Pasó la consulta y el resultado, que no podía ir más allá de lo que ya todo mundo comentaba y sabía, fue, como estaba previsto, el mismo al que obligó la voluntad perversa por descalificar la participación popular, aunque ese afán se topó, hay que decirlo fuerte, con siete millones de personas que pese a todos los obstáculos quiere echar luz sobre tres décadas de desgracias para México.
Los factores que jugaban en contra de una amplia votación ya estaban, también, sobre la mesa. Frente a una gigantesca ola de propaganda para descalificar la consulta, de la cual estaban conscientes, desde siempre, las autoridades electorales, la difusión del motivo que impulsó la consulta –juzgar a los ex presidentes– se perdió en la palabrería de una pregunta cantinflesca que sólo podía provenir del interés malsano de confundir, y de inhibir al ciudadano.
Y del otro lado, para los que pretendían provocar la participación, y la reacción de la gente, se dictó la prohibición –en los medios electrónicos–, de aclarar el galimatías que inventaron los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para dejar sin efecto la razón de la consulta.
Pero hubo más, apenas se instalaron la mitad de las mesas que se fijan en las elecciones recurrentes; la información en la que se decía donde habrían de ponerse las escasas mesas, se hizo erróneamente y el INE tuvo que rectificar –después de confundir al posible votante–, y se instalaron mucho después del horario marcado en las reglas para la consulta.
Entonces ya habían pasado las 18 horas del pasado domingo y el INE dio el resultado: solo un poco más del siete por ciento de la gente llegó a las urnas y emitió su voto.
Los comentarios a botepronto hablaban del fracaso de la consulta, pero no decían, en tal caso, que había triunfado la impunidad, y que esta vez se apostó por la desmemoria.
Frente a la pregunta que buscaba aclarar muchos hechos del pasado, se construyó una pesada y larga cadena de complicidades que necesitan de la impunidad para no perder poder, y para repetir, si se les da la oportunidad, de volver sobre la misma ruta que los volvió muy, muy ricos, y que dejó al país pobre, muy pobre.
Seguramente en el futuro inmediato, y en el de largo plazo, la decisión de quienes operaron la consulta habrá de reflejarse en hechos que permitan, a esos mismos personajes aprovechar desde todos los frentes los dictados de la corrupción para conseguir un motivo para burlar a la historia, porque suponen que han encontrado la forma de castrar a las mayorías.
Esto aunque a decir verdad, de ese 10, o siete por ciento de sufragantes que contabilizó el INE, casi todos opinaron que sí, que se debería juzgar a los ex presidentes, y eso no debe pasar inadvertido.
Habrá que decir de todas formas que no estaría mal que el porcentaje que quiere que se aclare lo sucedido en los gobiernos pasados acuda a la Fiscalía General de la República a exigir que se investigue a los personajes a los que se dedicó la consulta.
Éste será el momento de tomarle la palabra a quienes desde la derecha opinaban que la ley no se consulta y esos siete millones que acudieron a las urnas pidan, por todos los medios, que la fiscalía inicie las investigaciones pertinentes. Hay que recordar que ya no tienen fuero.
De pasadita
Nos cuentan, de muy buena fuente que el ambiente en la Suprema Corte de Justicia de la Nación se ha enrarecido mucho el ambiente por aquello de la posibilidad que Arturo Zaldívar prolongue su estadía a la cabeza de ese organismo y de la judicatura.
Según quienes han seguido de cerca el proceso, Zaldívar no cuenta con el apoyo de ninguno de sus pares. Ni aún los ministros que se dicen son simpatizantes de la 4-T estarían dispuestos a acompañar al hoy ministro presidente. ¿Será cierto?