Tal vez, en lo inmediato, los únicos ganadores del inaugural ejercicio consultivo de ayer hayan sido los ex presidentes de la República y, en general, la clase política corrupta.
En realidad, la primera consulta popular nacional con sustento legal llegó herida de muerte al domingo de la votación, y no fue solamente por el manejo que la cúpula del Instituto Nacional Electoral (INE) aplicó al proceso, con Lorenzo Córdova y Ciro Murayama utilizando los ingredientes de la insuficiencia presupuestal, la laxitud de la pregunta oficialmente establecida y las “complicaciones” operativas para dar continuidad a la larga batalla que sostienen con la Presidencia de la República y Morena.
El declive se inició en octubre de 2020, cuando la Suprema Corte de Justicia de la Nación aprobó en cerrada votación (seis sufragios a favor contra cinco) el dar carácter constitucional a la propuesta en general de la citada consulta y luego, por ocho votos contra tres, reformuló muy a la baja la propuesta presidencial, que expresamente planteaba la acción justiciera contra ex mandatarios citados por nombre y apellidos, para dejar la pregunta oficial convertida en un amasijo de indefinición, en un desaliento de origen, en sideral demagogia judicial que no llevaría a ningún aterrizaje verdadero, realmente vinculatorio.
El Presidente de la República y su partido también contribuyeron a la confusión y al desaliento. El político tabasqueño, que llegó a Palacio Nacional gracias a una histórica avalancha de votos a su favor, justamente por entenderle como alguien que sería un imparable combatiente contra la corrupción, se sostuvo en su anunciada decisión de no ver al pasado y no intentar el castigo contra Salinas de Gortari, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto, a los que fustiga con frecuencia desde el atril matutino, pero sin ir más allá de la retórica.
Fue zigzagueante el presidente López Obrador: sí, pero no; no, pero sí. Dijo que votaría en Nayarit si encontraba una casilla especial, aunque sabido es que no habría de ese tipo. En todo caso, votaría en contra, advirtió. Ayer, por la mañana, sus palabras ya fueron distantes: “Yo no estoy metido en eso. Yo voy ahora a la sierra”.
En ese contexto movedizo, el INE o específicamente la dupla directiva Córdova y Murayama, recibirán toda la carga negativa predestinada que ambos se encargaron de confirmar. Ínfima información eficaz, mala y mínima capacitación real de funcionarios de mesas receptoras y, sobre todo, el lío de la ubicación de casillas que hizo recordar las tretas de mapachería priísta llamadas ratón loco.
Sin atenuar el hecho concreto de que se produjo una bajísima participación ciudadana en esta consulta (entre 7.07 y 7.74 por ciento de la lista nominal, según las primeras estimaciones oficiales del INE), las evidentes fallas operativas incrementarán las presiones para que se acelere el cambio de consejero presidente y para la reforma del instituto, sobre todo con la vista puesta en el probable ejercicio venidero, el de la pregunta respecto a revocación del mandato presidencial, que la llamada 4T no quiere que sea conducido por Córdova y sus aliados.
A fin de cuentas quedan muy distantes los resultados respecto al notable esfuerzo de ciudadanos que en septiembre de 2020 realizaron la hazaña de conseguir más de 2.7 millones de firmas para impulsar la consulta sobre ex presidentes y que mantuvieron el empuje para seguir promoviendo la participación rumbo a este domingo, a pesar de los factores adversos.
No servirá de mucho ahora –mostrado está que los mexicanos no quieren consultas a la ley, sino su firme aplicación– construir una supletoria opción retardante (adelantada por Mario Delgado), una comisión de la verdad. Se requieren acciones por parte del tortuguismo gertziano llamado Fiscalía General de la República y del propio Presidente, que debería actualizar su discurso y comprometer a fondo su fuerza popular para castigar a los ex mandatarios que, por lo pronto, siguen ostentosamente intocados. ¡Hasta mañana!
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