Leí, leí y hasta releí, los múltiples comentarios que, a partir del lunes 2 de agosto, comenzaron a publicarse en todos los diarios nacionales, sobre el inevitable tema del momento: la consulta que se formuló a todos los ciudadanos sobre cómo consideraban el comportamiento asumido por los más importantes personeros que integraron los gobiernos del país durante el periodo comprendido entre 1988 (comienzo del salinato y el 2018 (final del despeñadero). Durante este lapso de 30 años o cinco sexenios, para entendernos mejor, encabezaron los mandos nacionales dos partidos: el PRI y el PAN.
Ambas organizaciones, las más numerosas e importantes del espectro político nacional, seleccionaron, cada una de acuerdo a los métodos que su normatividad interna les marcaba, a sus más preclaros militantes, a sus miembros más calificados no sólo por su apego a los principios ideológicos que son la razón de la existencia de una organización de ciudadanos unidos por el móvil esencial de conseguir, con el compromiso y el esfuerzo colectivo, el bien común de la comunidad que integran voluntaria, entusiasta y generosamente. Pero, además, como el abanderado que eligen sale a una contienda para enfrentar a otros individuos que se consideran no sólo sus iguales sino, por supuesto, mucho mejores y, cuyas concepciones del mundo y de la vida, así como las ideas y proyectos que pregonan, son las antípodas de las que ellos sostienen, es imprescindible que los portaestandartes sean, no solamente los más preparados, capaces, experimentados e inteligentes, sino los mejores intelectual y moralmente.
Pues como todos sabemos, de los cinco hombres que en los pasados 30 años dirigieron los destinos nacionales (nótese cómo la columneta maneja el lenguaje apropiado a cada referencia que hace), tres de ellos fueron seleccionados, escogidos, elegidos, presentados, avalados, ponderados (no en su acepción de considerar con imparcialidad sino en la de exaltar de forma desmesurada sin causa ni razón justificadas), por el PRI.
Presentémoslos por orden de aparición: Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo y Enrique Peña Nieto. Los otros dos, surgidos de las filas del PAN, fueron además bendecidos, exorcizados, encomendados y puestos al resguardo de una milagrosa advocación, supongo que mariana. Estos son Vicente Fox y Felipe de Jesús Calderón.
Con un intervalo de seis años, cada uno de ellos, a partir de 1988, ante el Congreso de la Unión, repitió simples, breves, 61 palabras que constituían su compromiso con la Nación. Estas palabras que paso a transcribir son al pie de la letra (nunca mejor usada la expresión) tal como están plasmadas en el artículo 87 constitucional: “Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente de la República que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión; y si así no lo hiciere que la Nación me lo demande.”
Nada me lleva a poner en duda la sapiencia de los distinguidos jurisconsultos de la Suprema Corte, pero sí me sobresalta que con la cuantía de los dineros nacionales de que son dotados, no consideren la conveniencia de contratar (no por el método del outsourcing, por supuesto) a algunos escritores, periodistas, maestros para que les traduzcan a la “castilla” de nuestros días sus fallos, sentencias y reformas. O no creen que hubiera sido más entendible y atendible preguntar: ¿Piensa usted que los gobernantes de nuestro país en el periodo 1988-2018 cumplieron a cabalidad lo expresado durante su personalísima protesta como Presidente de la Unión?
“Protesta”, según la Real Academia Española, tiene diversas acepciones. En México no se jura, se protesta, entonces a este vocablo se le entiende como promesa, voluntad, compromiso que se acepta, se contrae y obliga. Pero protesta también significa reclamo, inconformidad, exigencia, derecho a la rebelión, al castigo y la reparación de daño sufrido. Ojalá que esta protesta popular y justa, tenga la fuerza, la validez y vigencia suficientes para echar abajo y castigar severamente la mentira, el infundio, la patraña elaborada con premeditación de tres décadas para apoderarse de un país para saquearlo y entregarlo a la rapiña nacional y mundial, a cambio de migajas.
Me quedan dos o tres asuntitos, pero me concreto a compartir este correo que recién me llegó: Dice Felipe Calderón que es una proeza que doña Margarita haya reunido con amplios recursos y tiempo de sobra 234 mil personas en apoyo a su fallido proyecto partidario México Libre; pero le parece un rotundo fracaso que 7 millones hayan votado por verlo tras las rejas con su disfraz de Borolas. Sobre el asuntito de la consulta, aún tengo otros datos.
Twitter: @ortiztejeda