Puebla, Pue. Antonio Helguera (1965-2021) entró en la dinámica de ser un artista de vanguardia al servicio del pueblo porque tenía la cultura política suficiente para hacerlo, afirmó Rafael Barajas El Fisgón al encabezar el homenaje póstumo al monero fallecido el 25 de junio.
Acompañado por la presidenta municipal, Claudia Rivera Vivanco, y la periodista de La Jornada Alma Muñoz, compañera del caricaturista homenajeado, El Fisgón refirió que su colega y amigo tenía un análisis político serio, además de quirúrgico, preciso en su análisis y en su trazo. “Empezó como mi alumno y acabó como maestro. El trato con él no lo tenía con nadie más en la Tierra”, señaló reflexivo ante la mirada de Mariana y Pedro Antonio, hijos de Helguera y Muñoz.
Al hacer un recuento de su amistad y su trabajo con Helguera en torno a El Chahuistle, El Chamuco y La Jornada, al lado de Hernández y Rapé, también moneros, Barajas comparó que, así como ocurrió en el siglo XIX y luego a mitad del siglo XX, los caricaturistas políticos se convirtieron en artistas vanguardistas al servicio de la sociedad.
“En 300 años hubo una sociedad vertical, organizada por la Iglesia y estratificada: en la cima Dios y abajo el rey, y hasta abajo el pueblo bajo el poder de la Iglesia que regía la vida cotidiana. Por ello, una de las causas de insurgencia en el siglo XIX fue la lucha de expresión. Aquí la pelea por la libertad de expresión y la artística se fundieron.
“Se prolongó en la lucha entre liberales y conservadores, en un país donde no había tolerancia ni cabida para otra religión que no fuera la católica. Juárez peleó para fundar un Estado nacional, separando Iglesia de Estado, un pleito cultural que no acaba”, refirió ante el público reunido en el Teatro de la Ciudad.
Herramienta liberal
El también investigador y curador mencionó que en esos años la prensa se volvió una herramienta liberal en un periodo brutal contra los conservadores. En ese momento, el diario era un medio de conflictos, y los periodistas y caricaturistas hicieron un oficio combativo con una postura que defendían.
“En la segunda mitad del siglo XIX eran periódicos de opinión; expresarse, literariamente, era para defender opiniones. Era la única manifestación de la intelectualidad. El gran debate se dio en los periódicos, lo mismo que el debate de la intelectualidad artística”, sostuvo El Fisgón.
Barajas señaló que al revisar las revistas de caricatura se puede ver que éstas fueron cruciales en momentos específicos y de lucha. Ejemplo de ello fueron La Orquesta o La Madre Celestina. Apuntó que en medio del proceso hubo un debate intelectual interesante que empezó en Europa y se reflejó en México.
Refirió que el filósofo francés Saint-Simon pensaba que los artistas eran la vanguardia de la sociedad, algo que para 1935, con la aparición de los escritos de Hegel sobre estética, en los que propuso que lo que importa en la obra de arte no es la forma, sino el contenido, la idea fue retomada por los periodistas mexicanos, que plantearon que los caricaturistas y escritores eran la vanguardia y cambiaban a la sociedad.
“En El Hijo del Ahuizote asumieron esta responsabilidad; estoy convencido de que lo que hizo Rius en los años 60 fue retomar estas tradiciones y aplicarlas: poner el arte, hacer que estos artistas se pusieran al servicio y al frente de una causa”, agregó El Fisgón. Afirmó que Antonio Helguera era ese tipo de periodista, atípico, que se da en pocas partes del mundo, y eficaz.
Recordó que Helguera llegó a su encuentro acompañado por Gonzalo Rocha. “Era un muchacho con un talento extraordinario. Cada vez se superaba. Era un alumno increíble, el que todos quisiéramos tener. Tenía un talento especial, la veta artística corría en su familia, que tenía convicciones políticas muy buenas.
“Eran refugiados españoles por su madre. Su padre era un ateo en Lagos de Moreno, epicentro de la región cristera: es el colmo de la rebelión. Entendía porque su papá era ateo y su mamá odiaba al franquismo. Era buen conocedor de la realidad mexicana; se convirtió en un analista fino.”
Para cerrar, El Fisgón afirmó que siempre ha pensado que los caricaturistas políticos son integrales, que su obra refleja lo que cada uno es y habla de su postura. “Eduardo del Río Rius, por ejemplo, dibujaba como niño, con el candor de quien descubre el mundo; era didáctico. Abel Quezada tenía un dibujo esquemático, fino, expresivo, gusto por la escritura. Rogelio Naranjo tenía un dibujo fino; ideal para su humor, que era de una ironía finísima. Helio Flores con su dibujo que se presta el humor bajo el absurdo”, concluyó.