En el Vaticano se realizó la primera audiencia por el juicio al cardenal Angelo Becciu y otros nueve funcionarios de la Santa Sede. Los cargos van desde malversación de fondos y corrupción hasta extorsión. Es un juicio histórico, por ser la primera vez que se procesa a alguien de alto rango de la curia. Angelo Becciu, que fue uno de los hombres de confianza del papa Francisco, enfrenta acusaciones de abuso de poder y soborno, así como una extraña relación con una mujer también enjuiciada, Cecilia Marogna, a quien Becciu contrató en 2016 como consultora, llamada por la prensa italiana la Dama del Cardenal ( La jornada, 29/7/21). El escándalo se destapó desde 2019, cuando los medios italianos descubrieron que el Vaticano había suspendido a funcionarios tras detectar “graves indicios de corrupción”.
La imputación se centra en la compra fraudulenta, por unos 350 millones de euros, de un edificio de Londres que no los vale. La operación se realizó en 2013 con fondos del Óbolo de San Pedro, destinado para financiar obras de caridad. La transacción se dio por un precio superior a su valor habitual. ¿Cómo entender este nuevo despropósito que cuestiona los principios y valores con que se maneja la curia romana? ¿Cómo es posible que los financieros de Dios, sustraigan fondos de las limosnas de los fieles que se destinarían a las obras de caridad?
El proceso es un golpe muy duro para el papa Francisco. Becciu fue sustituto de la Secretaría de Estado del Vaticano, uno de los cargos más poderosos de la curia romana, fue un asesor muy cercano al papa. Lo defraudó. El proceso penal contraviene totalmente los señalamientos y críticas del Papa sobre la corrupción. Quebranta no sólo el discurso papal, sino que abusa la confianza que depositó en él. Por ello, en abril pasado el Papa decretó un motu proprio titulado: Por la que se establecen disposiciones sobre la transparencia en la gestión de las finanzas públicas. Son medidas internacionales de transparencia en el manejo de recursos financieros, declaración de patrimonios, prohibición para detentar bienes directos o de terceros e impedimentos para que altos jerarcas participaran como socios en empresas lucrativas. Este decreto se centra en altos funcionarios de la Santa Sede que incluye cardenales. Asimismo, en esta dirección, el 25 de julio, se transparentó públicamente el patrimonio inmobiliario de la Iglesia católica. El valor atribuido a esos inmuebles es de 883 millones de euros, en gran parte compuesto por unas 5 mil propiedades. La mayoría están en Italia, pero también en Francia, Reino Unido y Suiza.
Sin embargo, las finanzas no se le dan a Francisco. Precisamente fue uno de los encargos más apremiantes del cónclave de 2013 que lo encumbró como pontífice, esto es, reformar la curia por sospechas de alta corrupción y poner orden en las finanzas del Vaticano. El mandato fue preciso, estabilizar el manejo financiero de la Santa Sede y evitar los recurrentes escándalos que tanto han perjudicado la credibilidad de la Iglesia.
Al menos desde los años 70, el Vaticano se ha visto involucrado en escándalos financieros. En ellos se le acusa recurrentemente de inversiones dudosas e ilegales, lavado de dinero y malversación de fondos.
Al Vaticano lo persigue la maldición de Marcinkus y Calvi, los banqueros de Dios. Fines de los 70 y principios de los 80, el escándalo fue mayúsculo. El arzobispo Paul Marcinkus responsable de las finanzas del Vaticano, nombrado por Paulo VI, se asoció con Roberto Calvi, propietario del Banco Ambrosiano, en actividades financieras delictivas. Así lo denunció, bajo presión penal, el banquero Michael Sindona ligado a la mafia y a la masonería. Lavado, paraísos fiscales, evasión, inversiones clandestinas, sobornos. El episodio termina con el drama del asesinato de Calvi en 1982, colgado de un puente en Londres pretendiendo aparentar un suicidio.
Bajo el pontificado de Benedicto XVI (2005-13) resurgen intrigas y acusaciones de corrupción financiera entre bandos opositores de la curia, episodio denominado Vatileaks. Francisco no ha podido sacudir el estigma de la malversación de los recursos de la Iglesia. Por el contrario, no ha tenido aciertos en nombrar a sus colaboradores. Está el caso del cardenal George Pell, número dos de la curia, envuelto en denuncias por abusos sexuales en Australia. En 2015, otro caso, el prelado español del Opus Dei, Lucio Ángel Vallejo Balda.
Las finanzas del Vaticano presentan números rojos. Perdió 48 millones de euros en ingresos en 2020 por la pandemia y prevé un déficit de 50 millones en 2021. Pero es lo menos grave, de seguir así, estará en quiebra financiera absoluta para 2024. Esta es la principal advertencia del libro Giudizio universale (Juicio universal), del periodista Gianluigi Nuzzi, un estudio minucioso de la economía de la Santa Sede. El libro establece que, debido a la crisis de credibilidad, por abusos sexuales y escándalos de poder, las donaciones enviadas al Vaticano se han reducido drásticamente. De sus propiedades, cerca de mil edificios están vacíos, mientras otros se ocupan sin cargo. La mala gestión de las propiedades, dice Nuzzi, agrega pérdida de 25 millones de euros anuales. Sume usted la estructura financiera vaticana minada por la corrupción. El Papa ha enfrentado la corrupción financiera, los privilegios y abusos de altos miembros de curia que sólo defienden sus intereses y son un polo de resistencia y confrontación contra el pontífice. Las finanzas y la corrupción interna son focos de vulnerabilidad para las reformas que anhela Francisco.