Lo que debería haber sido sólo la definición de candidatos de derecha e izquierda para las elecciones presidenciales de octubre en Chile resultó representar cambios importantes en los principales candidatos para estas elecciones.
El sistema electoral preveía consultas internas con cada fuerza para definir quién sería su candidato en octubre. Sólo un bloque de derecha y otro de izquierda eligieron esta definición democrática. Otras fuerzas, incluida la alianza del Partido Socialista con la Democracia Cristiana –la Convergencia– que había gobernado el país hasta hace poco, no hicieron uso de este tipo de consultas.
La primera sorpresa positiva fue la participación de la población, mayor que en consultas anteriores. Pero el fenómeno principal de esta mayor participación fue el de los jóvenes, que ciertamente tuvo mucho que ver con los sorprendentes resultados. Desde que Chile puso fin al voto obligatorio, ahora en proceso de revisión en el Congreso, ha reducido drásticamente la participación en las elecciones, alcanzando niveles muy bajos. Los principales ausentes fueron los jóvenes, víctimas privilegiadas de las campañas de descrédito político. Algunas generaciones ni siquiera sacaron el título electoral.
Esto comenzó a cambiar con las grandes movilizaciones que comenzaron en 2019, que pasaron por un plebiscito y llevaron a la convocatoria y elección de una Convención Constituyente, que comienza a redactar una nueva constitución para Chile. Los jóvenes fueron los protagonistas de estas manifestaciones y empezaron a votar en proporciones cada vez mayores.
En la consulta interna de derecha e izquierda, el reflejo fue un cambio en los resultados pronosticados por las encuestas. A la derecha, el principal líder histórico de la derecha chilena, Joaquim Lavín, presentado como candidato a las elecciones presidenciales, fue derrotado por un político que era de la Democracia Cristiana (DC) y se presentó como un independiente, Sebastien Sichel, con posiciones más moderadas. Su victoria también representa un obstáculo para que la DC tenga su propio candidato, dado que Sichel ya recibió votos de esa corriente, se dio a conocer y derrotó a la extrema derecha. El centro o la búsqueda de candidatos desde una “tercera vía”, reduce su espacio.
Algo similar, pero mucho mayor, sucedió en el campo de la izquierda. Primero porque, mostrando su fuerza, la consulta de izquierda tuvo más participación que de derecha, demostrando cómo compite con buenas perspectivas en las elecciones de octubre.
Segundo, porque diseñó una candidatura para la renovación de la izquierda, que fue construida durante la campaña, liderada por el Frente Amplio –el frente de varios grupos de la nueva izquierda chilena, que surgió en el marco de las movilizaciones estudiantiles, que se hicieron nacionales–.
Hasta la consulta, el favorito de la izquierda era un joven líder del Partido Comunista, Daniel Jadue, que llegó a encabezar la última encuesta general para presidente, con 17 por ciento, seguido de Lavín con 15 por ciento. Con una actuación segura en los debates y contando con el aparato del partido, fue considerado el probable candidato de la izquierda en octubre.
En el Frente Amplio, Beatriz Sánchez, candidata presidencial en 2017, con un sorprendente 20 por ciento de votos, no quiso postularse nuevamente, dejando espacio para un nuevo liderazgo. Fue este espacio que lo ocupó Gabriel Boric, un líder surgido de las manifestaciones estudiantiles, un abogado que acaba de cumplir 35 años, la edad mínima para ser candidato a la presidencia en Chile.
Boric se presentó con una plataforma renovadora para la izquierda chilena –ecológica, feminista, descentralizadora, entre otros aspectos– y sorprendió. Tuvo más de un millón de votos, con 300 mil votos de diferencia para Jadue y 60 por ciento de los votos. Su estilo más democrático, abierto a escuchar propuestas y críticas, apareció como el más acorde con la renovación de la izquierda chilena, en contraste con el estilo más duro y rígido de Jadue. Tanto en el caso de la consulta de derecha como de izquierda, fueron derrotados grupos tradicionales: la UDI de derecha, el Partido Comunista de izquierda, superado por un candidato independiente de derecha y el Frente Amplio de izquierda.
La victoria de Boric representa una gran victoria para el Frente Amplio y lo proyecta como fuerte candidato en las elecciones presidenciales de octubre en Chile. Como en el caso de la victoria de un candidato de derecha moderada, Boric le quita espacio a Concertación y, en particular, al Partido Socialista, del que una parte ya votó por Boric en la consulta interna del Frente Amplio.
Boric tendrá como primera tarea consolidar el apoyo del Partido Comunista y los sectores que apoyaron a Jadue. Éste se pronunció de inmediato en apoyo de Boric y llamó a la unidad para que la izquierda pueda ganar en octubre. La segunda tarea es ganar el apoyo del Partido Socialista, aislando a la Democracia Cristiana y conquistando las fuerzas de la centro-izquierda en Chile, para constituirse como una fuerza de mayoría nacional.
Boric ya ha declarado, en el discurso de la victoria, que “el neoliberalismo, que nació en Chile, morirá en Chile”, revelando la conciencia del carácter que debe tener su gobierno. A diferencia de los gobiernos de Concertación, que mantuvieron el modelo neoliberal heredado de Augusto Pinochet. También podrá contar con la nueva Constitución, que debe eliminar los restos de la constitución pinochetista.
Boric tiene un gran desafío por delante. En primer lugar, ganar las elecciones de octubre. Luego, agregar a Chile al bloque de países progresistas y antineoliberales de América Latina.