En numerosos espacios académicos y políticos es posible hallar, como en los años 60 y parte de los 70, una ebullición aguda que apunta a los monstruosos impactos sociales causados por el capitalismo global, al tiempo que este sistema económico enfrenta escollos inmensos para la continuidad de su operación; también es posible advertir, por toda la geografía planetaria, tensiones políticas estremecedoras procedentes de la brutalidad de su actividad expoliadora. Ningún problema social, sea la miseria, el hambre, la expulsión territorial, la migración, la guerra, la inestabilidad de las fronteras, es ajeno al vándalo accionar capitalista irrefrenable de los países centrales, especialmente Estados Unidos (EU).
No está a la vista una explosión social capaz de cambiar el curso de la historia de la infamia capitalista, aunque esas explosiones no emiten advertencias. La acumulación de tensiones en las masas no producen cambios si no se traducen en conciencia profunda, en organización, y en enseñanzas de lucha. Como dijera el clásico, la liberación de las masas es obra de las propias masas. Antes, deben desaprender las falacias del neoliberalismo que por décadas embuchó las mentes de millones, muchos de los cuales fueron educados hasta el hueso y hoy se llaman “liberales demócratas”.
Los gobiernos del centro imperialista perciben los callejones bloqueados y buscan salidas. Las innovaciones tecnológicas están impedidas de superar el bloqueo, como lo mostré en este espacio el pasado 13 de julio, con la caída de largo plazo de la productividad. El capitalismo financierizado no tiene salida, los poderes del mundo deben pasar esa página negra que creó la desigualdad sin precedentes. Es necesaria una ruta productiva, con un corrimiento de la frontera económica desarrollada sobre el mundo subdesarrollado, pero sólo sería posible cambiando exclusión por inclusión social. Sólo así hay ampliación y profundización del mercado, con resultados sociales reales. Integración negociada de la población hasta ahora excluida. En cada país, según sus particularidades específicas.
Para América, está ahí la propuesta de AMLO de crear una suerte de “Unión Europea”, aunque esta experiencia tendría que ser objeto de una revisión profunda: son muchísimos los problemas de operación política y económica que actualmente la tienen haciendo agua en abundancia.
La propuesta del Presidente tiene la virtud no sólo de apuntar una salida a los bloqueos de la economía global, sino también una superación, de sensibilidad eminente, de la situación geopolítica de altísimo riesgo creciente entre EU y una China que tiende velozmente a superar a la economía estadunidense asociada al poder militar de Rusia. Una confrontación abierta, como está ocurriendo, atizada permanentemente desde todos los puntos de poder dentro de EU es, irrmediablemente, un juego donde “todos pierden”. Esta cara de la perinola geopolítica es el suicidio, y nada más.
El sistema puede ser llevado a una situación que aminore el riesgo catastrófico de los conflictos, que cuente con un espacio territorial negociado de desarrollo, acordado por fuerzas políticas, con un propósito expreso de eliminación de la miseria, del aumento sustantivo de la salud y la educación y de cuidado de la naturaleza. El camino de mostrar las garras y los colmillos de la milicia, como lo hace cada día EU, no lleva a ninguna parte socialmente deseable. Tarde o temprano, las aventuras bélicas de EU sólo han sido sufrimiento y muerte para millones, y han terminado en las escenas hoy a la vista: EU levanta sus cachivaches, después de gastar millones que se embolsaron unos pocos tipos infames, los señores de las armas, socialmente inútiles, y acumula lisiados de guerra de cuerpo y mente en su territorio.
Mientras la temperatura guerrera sube en el Ártico, con EU y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) frente a Rusia y, abarcando el Pacífico, mucho más allá del mar de China Meridional, con EU frente a China, México propone, por voz del Presidente, una operación más equilibrada de la economía global, con el fortalecimiento del desarrollo de toda América, en un proyecto que sólo puede ser cabalmente inclusivo o no será.
La disyuntiva actual es histórica, por eso es crucial. El camino del holocausto humano, para quien quiera verlo, está frente a nuestros ojos y es muy corto: los poderes del planeta pueden transitarlo en un santiamén; o decidirse por el largo camino civilizatorio de una salida para el cuidado de todos los humanos y de su hábitat natural. Establézcase una competencia por el bienestar, por la solución definitiva del cambio climático, por el desarrollo de las artes, por una ciencia y una técnica para volver de veras humano a este homo cuyo mayor poder hoy apunta contra el prójimo.
“No será fácil, y los progresos no serán instantáneos, pero estamos comprometidos a hacerlo bien”, expresó Kamala Harris el pasado miércoles refiriéndose a tres pequeños países de Centroamérica. Es la pequeña medida en que EU se siente parte de la humanidad.