Los dueños de cafés y restaurantes de Francia están igual de consternados por el coronavirus que el resto de la población, pero al mismo tiempo temen convertirse en policías antivirus debido a una nueva norma que obliga a los comensales a presentar constancias de vacunación para ingresar a esos negocios.
A partir del mes entrante la gente que acuda a esos lugares de todo el país deberá mostrar constancia de estar totalmente vacunados o de haber recientemente dado negativo al virus o haberse recuperado de la enfermedad. Para los restaurantes, considerados importante fuente de la economía francesa, la nueva norma representa un dolor cabeza adicional tras las penurias causadas por la pandemia.
“Nuestro trabajo antes era asegurarnos de que la gente la pasara bien cuando estaba en nuestro local. Ahora tenemos que regañarlos. No estamos entrenados para eso”, comentó Louis le Mahieu, gerente de Les Bancs Publics, en París.
Este negocio se localiza en una esquina al lado del canal que surca el noreste de París, una zona popular entre los jóvenes que pasan las tardes bebiendo y escuchando música allí, en medio de numerosos artistas callejeros y un centro de vacunación al lado de la Paris plages, la playa urbana que abre cada verano en la capital francesa.
Al igual que muchos otros locales de comida, Le Bancs Publics ya tenía dificultades para acatar las cambiantes normas antivirus que se dictan en Francia. Es uno de los muchos locales que fueron clausurados por no respetar los límites de aforo desde que los restaurantes reabrieron en mayo por primera vez en casi siete meses. Sus rejas coloridas de metal están cerradas y no hay ni un solo cliente.
Los dueños de cafés, bares y restaurantes temen más problemas con los asistentes cuando se haga obligatoria la entrega de constancias Covid.
La propuesta de exigir los certificados en restaurantes, centros comerciales, hospitales, trenes y aviones prevé multas de 45 mil euros (53 mil 250 dólares) por las infracciones, lo que sería devastador para pequeños negocios que ya luchan por sobrevivir tras la crisis económica causada por la pandemia.
Para Gauthier Max, dueño del Mama Kin, los cafés y restaurantes han dejado de ser lugares de placer y se han convertido en espacios de restricciones. “Efectivamente, nos hemos convertido en policías”, se quejó.
Usualmente hay una multitud diversa de clientes a la entrada de Mama Kin, con bebidas y cigarrillos en mano, pero ahora el local ha sido clausurado por violar las normas sanitarias.
Ap