El Congreso de la Ciudad de México que ya casi culmina en su primera legislatura, quedará a deber a los habitantes de la capital del país un cúmulo de acciones que no se pudieron dar porque la guerra tribal entre los grupos de Morena, principalmente, obligaron a esas fallas.
Aunque ya con la experiencia a flor de piel, y sin querer repetir los errores que llevaron a fallas imperdonables –cuando menos eso dicen– los diputados de ese partido, de Morena, se reunirán este fin de semana no para hacer más hondas sus diferencias –es un buen deseo–, sino para llegar a acuerdos que les permitan gobernabilidad.
Pero de entrada el problema se repite. El fin de semana se habrán de enfrentar las dos fracciones que estuvieron en pugna desde el inicio de los trabajos del Congreso que ya están a punto de terminar.
Por un lado, la diputada Martha Ávila, que defiende las ambiciones políticas de Clara Brugada y juega del lado de Valentina Batres, y por el otro José Luis Rodríguez, a quien se acusa de ser parte del equipo de Ricardo Monreal –nunca lo ha desmentido públicamente–, aunque hay quien lo ubica como gente de la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum.
No resulta necesario advertir que entre estas dos tribus los acuerdos no se han dado, y que sus intereses, aunque provengan del mismo organismo, no son los mismos, aunque ahora hay mucho más en juego, y eso está en la conciencia de ambos.
En el juego político, hoy se vive el final, el último lapso –tres años–, del gobierno de Claudia Sheinbaum y esto en términos del quehacer del Congreso significa apoyar o impedir que los proyectos de esta administración culminen de la mejor manera.
Desde lejos se podría decir que Morena podría apoyar a la Jefatura de Gobierno sin mayores tropiezos, sus diputados, más los de otros partidos que se han solidarizado con los proyectos de la administración, tendrían la mayoría para dar salida a los proyectos, algunos ya anunciados.
No obstante, la realidad no es así. El partido Morena, en la Ciudad de México, carece de cabeza, bueno, aún figura al frente Héctor Ulises García, uno de los autores de que se perdiera la mitad de la ciudad, pero ni tiene el respeto de la militancia ni es capaz de imponer ninguna idea a los diputados al Congreso, y eso dificulta, aún más, que se puedan dar acuerdos entre las tribus en pugna.
Total, serán dos días, viernes y sábado que tendrán que señalar un nuevo derrotero de trabajo en el Congreso, o bien se renovarán los odios políticos y las diferencias se harán más grandes y el destino de los proyectos de gobierno habrán de formar una gran interrogante que por el momento no tiene respuesta.
Hace algunos días los diputados se reunieron con la jefa de Gobierno, lo que ahí se dijo no ha trascendido, pero el supuesto es que la plática tuvo que ver con eso, con las ideas que deberán mejorar la vida en la ciudad, y no con los rencores que pueden hacer peligrar los planes. Vamos a ver.
De pasadita
En el vaivén de los acomodos que por disposición de ley obligó a la paridad de genero, se tomaron decisiones que se alejan de lo que la misma ley advierte.
Y si alguien supuso que en el tribunal electoral federal las cosas van de mal en peor, en el local no cantan mal las rancheras, con decirles que Elizabeth Mateos, aquella que fue delegada en Iztacalco y que luego heredó el puesto a su compañero sentimental, se coló al Congreso, pero no se horrorice aún.
En esos juegos que soóo se dan en esas instancias de poder, la magistrada, Martha Alejandra Chávez trató de colar al Congreso a Fernando Belauzarán, un radical de izquierda ahora convertido en un radical conservador. La jugada no le salió a la magistrada, pero por poquito y nos perjudica.