Ciudad de México. Una estampa de hace unos 20 años del músico y DJ Mike Cerdá sucedió en Cuba.
Era un festival de rap que se realizó en un forito en Alamar, a las afueras de La Habana. El venezolano era del grupo de hip-hop/rap Cuarto Poder, parte del cartel del encuentro.
Mike llevaba dos unidades de cedé. Apretaba el play para soltar la canción uno, y luego, con la otra unidad, la dos. Simple. Después, venían las rimas de los cantantes.
Dos décadas después, para soltar música usa una gran parafernalia, que incluye sintes y secuenciadores porque él ahora es el DJ y director musical de los shows de Maluma, que se producen para miles y que en septiembre se podrán gozar en Estados Unidos, con varias presentaciones.
Mike Cerdá está a cargo de la música en vivo. Es el timonel de un buque que maneja Maluma. Es director de la banda, el que contrata a los músicos y les dice que tocar y que no. Hace los arreglos de las canciones, coros y ejecuta la guitarra acústica en el escenario.
Miguel M. Cerdá Della Porta, su nombre completo, ha trabajado con ganadores de premios Grammy y Grammy Latino. También es MkC, fundador de Cuarto Poder (1999-2008), parte de la banda colombiana Diva Gash (2008-2009) y uno de los productores urbanos más reconocidos.
Asegura en entrevista que hoy día hace lo mismo en un escenario que 20 años atrás, aunque se trate de uno para decenas o miles de personas.
Su historia en la música comienza con su abuelo materno, un italiano que emigró a Caracas luego de pelear en la Segunda Guerra Mundial, y que se hizo intérprete del contrabajo, del acordeón y del piano para sobrevivir durante la posguerra.
Cada que había una reunión en casa, su abuelo se ponía a tocar y no hubo forma de que Mike no fuera influido. No obstante, el abuelo desaprobaba lo que hacía el joven. Para él, “el hip hop no era música”, recuerda.
Fue parte de la banda del colegio donde estudió, en la cual aprendió a tocar trombón, trompeta y saxofón. Asimismo, supo sobre teoría y solfeo, pero termintó estudiando ingeniería geofísica y, luego, de sonido. Crea música para comerciales y es amante del buceo.
Sin olvidar la organicidad y las raíces
Lo de hoy es tener la máxima tecnología, pero sin olvidar la organicidad, como llevar al escenario a músicos para crear buen reguetón, comenta: “Siento que logré eso de la organicidad con ese género”.
Llegó con Maluma hace unos seis años. Venía de hacer una gira como productor y stage mánager con los ex integrantes de Swedish House Mafia. Por “cosas de la vida” se convirtió en su tour mánager. Literalmente “me reclutaron”, afirma.
Luego, vino el llamado para encontrarse con Maluma. Pero a Mike no le interesaba al inicio. La invitación venía con el sello de: ‘puedes hacer lo que quieras’. En ese momento, recuerda, “Maluma era grande en Colombia, pero no tocaba fuera. En sus shows tenía sus pistas de MP3, le daban play y él le cantaba encima”.
Al final, aceptó. “Comencé a hacer arreglos y, como me dijeron que podía hacer lo que quisiera, lo primero que decidí fue meter a un baterista. Un ‘no’ fue su respuesta, porque habían visto shows de Don Omar y argumentaban que el reguetón perdía la esencia por la batería acústica. Luego hablé con un amigo de una banda de metal al que le comenté que estaba este proyecto”. Hoy día, Miguel Titi Ortiz sigue siendo el baterista de Maluma porque es uno de los mejores bataqueros de Colombia.
“Terminamos formando una banda, cuando antes el género reguetón era sólo el diyéi, el cantante, cuatro bailarinas y sale… Don Omar había hecho otro grupo, pero estaba en declive. Y en ese tiempo ni J Balvin tenía banda, nadie”, contó Mike.
–¿Qué fue lo primero que te dijo Maluma cuando le dijiste que cantaría sobre una batería real?
–Al inicio, rechazo. “¿Qué estás haciendo con mi show?”, me dijo. La verdad fue un shock, pero al final lo convencimos.
–¿Cómo se argumenta al género reguetón como valioso?
–Es el pop actual. Es el pop mundial en este momento.
–¿Hay prejuicios con un género como el reguetón?
–Ojo: no neguemos que hay muchos mediocres en el reguetón… y en la música en general, pero yo lo veo como música, qué me gusta y qué no. En toda producción, siento, hay un esfuerzo, una ilusión. Que no me guste no significa que sea malo. Lo que sí hay son muchas personas que hacen las cosas a medias y es por lo que de pronto vienen esos prejuicios. Algo que disfruté con Maluma fue meter un baterista. Me encanta el reggae, la salsa, el dancehall… hemos metido de todo un poco a la banda, que ha ido mutando.
Mike está en favor de que la tecnología en el ámbito musical esté más cerca de la gente: “Ojalá yo hubiera tenido esas herramientas hace años. No tengo nada en contra de un teclado que te dice cómo son las notas de un acorde. De hecho, me parece chévere, porque al final, la música es una expresión de sentimientos y el hecho de que un teclado te diga y ayude a expresar tu idea, es genial, aunque no tengas conocimientos teóricos”.
Energía adictiva
–¿Es adictiva la energía que se detona en las presentaciones?
–Ese cambio energético es mi droga. Es raro, porque han sido meses parado, aunque he hecho cosas como diyéi o para la televisión, pero otro tema es estar metido en un estadio con 14 mil personas.
Mike Cerdá sabe que la vida en la música “es una maratón no un sprint. Es carrera de resistencia. La gente quiere hoy resultados rápidos, estar más enfocada en ser famosa que en hacer un buen trabajo. El éxito inmediato. Quieren la pastilla que les queme la grasa y no salir a correr para quemarla”.
–¿El ego puede ser destructor?
–He conocido a bandas locales que, como tienen su grupo de seguidores, logran apoyo de medios y por eso el ego se les va… desde bandas a diyéis, como ese que toca los viernes en el mismo local y como a su público lo tiene perfilado no hace más. Pero el ego se le va a la mierda, tiene las mismas 400 personas que lo siguen a donde va. Los montaban en pedestal, pero no funcionaba.
–Lo que tiene una solidez es el trabajo. Mediocres hay en todas partes ¿Qué te enriquece más?
–Bucear. Me da paz interior, me aísla de la realidad y me resetea. Cada vez que voy hacer una gira organizo un viaje para desconectarme y bucear, porque no hay otra cosa que no sea inmersión.
Mike vive en Miami y extraña su Venezuela “la de antes, el sentimiento de pertenecer, de ir a donde ves a alguien conocido. No es lo mismo ir a la panadería y que te salude el pandero, o la misma ciudad donde viven tus papás… nos los he visto; el tiempo se está acabando”.
Recuerda a sus viejos, dos arquitectos que no deseaban que se dedicara a la música. “Les dije que quería estudiar ingeniería de sonido, pero me dijeron que estudiara una ‘carrera formal. No sabemos dónde nos equivocamos contigo’, me comentaban. Hoy día me apoyan, pero fue un problema serio, tanto que fui la oveja negra de la familia”.