Con su actual política de sanciones y castigo hacia Cuba, Estados Unidos “está llegando al límite de la lógica, incluso de la ética del bloqueo, porque ante una crisis humanitaria como la que ha provocado la pandemia ¿cómo justificas decirle a un país que no tiene derecho a oxígeno?”, plantea el secretario de Relaciones Exteriores Marcelo Ebrard en entrevista con La Jornada.
Por eso, el lunes pasado el presidente Andrés Manuel López Obrador propuso a su homólogo estadunidense, Joe Biden, suspender las medidas que impiden a Cuba comerciar normalmente con el mundo desde hace 60 años. “El siguiente paso es ver qué respuesta tiene Estados Unidos y en función de eso ajustar nuestra ruta”.
–Por lo que ha dicho, Biden no va para allá.
–Estoy consciente de ello. Necesitamos que cambie.
En la torre de la cancillería, pocas horas antes de volar a Lima para asistir a la toma de posesión del nuevo presidente de Perú, Pedro Castillo, Ebrard analiza el espectro de temas de política exterior que ocuparon en días pasados las intervenciones presidenciales, entre ellas el de privilegiar a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) por encima de la OEA.
“Lo que hemos visto durante la pandemia es que la OEA ni siquiera se ha pronunciado sobre la situación. Podrán decir que la OEA es una institución política y que para las cuestiones de salud está la Organización Panamericana de Salud. Según este criterio, ni siquiera hubiéramos votado en la ONU la resolución del acceso universal a la vacuna. No es un tema técnico, es un tema político central. Lo cierto es que la OEA no se preocupó, a nadie le preguntó si tenía problemas para conseguir las vacunas, algo tan esencial.
“Es por eso que ahora somos muchos los que nos hacemos la pregunta ¿para qué sirve?”
A lo largo de la entrevista, Ebrard opinó sobre las protestas en decenas de ciudades de Cuba.
–Hemos visto protestas, en algunos casos relacionadas con la pandemia y en otros por otras situaciones, en varios países: Chile, Colombia, Perú, Ecuador… Lo raro sería que en Cuba no ocurrieran, sobre todo considerando que tienen una situación más difícil. Lo sensato indicaría que no hubiera un bloqueo para que fueran los cubanos los que decidan qué ruta quieren tomar en su sistema y en sus instituciones políticas. Y el bloqueo se vuelve el principal obstáculo para que puedan tomar alguna decisión.
El canciller adelantó también que, sobre la iniciativa de sentar una mesa de diálogo entre los sectores de la oposición y el gobierno de Nicolás Maduro de Venezuela, se espera poder concretar “algo” para noviembre.
El bloqueo a Cuba, estorbo para construir puentes
Recuerda cómo vio él, en 2016, el acercamiento con Cuba que propició el entonces presidente Barack Obama, reabriendo incluso la oficina de intereses en La Habana y estrechando manos con Raúl Castro.
“Lo que yo vi fue el intento de construir una nueva relación con toda América Latina a partir del cambio en Cuba, tender un puente. El bloqueo estorba esa construcción.”
–Obama argumentó que su gobierno llevaba 50 años haciendo lo mismo en Cuba, sin éxito, y que era hora de cambiar su receta. Hoy es quien fuera su vicepresidente el que retoma la vieja receta…
–Históricamente las sanciones han demostrado ser un error. Primero, es éticamente cuestionable. Es una forma de intervención directa que casi nunca ha tenido resultados pero termina provocando mucho sufrimiento. Parte de la idea de provocar el máximo sufrimiento a una población con tal de lograr que determinado gobierno se debilite. ¿Eso ha funcionado en algún lado? No veo dónde.
“Yo esperaría que pronto logremos, si no persuadir al presidente Biden, por lo menos acercar las posiciones y sentimientos de América Latina y el Caribe con su gobierno. Nos gustaría otro curso de acción. Y no hablo únicamente de México, hablo de un consenso en la región. Sería no sólo un gesto hacia Cuba, sino a toda una zona.”
–¿Cuál es la estrategia?
–Primero, que nos vean juntos. Segundo, que nos vean votando juntos, como nos vieron este año en la Asamblea General. La tercera es la propuesta que hizo el Presidente el sábado en Veracruz. El siguiente paso es ver qué dice Estados Unidos y en función de eso ajustar la ruta.
–La Asamblea General lleva décadas votando exactamente la misma propuesta en contra del bloqueo en Cuba y nada ha logrado. Al parecer no tiene dientes esta declaración.
–Cada vez tiene un mayor impacto de opinión, de movilización, de cómo pensamos en el mundo sobre ese tema. Yo sí creo que haga mella.
Celac, solidaridad y pandemia
–La Celac y la OEA ¿son contrarias, complementarias, pueden coexistir? ¿Qué tanto tendría que consolidarse la Celac para efectivamente convertirse en una institución que represente a toda la región?
–La Celac ha demostrado durante la pandemia, en esta situación tan difícil, que sí tiene una razón para existir y llegar muy lejos. Lo digo porque América Latina y el Caribe somos la región que tuvo más muertes que lamentar y la mayor cantidad de dificultades en todos los renglones, economía, medicamentos.
“Si no hubiéramos actuado juntos, por ejemplo, México no tendría ni siquiera un tercio de las vacunas que ahora tiene gracias a la colaboración que se fraguó con Argentina y AstraZeneca.
“Otro ejemplo es que impulsamos juntos la resolución del acceso universal a las vacunas en la ONU, presionamos en el G-20 y en diversas instancias. Y fue lo que hizo que esa resolución tuviera éxito.
“Ahora nos hemos planteado contar con una vacuna propia para no tener que depender de las vacunas hechas en otros lugares.
“Yo diría que la OEA está en bancarrota moral, pero también política. Ha llegado el momento de plantearnos la construcción de algo nuevo. Tiene sentido lo que dice el Presidente si pensamos que vamos hacia una nueva correlación de fuerzas geopolíticas en el mundo. No podemos seguir pensando como hace 70 años. Vamos a ver qué dicen Estados Unidos y Canadá, todavía no ha habido una reacción.”
–En el sistema interamericano hay instituciones como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Sin ella, por ejemplo, no hubiera existido el Grupo Independiente de Expertos para la investigación de Ayotzinapa.
–La CIDH ha hecho un gran papel, es una de las instituciones por las cuáles tenemos un gran respeto. También la Organización Panamericana de la Salud. No estamos hablando de acabar con todo el sistema interamericano.
“Necesitamos otra arquitectura. Por ejemplo, en los consensos. No los hay. ¿Quién define la agenda? Washington. Nos preocupa Nicaragua, nos preocupa Haití, nos preocupa que haya un entendimiento político en Venezuela. Pero en todos estos casos hay que separar lo que es el intervencionismo de lo que es la acción común.”
Ebrard reconoce que tres años atrás la Celac vivió un “decaimiento”, principalmente por diferencias en torno a Venezuela y el reconocimiento, o no, de Juan Guaidó como “presidente interino”. Los estados miembros ya ni se podían reunir. Llamaron a un “periodo de reflexión”. Pero, “lo que sucedió durante la pandemia puso fin a este llamado periodo de reflexión. La comunidad tiene un futuro. Podemos ser la voz de América Latina. No hay una razón por la cual no podamos unificar nuestras posturas”.
Explica que Brasil, Argentina y México, los tres países latinoamericanos que asisten a las cumbres del G-20, pueden llevar a ese foro “la voz de América Latina”. Lo mismo podría hacer México en el Consejo de Seguridad de la ONU, cuyas sesiones presidirá en noviembre.
–No son muchos los países que tienen afinidad con estas ideas en América Latina. ¿Sí cree que hay un interés mayoritario en la Celac?
–A esta reunión de cancilleres vinieron 27. Vino la vicepresidenta de Colombia. Estamos en un buen momento para avanzar. Ya no somos tres o cuatro países, yo diría que hay un interés de participación muy importante. Quizás ha sido porque el grado de riesgo que enfrentamos todos ha sido tan alto; hay un nivel de cohesión mucho más importante que el que había hace algunos años.
Una versión más extensa de esta entrevista se puede leer en: https://bit.ly/2VeCaXN