Cinco discos nuevos, tres de los cuales contienen material inédito, y un sexto volumen, en formato Blu-ray, conforman la edición conmemorativa del álbum All Things Must Pass, de George Harrison, que ya está disponible en plataformas digitales y en distintos paquetes, el más lujoso de los cuales ofrece, además de todos esos discos, un libro de 96 páginas con muchas fotografías, también inéditas, y los manuscritos de casi todas las letras de las canciones del álbum. Además, reproducciones miniatura de los gnomos que aparecen en la portada del disco, incluyendo una miniescultura de Harrison, todo eso en un bonito arcón, a un precio que uno de los expertos en el tema calificó de “insane”: mil dólares.
Por fortuna, hay versiones a precios módicos y en Spotify son gratis, a menos que se pague la membresía, que cuesta al mes mucho menos que lo que cuesta un cidí. Además, es tal la cantidad de música que hay disponible hoy día, que nadie en su vida podría escucharla toda.
Originalmente álbum triple, ahora es quíntuple y suena como nunca soñó ni el propio Harrison, quien se conformó con las habilidades, muchas, del productor Phil Spector, a quien tuvo que cuidar de sus excesos, llevarlo al hospital, cuidarlo en el hospital y soportarlo de regreso.
El célebre “muro de sonido”, invención del orate Phil Spector, aparece poco en el álbum original. En la versión conmemorativa tenemos una gran fiesta para los sentidos, gracias a los avances tecnológicos de 50 años, en un cuidado de edición ejemplar que realizó Dhani Harrison, quien nació siete años después de publicado el disco, pero que conoce a profundidad el tema, pues participó en discos posteriores de su padre, cuya discografía es asombrosamente inabarcable, variada, siempre novedosa.
Dhani Harrison confió en las habilidades, muchas, del ingeniero de sonido Paul Hicks, quien echó mano de las herramientas más poderosas para lograr un trabajo que supera a sus equivalentes en restauración, por ejemplo, de pinturas, porque para recuperar los colores de la Capilla Sixtina, los técnicos recurrieron a colores que no existían en la época de Miguel Ángel, debido a que los pigmentos vegetales que usó el maestro para la obra original, sencillamente ya no los produce la madre naturaleza, en un procedimiento semejante a quienes han intentado reproducir el sonido de los Stradivarius, o siquiera de intentar explicar su magia, entre cuyos ingredientes figuran plantas ya extinguidas que los lauderos italianos usaron en los originales.
Lo que escuchamos en las bocinas, 50 años después de grabado el disco, es una obra de arte de rescate, más que de restauración, porque todo lo que suena es lo que quiso Harrison que sonara en el original, con la diferencia de que las herramientas tecnológicas de hace medio siglo no eran tan poderosas como las de hoy día.
Un ejemplo: en las sesiones jam del tercer disco, que Dhani Harrison bautizó como “the party disc”, escuchamos en la bocina izquierda la inconfundible guitarra de Eric Clapton haciendo cabriolas increíbles mientras en la derecha suena la inconfundible guitarra de George Harrison meciendo hadas en su hamaca.
Así distribuyó Dhani Harrison los materiales que extrajo de los archivos de su padre: en el disco Uno, identificado como “Día inicial”, en consenso con los testimonios de dos de los músicos que participaron en esas sesiones: Ringo Starr en la bataca y Klaus Voorman en al bajo, se reúnen las 15 piezas interpretadas por ese trío, que completó en vida George Harrison.
El disco Dos contiene “demos” de otras 15 canciones, el Tres es el “The Party Disc” y así los últimos dos tomos recogen versiones desechadas, tomas alternativas y muchos materiales cuya escucha produce el efecto de que George Harrison está aquí, junto a usted, hermosa lectora, amable lector, sonriendo gentilmente con su guitarra en ristre.
Estar en la cocina de un músico, como estar en la cocina de un escritor, es la intimidad gozosa que nos brinda escuchar materiales que aburrirían a quienes buscan efectos especiales, fuegos de artificio y demás bisuterías.
Hay varias versiones de Isn’t it a Pity, de las cuales nos quedamos con la más lenta y nos parece mejor que la que dejaron en el disco oficial, como suele suceder cuando se publican materiales inéditos. Es como si de pronto aparecieran textos con versiones diferentes de, digamos, Hamlet, de William Shakespeare, o del Ulysses, de James Joyce, o de Una habitación propia de Virginia Woolf y como lectores decidiéramos que nos gusta más el destino que dieron a sus personajes en las versiones que sus autores decidieron no publicar.
Así sucede con los materiales de la versión conmemorativa de All Things Must Pass, la obra maestra de George Harrison.
Y hablando de obras maestras, en las sesiones jam participaron legiones de músicos: además de los mencionados Ringo Starr y Eric Clapton: Billy Preston, Dave Mason, Peter Frampton, Gary Wright, Gary Brooker, Alan White, entre otros muchos.
Pero entre esos muchos estaban miembros de bandas señeras, como Badfinger, y también los músicos que después juntó Eric Clapton para nombrarlos Derek and the Dominos y grabar a su vez su obra maestra: Layla and Another Assorted Love Songs.
El 5 de diciembre pasado, dedicamos el Disquero a festejar los 50 años del álbum All Things Must Pass y ahora que salió la edición conmemorativa hacemos revisión y recomendamos con júbilo la escucha de los nuevos cinco discos.
El repaso consiste en refrendar que este álbum significa el doctorado cum laude de George Harrison en su preparación espiritual, que inició a los 22 años de edad cuando se convirtió al visnuismo y se sumergió en los textos sagrados de los Vedas, los Upanishad Gita y el Bhagavata Purana.
Su mentor musical y espiritual, Ravi Shankar, le dio a leer, en el primer día de clases, el libro Yogananda: autobiografía de un yogui, y le hizo saber que hacer música no significa hacer cabriolas, que es distinto ser “virtuoso” a poseer el don supremo, que en términos técnicos se resume en el vocablo “musicalidad” y que el sentido de todo trabajo consiste en servir a los demás, dar a los demás, procurar el bien de los demás, y le dijo también Ravi Shankar a George Harrison que eso lo llevaría muy lejos en su interior, “como se logra llegar muy lejos en el interior de cada uno con la práctica de la meditación”, le dijo el maestro Shankar a su alumno Harrison.
Y por eso el título del disco podría traducirse como: “Impermanencia”, o bien: “Todo es impermanente, ilusorio e insatisfactorio”, frase que resume un precepto budista. All Things Must Pass:
Sunrise doesn’t last all morning A cloudburst doesn’t last all day Sunset doesn’t last all evening A mind can blow those clouds away
Versos que dibujan con poesía precisamente la práctica de la meditación. Una de las técnicas consiste en eso: cuando un pensamiento distrae la mente en la meditación, con una mano, simbólicamente, retiramos de nuestra mente esa nube y podemos continuar en el entrenamiento de la mente, en lograr aquietar la mente, que en eso consiste el viaje interior.
Y así, en los siguientes versos nos aconseja alejarnos de lo ilusorio, del cultivo de malas emociones (odiar, envidiar, buscar el daño del otro: en eso consiste el sufrimiento): “tengan cuidado de la tristeza, eso daña, hiere, mata”.
George Harrison consagró su vida a la belleza, abrió los oídos de muchas generaciones para que pudieran abrir los ojos a la belleza que nos rodea:
Some things take so long But how do I explain When not too many people Can see we’re all the same And because of all their tears Their eyes can’t hope to see The beauty that sorrounds them Isn’t it a pity?
Feliz viaje al interior, hermosa lectora, amable lector.