Los migrantes sólo buscamos una oportunidad para salir adelante frente a la violencia que vivimos en nuestro país y, si bien el trayecto para llegar a México y Estados Unidos “es duro”, con caminatas tan largas que destrozan los pies, delincuencia y discriminación, “a veces mientras más te alejas de tu lugar de origen más libre te sientes”, coincidieron Gabriel y Ángel (nombres ficticios para resguardar su identidad), albergados en Casa Tochan, que opera en la capital del país desde hace una década.
Ante el incremento de solicitudes de asilo, que según la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) este año rebasarán las 100 mil, la directora de Casa Tochan, Gabriela Hernández, y del Instituto para las Mujeres en la Migración (Imumi), Gretchen Kuhner, urgieron a desarrollar mayores programas de recepción e integración para migrantes.
Gabriel llegó de El Salvador en 2017, cuando tenía 24 años. Caminó durante tres meses hasta llegar a Oaxaca, “con los pies destrozados y con llagas”. Decidió salir de su país por el acoso de pandillas que vivía. “La última vez casi me matan, me pusieron una pistola calibre 38 en la cabeza”, dijo en entrevista. Por eso dejó a su mamá y tres hermanos, y su empleo como impresor de ar-tes gráficas.
Pretende ir Estados Unidos, a donde ya intentó llegar hace un mes. “Caminé unos cinco días, pero me deportaron para Acuña (Coahuila), de ahí me vine para acá, al albergue”, para juntar dinero y planear cómo intentarlo de nuevo.
Platicó que antes de esta experiencia pasó tiempo en la frontera sin atreverse a cruzar. “Tenía miedo, sobre todo de que me fueran a secuestrar”.
Para mantenerse, Gabriel ha trabajado en México en diversos empleos: auxiliar de albañil, mantenimiento, empacador.
Al igual que él, Ángel dejó Honduras por amenazas de pandillas. “Querían que trabajara para ellos, pero me negué y me dijeron que me iban a quitar a mi hijo, si no cumplía. Por el miedo vine a solicitar refugio, pero no me han resuelto nada”, contó.
El joven de 25 años entró al país acompañado de su hijo de siete el 11 de abril pasado. “El trayecto fue muy duro; me costó llegar hasta aquí porque me asaltaron en el cruce del río de Guatemala con México, me quitaron hasta los documentos”.
Su plan es permanecer en el país, “lograr tener mi casa, mi transporte, mi negocio en electrónicos y en cocina”, dijo.
Tanto Gabriela Hernández como Gretchen Kuhner coincidieron en que si bien en la Ciudad de México, “segundo lugar en el país que recibe más solicitudes de asilo ante la Comar”, los migrantes tienen algunas facilidades, aunque enfrentan problemas para obtener empleo y acceder a una vivienda.
En ocasiones, aunque tienen autorización para trabajar, acaban en el sector informal y, por su situación, es muy difícil que puedan rentar una vivienda digna, señalaron.