El comunicado de prensa del Banco de México (BM) del pasado 12 de agosto contiene ambigüedades y latiguillos sin sentido (“ajuste ordenado”, “convergencia ordenada”), como ocurre con todos sus comunicados. El referido tuvo el propósito de anunciar un nuevo aumento en la tasa de interés de referencia (TI), a 4.5 por ciento. El BM hace múltiples declaraciones seudoasertivas, sin mayores explicaciones: los mortales deben creer lo que el BM dice, y guarde usted silencio.
Las bruscas contracciones económicas derivadas de la pandemia han dado origen a planes extremos de recuperación, a los que se atribuyen presiones inflacionarias que son motivo de debate en todas partes. En Estados Unidos Paul Krugman ha escrito varios artículos cuestionando respuestas en automático de la Reserva Federal elevando la TI, frente al aumento de la inflación subyacente. Krugman ha recordado la tesis de Robert Gordon, de 1975, que diera lugar al concepto de inflación subyacente ( core inflation). Gordon propuso sustraer, del índice general, los precios de los energéticos y los de los alimentos, pues esos bienes presentaban entonces oscilaciones desmedidas, y propuso observar sólo los precios de los bienes con tendencia alcista más sosegada y regular: esta tendencia es la inflación subyacente, y se convirtió en una medida estándar y una guía para la política monetaria de la Reserva Federal. Krugman pregunta si el análisis de Gordon fue útil para siempre: ¿no ha cambiado el comportamiento de los precios de los energéticos, de los alimentos y del resto de los bienes?
Krugman escribe: “La inflación que excluye los alimentos y la energía siempre fue una aproximación, rápida y sucia, al concepto de subyacente… Y aunque esta aproximación funcionó bien en una época de crisis del petróleo, no está funcionando bien en absoluto en una época de pandemias y vacunas”.
La pregunta por el índice de precios al consumidor de México y la validez de la inflación subyacente, es la misma y no es ociosa. La larga lista de medios financieros publicados en México, a mediados de julio avisaron que en sus próximas cuatro o cinco reuniones la Junta de Gobierno del BM anunciaría sendos aumentos de entre 0.25 y 0.50 puntos porcentuales a la TI. Es decir, una avalancha contra los planes de inversión y de empleo que estén actualmente en curso, y un desaliento a nuevos planes de inversión. Esto ocurrirá al menos mientras dos de los cinco miembros de la Junta de Gobierno del BM continúen en minoría.
En Estados Unidos los precios de los autos usados han tenido un impacto notorio en la inflación en curso, y lo mismo ha ocurrido a escala mundial con la tendencia alcista de los precios del transporte, señaladamente los precios del transporte marítimo de contenedores, una subida claramente asociada a una pandemia que no será eterna. Parece necesario considerar si esos precios, y con seguridad muchos otros, deberían ser sustraídos del índice de inflación subyacente, por algún tiempo.
El Inegi y el BM hacen esta definición: “La inflación subyacente es el aumento de los precios del subconjunto del INPC [índice nacional de precios al consumidor], que contiene a los genéricos con cotizaciones menos volátiles o con evolución más estable”. En un tiempo en que la actividad macroeconómica se halla alterada por los confinamientos y por los cierres de actividades económicas de forma intempestiva, con fuertes desplazamientos de la demanda hacia productos que el sector salud llama extrañamente “insumos”, los cambios rápidos en los índices de la producción y de los precios de múltiples productos están a la orden del día. Eso ocurre con el alza acentuada del precio internacional de los transportes aéreos y marítimos. En esta circunstancia los “genéricos con cotizaciones menos volátiles” del INPC, se han internado en zona de incertidumbre, por decir lo menos. El BM no parece considerar la actual coyuntura específica: es más fácil aumentar la TI. Arrojar la piedra…
Los “sabios” hechos en el molde neoliberal creen que son los amos y señores de la verdad macroeconómica. Durante su inacabable lapso de dominio, han definido el mundo por todos sus rincones, en primer lugar en el campo macroeconómico. Creen, a pie juntillas, que sus definiciones, son “las” definiciones. Si alguien pone dudas sobre unos “saberes”, que siempre tuvieron propósito interesado, ese alguien les resulta un populista trasnochado.
La política de los bancos centrales es, en todo el mundo capitalista, una hecha para servir a los intereses del capital financiero. Una de las vías más feroces por las cuales se ha concentrado la riqueza en el mundo, es el apoderamiento de los bienes inmobiliarios por los bancos, mediante las hipotecas no pagadas. Un alza de la TI, frena la inversión y el empleo, o produce desempleo, falta de ingresos, y expoliación bancaria de los deudores.
El BM debe concurrir con otras instituciones a generar crecimiento, empleo y estabilidad. Como lo hizo desde que nació hasta que llegó el neoliberal Ali Babá y su banda de los 40 mil banqueros.