Para resolver el problema del crecimiento desordenado de las ciudades en México, es necesario combinar la construcción de viviendas asequibles en zonas no tan alejadas de los centros urbanos, con la densificación de las áreas periféricas que ya están edificadas, así como mejorar el cobro del impuesto predial, que hoy es muy deficiente.
Así lo afirmaron los participantes en la presentación del informe El costo de la expansión urbana en México, quienes advirtieron que si las grandes urbes del país siguen expandiéndose sin orden, en un plazo de 30 años las autoridades ya no serán capaces de proveer todos los servicios básicos que requerirá la población.
Pablo Lazo, director de desarrollo urbano y accesibilidad de la organización internacional WRI México, destacó –como ya había adelantado La Jornada– que el actual modelo de crecimiento expansivo de las ciudades es “insostenible a largo plazo”.
Lo anterior es debido a que los gastos de traslado de las familias desde largas distancias a sus trabajos o escuelas, sumado al costo de llevar servicios urbanos a puntos cada vez más distantes, equivale al uno por ciento del producto interno bruto (PIB).
En ese marco, las ciudades tendrían que aumentar su gasto en 244 por ciento para 2050, tan sólo para mantener el mismo nivel de servicios que existe hoy.
Al abordar las posibles soluciones a la problemática, Lazo indicó que se deben combinar tanto la construcción de viviendas asequibles en zonas no tan lejanas de los centros urbanizados, como la densificación de las periferias que hoy ya existen, para empezar a cambiar poco a poco la dinámica de traslados excesivamente largos hacia los centros de trabajo o estudio.
Por su parte, José Alfonso Iracheta, director del Instituto Nacional de Suelo Sustentable, consideró que deben crearse institutos de planeación a escala regional para trazar planes urbanos no expansivos, que no dependan de gobiernos o administraciones en particular, y mejorar la recaudación por predial, que en México sólo logra reunir el equivalente a 0.2 por ciento del PIB, cuando la media internacional es de 2 por ciento.