Oyama, Japón. Richard Carapaz trepó al podio de medallas y cruzó brazos con Wout van Aert a su derecha y Tadej Pogacar a su izquierda. El diminuto corredor ecuatoriano se veía empequeñecido ante dos de los gigantes del ciclismo actual.
En este día, sin embargo, Carapaz fue el que se erigió como el más alto de todos.
Carapaz cruzó la meta en solitario al consagrarse el sábado campeón de la carrera de ruta de los Juegos de Tokio y darle a Ecuador la segunda medalla de oro de su historia olímpica.
A unos cinco kilómetros para la meta, la “Locomotora” de Carchi dejó atrás al estadounidense Brandon McNulty, su compañero de fuga, al enfilarse en el Circuito Internacional de Fuji.
Era tanta la distancia que Carapaz había sacado que le pegó fuerte a los manubrios de su bicicleta y alardeó frente a las cámaras, sacando la lengua.
“No tiene comparación. Es lo mejor que me ha pasado en mi vida”, dijo Carapaz.
También pudo disfrutar del aliento de los espectadores, en uno de los escasos eventos con público en estos Juegos.
El grupo de perseguidores giró por la curva, avistando al ecuatoriano en la meta, para protagonizar luego un duelo por las otras dos medallas. En un final de foto, el belga Wout van Aert acabó superando al esloveno Tadeg Pogacar, flamante campeón del Tour de Francia, para llevarse la presea de plata. Ambos llegaron con un retraso de 1 minuto y 7 segundos.
Carapaz, de 28 años, hizo historia en 2019 al convertirse en el primer ecuatoriano en consagrarse en el Giro de Italia.
Ahora se ha cubierto de gloria en Japón para acompañar al legendario marchista Jefferson Pérez como los dos campeones olímpicos de Ecuador.
Hasta la fecha, Pérez era el dueño de las únicas preseas olímpicas de Ecuador. Atrapó el oro en los Juegos de Atlanta 1996 en la marcha de 20 kilómetros y la plata en Beijing 2008 en la misma distancia.
“A mi país, la verdad hay que creer”, afirmó. “He trabajado mucho para llegar aquí … Estoy disfrutando, es algo muy grande para mí. Simplemente gracias por el apoyo a quienes verdaderamente me dieron la mano”.
El presidente ecuatoriano Guillermo Lasso alabó el triunfo.
“Todo el Ecuador entero, con gran alegría, celebra esta victoria HISTÓRICA”, escribió Lasso en su cuenta de Twitter. “Muchas felicidades Richard, gracias por dejar en lo más alto el nombre del país en el mundo. Estamos contigo”.
Carapaz no asomaba entre los favoritos al triunfo en uno de los recorridos más exigentes en la historia de la ruta olímpico. Con Jhonatan Narváez como único socio en la largada, se las ingenió para domar a los otros pesos pesados presentes, ejecutando a la perfección su plan táctico en el momento más preciso.
“No tenía un equipo como otros, éramos Johhny y yo nada más. Pero teníamos la confianza”, dijo Carapaz.
El holandés Bauke Mollema entró cuarto y el canadiense Michael Woods figuró quinto tras un fallido ataque. McNulty acabó sexto, el mejor resultado de un estadounidense desde que Alexi Grewal se llevó el oro en Los Ángeles 1984.
El veto a la presencia de público en estas justas de verano no se extendió fuera de Tokio, lo que permitió miles de personas — con gorros y abanicos de mano — se congregasen a lo largo de la autopista hasta la meta. Se estableció un tope del 50% de la capacidad del recinto, donde 11.00 aficionados ocuparon una de las rectas más largas del automovilismo deportivo.
¿Cuán ansiosos estaban por poder ver algo de acción en estos Juegos tras ser aplazados el año pasado? Muchos se apersonaron siete horas antes de la largada, pasando casi todo el tiempo calcinándose bajo un sol abrasador.
Una vez iniciada la carrera, el campeón defensor Greg van Avermaet, quien emergió victorioso en la playa de Copacabana en 2016, se puso al frente. El belga propuso un ritmo endiablado en las laderas del Monte Fuji, sacrificándose para beneficiar a sus compatriotas van Aert y Remco Evenepoel.
Eslovenia también apretó con Pogacar y Primoz Roglic, quienes eran los grandes favoritos antes de la carrera.
Otro corredor con aspiraciones de podio, el británico Geraint Thomas, sufrió una fea caída al final del primer ascenso. Con el hombro sangrante, el campeón del Tour 2018 terminó abandonando a falta de 60 kilómetros.
El pelotón se fue achicando por el rigor de las alturas del Fuji, el calor y la humedad sofocantes y el ritmo brutal de la carrera.
Pero lo mejor empezó al encarar las pronunciadas subidas del puerto de Mikuni, donde las gradientes de hasta 17% dejaron fundidos a decenas de corredores.
Pogacar finalmente lanzó un ataque y, al inicio, sólo dos corredores se atrevieron a seguirle: Woods y McNulty.
El trío fue cazado poco antes de llegar a la cima, y una docena de corredores acabó en la pugna por las medallas.
Y Carapaz fue quien terminó subiendo a la cúspide del podio.