“El daño al planeta es científicamente reversible, pero se tiene que actuar ya (expertos de la ONU sobre el cambio climático). Al mismo tiempo, se “exige” a México resuelva la desigualdad social”.
Tan difícil una como la otra. Apunto algunas ideas relacionadas con el tema: lengua materna que surge de la tierra madre, cuyas raíces arraigan al terruño brindando sensación de pertenencia ligada con el sol y con el agua, con la sangre y la tradición; tejiendo mil hebras, simbologías milenarias que arraigan en el cuerpo de la palabra y en la palabra del cuerpo.
Lengua natal que es gesto y susurro, quejido y quimera. Ésta ha sido una de nuestras grandes pérdidas, a pesar de que el idioma español igualó una manera de ser entre España y Latinoamérica. Perdimos nuestra lengua y la mínima evocación de alguna raíz náhuatl profundiza la escisión, la negación y la idealización.
Nuestros mitos fueron arrancados de raíz y andamos como espectros, sin historia, llorando los hijos no nacidos, llorando los hijos no nombrados, clamando a los dioses incompletos, mutilados, lacerados en el rodar escaleras debajo de los templos para sumirse en onda negrura a la que no llegan las plegarias de los mexicanos silenciados, marginados, que perdieron la voz y únicamente conservan el grito y el sollozo.
Ya no se sabe quién grita, ni si el grito proviene de adentro o de fuera, y así, la realidad se confunde; gritos, susurros, murmullos, plegarias, lamentos, silencios, oscuridad, túnel del tiempo, agujero negro; y así cabalga Rocinante en Tenochtitlan, y al ingenioso hidalgo de allende el mar las pirámides se le vuelven molinos de viento, y no es La Mancha, ni Castilla, ni los borregos son ejércitos, sólo saetas mortales que hienden de luz los ojos y, de pronto, la oscuridad; guerra en la sangre, en la sangre de los muertos, los vivos, si los vivos, hay que liberar a los vivos o a los muertos, de todos modos no hay diferencia, ya no se sabe quién está vivo y quién muerto, dónde empieza la ficción y dónde la realidad.
Entre el nombre y las cosas, sólo un espacio abismal. Si hay que liberar prisioneros, ¿de dónde? ¿De la montaña mexicana caminando?
Fija un punto y verás La Mancha, Castilla, un castillo: Chapultepec; sí, las fuentes y los jardines, aún hay sol, montañas, la Sierra Madre, la Ventera, la Princesa de las Quimeras que duermen cubiertas por las nieves eternas que se mezclan con virginal palidez y, junto a ella, un caballero andante Iztaccíhuatl, el que bien sabe deshacer entuertos y luchar aguerrido cuando los rufianes pretenden inquietar el sueño de su doncella, que bajo luz plateada, descansa en eterno sueño como mi Dulcinea en el Toboso.
Sol, luz y miseria y una predisposición especial a soñar nos condujo del soñar a la vagancia y nos hace lentos, despreocupados e indolentes, menospreciando el trabajo. Sólo nos preocupa procrear más hijos soñadores, como forma de sobrevivencia, mas no como activos amadores, sino como felices e indolentes paridores de hijos, ya que sabemos que la vida es sueño y el sueño es tiempo. ¿Y la poderosa ONU quiere que cambiemos? Cómo cambiar el seguir sembrando maíz con el dedo gordo del pie derecho y entrar a trabajar al mundo electrónico.