Ciudad de México. Ante la violencia en en el estado de Michoacán, el Papa Francisco envió una carta al obispo de Apatzingán, Cristobal Ascencio García en la cual pide por la conversión de los narcotraficantes y que las autoridades hagan un mayor esfuerzo por frenar la violencia.
“Pido al Señor que convierta el corazón de los responsables de tanta muerte y desolación y que inspire a los encargados del bien común a comprometerse en la erradicación del crimen y de la impunidad así como en la generación de espacios de trabajo digno y útil de la entera sociedad, especialmente a los jóvenes de esta tierra, que les permita salir de condiciones de pobreza y de marginación proyectarse hacia el futuro y no ceder a la tentación de adecuarse al circuito del narcotráfico y de la violencia”.
La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) publicó la misiva en sus redes sociales, y también el cardenal Felipe Arizmendi, obispo emérito de San Cristóbal de las Casas compartió con La Jornada el documento.
En el escrito el pontífice refiere que “he tenido noticias de los grandes sufrimientos causados por los violentos enfrentamientos entre bandas rivales de narcotraficantes que afectan a los habitantes de las poblaciones situadas en el territorio de esa Iglesia particular que el Señor ha confiado a tu cuidado pastoral.
“El clima de terror y de inseguridad que aflige a la población inerme es contrario a la voluntad de Dios. Él quiere que todos sus hijos e hijas vivan su existencia en un clima seguro, de serenidad y de armonía”.
Indica al obispo de Apatzingán que “en estos momentos difíciles quisiera hacerme presente y, por medio tuyo también a los hermanos y hermanas del santo pueblo fiel de Dios que peregrina en Apatzingán, mi participación en sus penas y sus angustias, así como mi oración al Señor Jesús, Príncipe de la Paz, implorando les conceda la paz de Dios que sobrepasa todo el sufrimiento; y la riqueza de los dones del Espíritu Santo para que puedan ir adelante en la vida y Él los ayude a llevar sus cruces y sufrimientos con mansedumbre, fortalezas y paciencia”.
Dice que puede “comprender el sentimiento de desánimo y la sensación de impotencia que los abate. Pero recuerden que no están solos, que el Señor es fortaleza y misericordia; que nunca abandona a sus hijos, que la Iglesia es madre, atenta y cercana, para todos los que sufren”.
Advierte que “Jesús nunca dijo que el camino sería fácil; predijo pruebas y persecución, pero también que no faltarían las consolaciones de Dios. Es de gran consuelo saber que el camino no lo recorremos solos: Jesús camina perennemente a nuestro lado, sobre todo en los momentos de pruebas y de tribulación.
“Además, Él esta dispuesto a darnos siempre su paz; pero sin olvidar que su paz supone una cruz porque una paz sin la cruz no es la paz de Jesús. Les exhorto a que confíen en el Señor Jesús, a que no tengan miedo a contrarrestar la violencia que tiene origen en el maligno con el amor, la misericordia y el perdón; que brote del corazón divino del Salvador”.