No existe nada más eficaz para atar cabos que la memoria.
Expliquémonos. Si la política es el tejido de la memoria con el día a día de la colectividad y con su proyecto de un devenir consensuado mayoritariamente, la política sobrentiende la participación de un pueblo que reúne memoria histórica con una visión de un futuro que él mismo puede garantizar mediante sus propias fuerzas. Mientras la abstinencia y marginación de lo social es el ejercicio deliberado de ocultar y dejar sueltos los cabos de la historia común, con el objeto de crear confusión, dividir la percepción de la gente con distorsiones y fantasías que provocan un infantilismo que la hace manipulable y apta para fines de intereses particulares.
El momento histórico que vivimos con la 4T es un ejemplo palpitante de la política que no permite abstenciones ni disimulos de acción, es un momento que nos llama a colaborar activamente en reconocer los cabos sueltos que estén a nuestro alcance, exponerlos ante todos y, en armonía con nuestras comunidades, recuperarlos y devolverlos a su lugar en el tejido social del país que deseamos. Dicho de otro modo, por justa que sea una reivindicación personal, debemos inscribirla en un marco colectivo y activo.
Mi obsesión, por ejemplo, de recoger los cabos sueltos de la política agraria del actual gobierno, reclamando privilegiar los policultivos en general y en particular las milpas mesoamericanas, por encima de la agricultura para la exportación, debe tener en cuenta la importancia económica de ésta última para la estabilidad financiera del país, pero, ¡ojo!, sin por ello deber renunciar a luchar, con millones de familias campesinas, para la recuperación de su saber y de sus prácticas mediante la transmisión de estos a las nuevas generaciones. Reivindicación que no debería llevarme a luchar contra nadie, sino en favor de algo.
Asiento lo anterior, porque décadas de infantilismo político han llevado a nuestro pueblo del siglo XXI a ignorar los métodos para atar los cabos sueltos que deja cualquier cambio social y con mayor razón si implica transformaciones de fondo, además de las de forma. Desde luego, este reproche deberá recaer sobre los métodos corrompidos de educación política, con relación a todos los actores y grupos de la vida política mexicana. Por lo mismo, es indispensable volver la mirada hacia los menos corrompidos, porque ajenos a las maniobras de todo tipo de intereses, sin por ello creer que son vírgenes intocadas por la realidad y mucho menos grupos desmemoriados, sino porque estas personas conocen justamente lo peor de lo humano y lo mejor de lo mismo –que es su guía todavía–, porque aman el entorno biológico de nuestra sociedad capitalista y han sido sus víctimas cuando han querido llegar a su núcleo...
Trabajemos con la gente del campo y si algunos han sido “maleados”, ¡recuperémoslos!, hagamos el trabajo con asociaciones campesinas sin esquemas exógenos: en cooperativas de producción, distribución y consumo, sustentables y sólo lucrativas para la proliferación del esquema en todo el país. Marchemos pacíficamente y vayamos obteniendo resultados, atando cabos y fortaleciendo el tejido social de una población mayoritaria que sólo está esperando la segunda oportunidad de su papel histórico de clase para fortalecer una transformación pacífica. ¡Por la autosuficiencia alimentaria, pilar de la soberanía del país, Sembrando milpas y recuperando biodiversidad con base en la memoria histórica de los campesinos indígenas y mestizos!