“Repetirse (coma) como Bach (punto)”.
Gusto de oralmente citar así, reducido a la mitad o menos, un dictum de Cioran, que mi (mala) memoria ubicaba en De lágrimas y de santos (título que también recordaba distorsionado, como De lágrimas y de ángeles, cursilería no sé si excusable), aunque procede de Ese maldito yo.
Traigo a cuento el aforismo porque, gracias a una amiga (mis libros desde el temblor del 17, más el agregado de la pandemia, están prácticamente embodegados), de pronto volví a tener en mis manos la primera edición de El mago de Viena, de Sergio Pitol, que releí según eso “de inmediato” (no soy lector voraz y para peor mi capacidad visual ha disminuido muchísimo), en el que un tanto “repite” recursos de El arte de la fuga, libro prodigioso donde, por cierto, el ensayista y narrador cita al rumano, quien de manera distinta –esto es una interpretación– diría en alguna entrevista que en cada voz habitan varias voces.
Resulta claro que la repetición es figura clave en la forma musical (en cierto comentario encuentro que “más que una forma fija la fuga es un estilo de composición”) y que Pitol estaba tan interesado en la forma como en el estilo (“esa emanación del idioma y el instinto”).
Este excelente y brevísimo pasaje se encuentra en la página 45 del volumen inicialmente publicado por el FCE: “Uno, de eso soy consciente, no busca la forma, sino que se abre a ella, la espera, la acepta, la combate. Y entonces, siempre es la forma la que vence. Cuando no es así el texto tiene algo de podrido.” Líneas que con mínimas variantes reaparecerán en la página 232, y a las cuales se agregan, en ambos casos, sendos párrafos –también similares entre sí– sobre El tañido de una flauta.
Por casualidad Estuve en Xalapa cuando se anunció el Premio Nacional de Lingüística y Literatura para el ex diplomático, y me atreví a visitarlo. En un momento en que se ausentó no pude resistir asomarme a la página, quizá tarjeta, inserta en el carro de la máquina de escribir. Otro pasaje, de lo que después sería El arte de la fuga.
El arte de todo arte consiste en repetir sin repetir, me he repetido con frecuencia. En Pitol tal ideación –si no idea– halla fundamento.
Pero prefiero cerrar de otro modo esta entrega, que se dejó llevar, así nomás, por el lenguaje: “Será siempre el lenguaje quien anuncie los caminos a seguir”.