Ciudad de México. En América Latina los gobiernos han utilizado los servicios de inteligencia para vigilar a periodistas, sindicalistas, empresarios, políticos de la oposición e incluso a los aliados. Con esta certeza, el escritor argentino Jorge Fernández Díaz (Buenos Aires, 1960) hizo una novela de espionaje adaptada a la realidad: “lo que tenía que hacer era crear un detective que fuera un criminal de Estado”.
Su personaje Remil reaparece como protagonista de La traición, que “no es una novela de buenos contra malos, sino de malos contra peores”, declara en entrevista el autor. Este espía, describe, “es alguien que trabaja en la entretela del poder, arregla los problemas de los políticos, manipula esa parte oscura que yo creo existe en todas partes de América Latina.
“No es lo mismo crear aquí a un personaje de novela negra que en los países anglosajones. Decía Borges que, por lo menos en Argentina, era imposible crear un personaje de un comisario o investigador quijotesco. Para empezar, la gente creía que la policía era toda corrupta y no tiene verosimilitud”.
La tercera entrega de la trilogía sobre espías se envuelve en la permanencia del discurso peronista, la nostalgia por la revolución y las intrigas desde El Vaticano. Las oscuras relaciones de poder son intervenidas desde el servicio de inteligencia en Argentina. “Todo es absolutamente ficcional; sin embargo, todo está hecho con el material de la realidad”, señala Fernández Díaz.
“Para mí el insumo básico de literatura es el periodismo”, asegura con ocho libros en su haber. Desde hace 40 años ha ejercido el periodismo al mismo tiempo que la literatura. En la actualidad es columnista en el periódico La Nación y en el programa radiofónico Pensándolo bien. “La ficción me permitió contar la parte indecible del periodismo. Remil es producto de esa necesidad, de crear un agente que de alguna manera diga lo que no se ve, lo que ni si quiera los medios de comunicación pueden contar”.
En la novela, que transcurre en los tiempos actuales, se violenta la intimidad con programas que derriban las corazas informáticas y los teléfonos celulares. Además de “pinchar” teléfonos (es decir, intervenir las líneas) y poner micrófonos en oficinas, hogares y entre allegados, los jefes superiores de inteligencia hacen uso de una red de sicoanalistas y prostitutas para lograr minuciosos informes. Los escándalos en redes sociales son una de las herramientas para pisotear al enemigo.
Remil “es un personaje que hace cosas miserables”. Es inescrupuloso y peligroso, pero todo termina a favor suyo, “yo me tomaría una cerveza todas las semanas con él, sin duda”, dice su creador. En La traición, que publica editorial Planeta, se ve en medio de sus dos jefes y mentores, el coronel Cálgaris y la Señora 5, la jefa de inteligencia del presidente.
La pandemia fue el momento en el que se desencadenó la intrincada trama, con un estilo que imita el habla cotidiano de los argentinos y donde todo ocurre “en el tiem-po real”.
Del papa Francisco, más que su presencia física, “está su sombra. Porque Bergoglio interviene en la política menuda de mi país, no sé si en otros países latinoamericanos. El thriller político siempre responde a una pregunta, y en ese caso es qué pasaría si El Vaticano descubre que alguien a quien recibe el Papa, que cree en los ideales revolucionarios de los 70, apoyado por la Iglesia católica, se toma en serio esa ficción de la política y decide que se vive un Estado pre revolucionario y que hay que dar un golpe de efecto como hace casi 50 años”.
Mientras vivía en París, tres años atrás, nació la idea sobre esta tercera historia de Remil, quien hizo su primera aparición con El Puñal, en 2014. Jorge Fernández ya había escrito otras novelas del género negro y de misterio, una de ellas encabezadas por Sherlock Homes y Borges.
En La traición, señala, la exigencia de verosimilitud, “es mucho mayor porque la historia viene de leer los periódicos, de ver los informativos, entonces debe ser veraz y a la vez mantener la espectacularidad, las vueltas de tuerca del género. Unir esas dos variables es lo que más me ha perturbado y me ha resultado más difícil de hacer. Una gran aventura durante este año de pandemia desgraciado”.
Un dedicatoria inicia las páginas del libro recién publicado: a Verónica Chiaravalli, “con quien convertimos la larga cuarentena del 2020 en una larga, maravillosa luna de miel y en un gran laboratorio literario”.
Acota que no todo fue miel sobre hojuelas en la cuarentena en Argentina. “Este año y medio en verdad estuve encerrado trabajando día y noche en la novela. Fue una experiencia bastante fuerte. Siempre se exigen investigaciones, consultas para obtener veracidad, cierta tendencia mía del periodismo de checar todo. Tuve que hacer muchas cosas por teléfono, por Zoom, llamar a amigos, médicos, viejos policías y detectives que me han ayudado”.