“Te lo prometió Martí y Fidel te lo cumplió”, escribió Nicolás Guillén y recitaba para los niños, las mujeres, los pobres, la negritud… De casualidad viajé en el mismo vuelo que el poeta de la Habana a la Ciudad de México. Traía en mi equipaje de mano su famoso álbum Tengo y me concedió la alegría de autografiarlo: “Para Andrea, con toda la voz que ¡Tengo!”, y al lado de sus palabras dibujó una flor con tallo y pétalos, de la que salía un “¡México Lindo!” Gran regalo fue ese broche de oro que cerró la experiencia de mi primer viaje a Cuba (1978).
Fue una visita de “estudios universitarios”, organizada por Alberto Híjar, teórico marxista y crítico de arte, a quien todavía agradezco su esfuerzo por mostrar la realidad cubana al grupo de jóvenes universitarios idealistas que participamos.
Para mí lo más importante fue conocer directamente la vida privilegiada de la niñez que, a diferencia de los niños en toda América Latina, no pedían pan ni limosnas. Encontramos sí algunos libres como pajarillos, dispuestos a charlar y compartir sus espléndidas sonrisas. Tal como lo resaltan los carteles: “Cada día 80 mil niños mueren víctimas de enfermedades evitables. Ninguno es cubano”. Y este otro: “Esta noche, 300 millones de niños dormirán en las calles del mundo. Ninguno es cubano”. Ambas sentencias verdaderas y comprobables.
Cuba ya demostró al mundo que cuidar a la niñez y garantizar sus derechos requiere –más que enormes recursos económicos–, una gran voluntad política. Junto con erradicar el analfabetismo y obtener los mejores estándares en salud y educación, el bienestar de la infancia fue prioridad para la revolución cubana desde el primer día. Para la década de los 80, Cuba ganaba ya su lugar junto a países como Suecia, Francia o Alemania, en las tablas del Unicef, que los agrupan según indicadores altos, medios o bajos, de bienestar para la infancia.
El pensador, escritor y poeta cubano José Martí (1853-1895) fue el autor de la ideología y del proyecto político que tienen como eje una niñez sana y feliz. Para él, debía llegar el tiempo “del niño nuevo, capaz de devenir sujeto, en tanto agente de cambio…”. La infancia es el “espacio virgen, lleno de posibilidades. Los niños son la esperanza del mundo”. Y, como la joya que son, a los niños se les cuida y se les ama en Cuba, todavía…