La semana pasada el Fondo Monetario Internacional (FMI), modificó sus previsiones de crecimiento del PIB de México para este año de 5 a 6.3 por ciento. Con ello el FMI se unió a otras instituciones bancarias como JP Morgan, Itau BBA y Banorte, quienes en mayo proyectaron que este año la economía mexicana crecería, 6.5, 6 y 5.9 por ciento, respectivamente.
De acuerdo con el Inegi, el PIB se contrajo 8.5 por ciento durante 2020. En palabras del doctor Julio Santaella, “las actividades con mayores contracciones fueron los servicios de esparcimiento (–54 por ciento), servicios de alojamiento y preparación de alimentos (–43.6), transportes (–20.4) y la construcción (–17.2).”
Tras la caída, el sector manufacturero, impulsado por la demanda externa fue el primero en reactivarse. Luego la demanda doméstica, asociada al sector servicios, comenzó a mostrar recuperación.
Aunque es más complejo, se puede decir que la reapertura de las principales economías globales y el incremento de la demanda de productos destinados a la exportación, fue el primer motor en encenderse. Las disrupciones en las cadenas globales de suministro, evidente en la escasez de semiconductores (industria automotriz), por ejemplo, han detenido el crecimiento de este sector. No obstante, el avance en el programa de vacunación y el relajamiento en las restricciones a la movilidad y esparcimiento etcétera, han contribuido a que la población recupere sus patrones de consumo, beneficiando a sectores como servicios de alimentos y turismo.
El Indicador Oportuno de la Actividad Económica estimó que durante junio de 2021 se registró un aumento de 792 mil empleos formales respecto de 2020, siendo el sector de preparación de alimentos el que mejor desempeño tuvo.
El crecimiento a corto plazo no parece ser un problema y es altamente probable que, como anunció el FMI, el PIB continúe creciendo a ritmo de 4 por ciento en 2022. Sin embargo, también es altamente probable que “el rebote” que experimentará la economía mexicana en los próximos años no sea suficiente para crecer de manera significativa a mediano y largo plazos.
Aún no queda claro si la pandemia de Covid-19 causó un daño estructural a la economía.
El estudio Demografía de los Negocios, realizado por el Inegi (mayo 2019 a septiembre 2020) da una idea de la situación. De acuerdo con el mismo, en el periodo mencionado “murieron” 20.81 por ciento de los negocios registrados en el estudio anterior, siendo las microempresas (20.8 por ciento) y las Pymes (21.17 por ciento) el tipo empresas más afectadas. El mismo estudio señala que las firmas de “servicios privados no financieros” tuvieron la tasa de “defunción” más alta con 24.9 por ciento.
La encuesta Ecovid-IE señala que en febrero 85.5 por ciento de las empresas sufrieron una afectación por la pandemia, 73.8 por ciento declararon una reducción de ingresos cuya tasa alcanzó en promedio, una disminución de 42.9 por ciento. Como era de esperarse, a consecuencia de dichas reducciones, 37.65 por ciento de las empresas registraron una disminución de personal.
Aunque resultaron menos dañadas, los efectos de la pandemia no se limitaron a las micro y pequeñas empresas; 33.1 por ciento de las grandes firmas registraron una caída de ingresos y 31.2 por ciento tuvieron una baja de demanda de productos y servicios; 27.1 por ciento de las empresas admitieron que, en los próximos seis meses (a partir de marzo de 2020), tendrían que retrasar el pago de deudas, 22.7 por ciento de las organizaciones admitieron haberlas incrementado.
Mientras la economía parece recuperarse de manera satisfactoria, el crecimiento a largo plazo presenta inquietantes y preocupantes interrogantes. La tasa de “defunción” de empresas durante la pandemia, la reducción de ingresos, el menor personal contratado y el incremento de la deuda, nos dan pistas sobre el “estrés económico” que está experimentando un número relevante de negocios.
En estos datos, es posible prever que las empresas están en o tendrán en el futuro, problemas de liquidez. La situación de sus hojas de balanza podría convertirse en inconveniente para la economía en el futuro, porque, entre otras cuestiones, supone un recorte a la inversión y una pérdida asociada en el mercado laboral.
Hoy México y el mundo viven una nueva ola de contagios ante las variables del virus de Covid-19, el cual vuelve a someter el entorno económico con más retos e incertidumbres; registrar el daño causado hasta ahora y sumar los nuevos retos, hace imprescindible más que nunca de un gran acuerdo de la esfera pública y privada teniendo como base común el beneficio nacional. El piso común de dicho acuerdo debe ser el considerar que, pese a los estragos de la pandemia, somos una economía que tiene signos de vitalidad y fortaleza y tener claro y demostrar que la unidad del sector privado y el sector público da la posibilidad de enfrentar de la mejor manera los retos en favor del beneficio de todos.