Don Van Vliet, también conocido como Captain Beefheart (1941-2010), tuvo una carrera musical variada, en la que el principal referente y oponente fue él mismo. En sus tempranos singles para el sello Buddah se escucha apropiándose de la onomatopeya Diddy wah diddy, a lo Little Richards; es decir, vociferando una expresión sin definición y cargada de significado.
En tempranas filmaciones blanco y negro de su grupo tocando en la playa de Cannes se advierte que los músicos no están hechos exactamente del mismo material que las estrellas de rock de la época.
No transcurrió demasiado tiempo hasta que la personalidad poética de Beefheart se elevó sobre las limitaciones que hicieron del blues un estilo canónico, pasando desde una canción a las ondas electromagnéticas, Electricity, a la creación de un mundo surrealista completo en Trout Mask Replica (1969).
Para la época de Doc at the Radar Station (1980) ya era una figura prestigiosa, avalada por una generación que rechazó a muchos de sus pares, hecho que se sumó al visto bueno de la crítica mas no a su cuenta bancaria.
Doc at the Radar Station es más áspero desde su sonido y más accesible en su estructura, con personajes extrapolados directamente desde el cerebro del cantante.
A 41 años del lanzamiento de Doc at the Radar Station, Gary Lucas, integrante de la banda y guitarrista invitado del disco, recuerda el primer show de Beefheart al que asistió: “Fue en un club mafioso llamado Ungano’s; Don estaba en medio como el conductor del circo y todos lucían como pesadas criaturas mitológicas; en ese momento quise formar parte del grupo”.
También tiene un buen recuerdo del momento de la grabación: “Estuve para unos temas en la grabación; había un clima muy distendido; él estaba contento y la banda también. Luego pasé un par de días dando vueltas por Los Ángeles con Don; era impredecible, no se movía como otra gente. Generalmente, nos subíamos a su Volvo y salíamos a cenar. Encontrábamos cosas increíbles. Solía perderse, aunque vivía ahí”.
Guitarrista versátil con raíces en el blues, Lucas presenta dos álbumes, uno que compila sus múltiples trabajos, incluso su colaboración con el compositor Jeff Buckley, y uno nuevo llamado Le Beast Concrete.
John French, baterista de The Magic Band, quien tocó guitarra, bajo y batería en Doc at the Radar Station, cuenta que las dificultades para desarrollar a Beefheart como acto económicamente viable comenzaron temprano: “Nuestro primer concierto, en el norte de San Francisco, se convirtió en un desastre cuando Don abandonó el escenario luego de la segunda canción. Esto fue una semana antes del Monterey Pop Festival, y Ry Cooder renunció, por lo que tuvimos que cancelar. Ese, en esencia, fue el final de cualquier chance de éxito comercial”.
Otra versión relata que Beefheart cayó desde el escenario sobre su mánager, luego de una visión lisérgica en la que una mujer con cabeza de pescado lanzaba burbujas por su boca.
La historia de cómo French se reincorporó al grupo del Captain se lee más como una peregrinación mística que como contrato laboral eventual: “Había reconfirmado mi fe católica y estaba yendo a la iglesia en Desert Vineyard. Estaba caminando y rezando sobre lo que iba a hacer, impresionado por la idea de volver a ver a Don Van Vliet. No podía creer que fuera una señal divina, ya que había estado dentro y fuera de la banda varias veces. Llegué a su casa rodante en el momento exacto en que su guitarrista estaba renunciando por teléfono y ocupé su lugar al instante; tuve que salir a conseguir amplificadores, porque en ese momento sólo tenía una acústica para tocar folk”.
Los dos entrevistados concuerdan en haber presenciado actividad paranormal de Don. Para Lucas: “Vi flashes precognitivos; no era algo que podía controlar. Hubo algunos incidentes de los que no quiero hablar; definitivamente, era una persona sensible, una especie de médium. No la llamaría magia, sino que creo que algunos individuos tienen una percepción extrasensorial que viene y se va, algo en el sistema nervioso que la ciencia no logra medir”.
Según French: “Estaba en contacto con algo sobrenatural, pero podrían haber sido trucos baratos. El primer ejemplo que vi fue en casa de su madre, luego de que me uní al grupo. Había una cabeza de lobo hecha de plastilina colgada en el comedor. Al día siguiente, Don estaba en una discusión telefónica y vi a la cabeza del lobo salir de la pared y meterse bajo la mesa de la cocina. Un año después sucedió algo similar, pero con una cabeza de marciano esculpida. Las dos veces Don dijo: ‘Oh, basta’, como si lo estuviera haciendo otra persona”.