul. “Las madres estaban desesperadas, las golpeaban los talibanes. Gritaban ‘salva a mi bebé’… y nos arrojaban a sus bebés. Algunos cayeron sobre el alambre de púas. Fuer horrendo lo que pasó. Al final de la noche no había un solo hombre entre nosotros que no estuviera llorando” relató, sombrío, un oficial del Regimiento de Paracaidistas.
Escenas de brutal violencia se desenvolvieron en las rutas hacia el área militar del aeropuerto de Kabul donde miles de personas, en peligro de ser víctimas de los yihadistas, eran llevados hacia lugares seguros por los gobiernos de Estados Unidos, Gran Bretaña y otros países.
La entrada al hotel Baron, cerca del aeropuerto de Kabul, se ha convertido en el punto focal de reunión para los afganos que buscan refugio en Gran Bretaña. Las rutas también llevan a instalaciones de otros países que realizan evacuaciones, y la cantidad de personas desesperadas por huir se incrementa a diario. Tienen la esperanza de llenar los requisitos para abordar esos vuelos, y no lograrlo los llena de desesperación y enojo.
Existe otro elemento combustible en este estrecho y polvoriento camino regado de piedras: los combatientes del Talibán están a solo unos metros de las tropas británicas del Regimiento de Paracaidistas y las Fuerzas Especiales; están separados solo por por alambre de púas y una barricada de vehículos militares.
También están a la vista de los yihadistas tropas extranjeras, incluidas Fuerzas Especiales de Estados Unidos, Francia, España, Turquía y Polonia. Están aquí para recoger a su gente y devolverla por avión a estos países, pero que saben que en un momento dado podrían ser llamados a combatir.
Algunos talibanes están parados, en grupo, a mitad del camino con rifles Kalashnikov AK-47 en las manos. Ellos son quienes verifican los papeles de la gente que llega al camino. Rechazan a algunos. Pero más allá de gritos de enojo y miradas duras hacia los británicos, no hay hostilidades tras la noche de disturbios.
Son comunes los disparos repentinos. Ayer en la tarde los guardias en los hangares de aeropuerto abrieron fuego luego de que los talibanes mataron a un hombre. También hay frecuentes ráfagas de disparos al aire para dispersar a las multitudes, que ya han causado heridos.
En un retén talibán a la entrada del camino se ha vuelto conocido por la saña de sus encargados, quienes han golpeado a afganos, y les han roto sus pasaportes y documentos. Ellos son a los que se atribuye haber provocado los enfrentamientos de la noche anterior, y que fueron tan graves que los aviones militares comenzaron a volar bajo y se prepararon para abrir fuego.
“Esto fue lo que me hicieron”, dijo Amir Ackhbar Mohammed, al mostrar moretones en ambos brazos y su hombro derecho. “Estaba con mi familia. Uno de los talibanes se enojó por algo que dijo mi esposa y empezó a golpearla con un palo. Me lastimaron porque traté de protegerla. El hombre quería pasar por encima de mi para seguirle pegando. Parece que les gusta golpear a las mujeres”, afirmó.
Shahanaz Nahimi llegó a la entrada de el hotel Baron con su hermano de 23 años, Shafitullah. Lograron llegar a Kabul después de que su hogar en Baghlan fue destruido por los insurgentes quienes mataron a otros dos de sus hermanos: Basitullah de 15 años y Akhitullah, de 28.
La señora Nahimi y su hermano, al parecer, no tienen visas ni otros documentos que les permitan reinstalarse en el extranjero. “Pensé que si llegábamos aquí tendríamos la oportunidad de que algún país nos reciba”, explicó. “Nuestra familia ha sufrido. Tenemos pruebas de que el Talibán nos tiene en la mira y tratará de lastimarnos de nuevo”.
Varias personas se acercaron a Nahimi, quien habló en inglés para explicar su caso a funcionarios. “Espero que todos estén bien, todos merecen escapar de aquí, ¿pero alguien me ayudará a mí? Soy joven y quiero una vida libre. Eso no va a ocurrir para mí ahora en Afganistán”, dijo la mujer mirando al suelo. “Si no logramos que algún país nos acepte, posiblemente los soldados nos hagan marcharnos de esta área. Eso significa que tendremos que volver al camino y enfrentarnos de nuevo al Talibán. No puedo hacerlo”.
Los Nahimi no son la única familia cuyo futuro es incierto por la falta de papeles. Ahmed Bellal, de 19 años y su padre trataban de llegar a Estados Unidos. Asadullah Bellal trabajó en un campamento estadunidense por 12 años, y si bien él y su hijo no contaban con las visas especiales emitidas por Washington, sí tiene documentación que lo acredita como alguien que trabajó para los estadunidenses. El problema fue que se les vencieron los pasaportes.
“Le dije a mi padre que teníamos que renovarlos. Me decía que lo iba a hacer y ahora estamos aquí, dijo Ahmed. Asadullah se encogió de hombros, desamparado. “Nadie esperaba que esto pasara en unas cuantas semanas, pero el Talibán se hizo del control muy rápidamente. Ahora estamos en problemas; los talibanes nos llaman esclavos de Estados Unidos y seguramente querrán matarnos”, dijo.
Debe decirse que las brutalidades atribuidas al Talibán son muy difíciles de verificar. En la primera conferencia de prensa del grupo islamita, después de hacerse del poder, su portavoz Zabihullah Mujaid trató de presentar una imagen del futuro régimen Talibán mucho más moderada y tolerante de lo que fue dos décadas atrás.
Prometió, entre otras cosas, que no habría cacería de brujas contra aquellos que trabajaron para gobiernos extranjeros o contra sus detractores.
Pero es verdad que hay grupos yihadistas en esta capital extremadamente agresivos, especialmente en el área del aeropuerto. Un número importante de gobiernos extranjeros se ha quejado de que sus ciudadanos han sido impedidos de llegar al aeropuerto cuando pues en los retenes talibanes se les impide seguir su camino y son obligados a regresar.
Después de la suspensión temporal de los vuelos debido a las multitudes en el aeropuerto, los aviones ya despegan durante las 24 horas. Estados Unidos podría recibir a hasta 80 mil afganos, de los cuales 3 mil 300 ya se han trasladado. Reino Unido anunció que acogería a unos 20 mil.
El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) emitió una recomendación para Afganistán en la que urge a países de destino a suspender la repatriación forzada de afganos, incluidos solicitantes de asilo cuyas peticiones han sido rechazadas.
Muchos soldados británicos han reflexionado sobre los que han atestiguado y vivido aquí. Uno de ellos quien también estuvo en Irak indicó: “He estado aquí mucho tiempo y es muy difícil ver lo que está pasando sin que a uno le afecte. No estamos en una misión de combate, por lo que la forma en que podemos proteger a esta gente es alejarlos del peligro lo más pronto posible. Podemos imaginar lo que les pasará a los que se queden”.
Mazhdu, de 27 años, llegó a la sala de abordar con su hija de cuatro años huyendo de su esposo, un talibán quien ha abusado de ella por mucho tiempo. “Siempre fue violento, pero desde que ganó el Talibán se ha vuelto peor”, dijo al mostrar fotografías de su rostro magullado. “Él cree que está bien golpearme y seguirá haciéndolo hasta matarme si me encuentra”.
Recientemente pasó tres meses con su prima en Estambul y es ahí donde quiere ir.
Un funcionario turco examina su pasaporte y le dice que su visa expiró. Consultó con un colega pero no pudo hacerse nada. Cuando Mazhdu se alejaba llorando, el funcionario sacudió la cabeza. “Esta situación es terrible. Me siento mal por ella y su hija. Muy mal”.
Un funcionario británico intervino después de escuchar la historia de Mazhdu y la llevó a las filas de quienes llegarán a Reino Unido. “Tenemos cierto margen de maniobra para tomar decisiones. La puedo ingresar al sistema. No sé si el sistema la expulse después, pero por lo pronto puedo hacerlo”, dijo.
Al caer la noche las multitudes volvieron a juntarse en el área británica, lo mismo que el Talibán, al otro lado de las barricadas y el alambre de púas, trayendo consigo amenazas, una profunda aprehensión y temor de lo que vendrá.
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca