Acaba de producirse en Francia uno de los eventos más extraordinarios desde hace más de 50 años en la historia literaria de este país. Se trata de la reaparición de un documento de varios miles de páginas manuscritas del escritor Louis-Ferdinand Céline (1894-1961) que estaba desaparecido. Estas páginas y folletos escritos por este autor de libros tan célebres, como Voyage au bout de la nuit, le fueron robadas durante el pillaje de su departamento de Montmartre en 1944, durante la época final de la Segunda Guerra Mundial, en el momento de la Liberación, cuando Céline, sospechoso de colaborar con las fuerzas de ocupación del régimen nazi, huyó del país para refugiarse en Alemania.
La historia del robo de estas páginas manuscritas y de su recuperación, 75 años más tarde, es digna de una novela a la vez policiaca, de espionaje, social y política. Durante toda su vida, Céline vociferó que le habían robado el manuscrito de un libro que debía constituir el tercer volumen que formaría una trilogía con Voyage au bout de la nuit y Mort à crédit, bajo el título de Casse pipe. Incluso sus admiradores dudaban que este libro hubiese verdaderamente desaparecido... si acaso alguna vez existió. Y bien, hoy día, estupor, el manuscrito reaparece. Lo poseía un periodista. Este hombre lo obtuvo de manos del ladrón, a condición de que el texto quedase oculto y no fuera publicado mientras viviese la señora Destouches, apellido verdadero de Céline, él mismo médico de los pobres atendidos gratuitamente, y que así la viuda del autor no pudiera aprovechar los muy importantes derechos financieros previsibles, pues el ratero como el periodista, ambos sectariamente marcados por su ideología extremista, odiaban a la mujer de Céline por razones de antagonismo político radical. Es curioso notar que Lucette Destouches fue una artista bailarina, de obsesionante fascinación en su marido, que vivió 106 años.
La vida y la obra de Louis-Ferdinand Céline habrán, pues, sido marcadas, totalmente y hasta el final, por los conflictos y los odios del siglo XX, y sus querellas se verán incluso prolongadas después de su muerte, puesto que dejan todavía las trazas de su pasaje. Todo comenzó con la salida, en 1932, de su libro más célebre Voyage au bout de la nuit, al provocar de inmediato un verdadero sismo en el mundo literario. El autor no escribía en la lengua admitida por las reglas académicas del buen uso. Se atrevió a inventar una nueva manera de tomar, y de dar, la palabra instalando la violencia del lenguaje popular hablado en el seno mismo de su relato. Era un nuevo sonido, una nueva música y, como la forma del estilo modifica el sentido profundo de las palabras, fue una conmoción completa del lenguaje que provocó reacciones contradictorias, tanto de admiración como de rechazo. La perturbación llegó a su colmo, reforzada porque el tema tratado en el libro, el de la gran guerra de 1914-18, Primera Guerra Mundial, era el sujeto de todas las controversias y polémicas nacionales. Nadie podía olvidar la guerra que tanto asoló el suelo francés, tantos hombres mató, tantas familias destruyó, y Céline había dado la palabra al relato del espanto al introducir y dejar todo el espacio a la voz, a la palabra hablada, directamente surgida del cuerpo y del corazón de quienes se acuerdan porque lo han vivido y no quieren perder su tiempo con bellos discursos tradicionales, tan vacíos y falsos como los homenajes rendidos a las víctimas, semejantes a las floridas coronas fúnebres después de haberlos enviado a la muerte. La lengua de Céline es todo lo opuesto a un discurso oficial; al contrario trata de seguir un camino mucho más difícil de encontrar: el de la búsqueda de un tiempo vivido y restituido con el tono y los acentos más próximos de la realidad. El mismo Céline decía qué suma de trabajo le costaba esto para llegar a alcanzar el tono justo, como a una bailarina lograr el milagro de su vuelo.