Moscú. El presidente de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, está dispuesto a dejar el cargo que ostenta desde 1994, pero sólo después de que se apruebe en referendo, tentativamente a comienzos de 2022, una reforma a la Constitución que, por un lado, recorta de manera superficial las facultades presidenciales y, por otro, otorga al cuestionado gobernante la posibilidad de continuar como mandatario de ese país eslavo dos periodos adicionales o, si se prefiere, 10 años más.
Lo anterior se desprende del borrador de enmiendas a la Carta Magna que este 22 de julio será presentado en Bielorrusia por la comisión constitucional, que comenzó labores en marzo anterior por decreto de Lukashenko para proponer cambios que aplaquen el malestar de los descontentos con el régimen.
El principio de no relección (eso sí, después de otros dos mandatos) es una de las principales diferencias con la práctica actual, según adelantó Piotr Miklasevich, presidente de la comisión formada por 36 miembros leales a Lukashenko y seleccionados por él, sin representantes de la oposición.
Hechas las iniciativas a la medida de Lukashenko, Bielorrusia seguirá teniendo un sistema presidencialista, se aumentará de 35 a 40 años el mínimo de edad para ser postulado candidato y será requisito haber residido 20 años seguidos “antes de los comicios” para poder aspirar a la presidencia.
En otras palabras, si se aprueban estos cambios, quedarían imposibilitados de contender por la presidencia la mayoría de los líderes opositores, que además de ser menores de 40 años están en la cárcel o tuvieron que exiliarse en países vecinos y, por tanto, mucho no podrían acreditar su estancia de 20 años seguidos antes de los comicios.
Los rivales de Lukashenko consideran su reforma constitucional una simple maniobra para ganar tiempo y preservar su objetivo final que es permanecer en el cargo.
Las facultades presidenciales siguen siendo muy amplias y, además, la proclamada transición del poder en Bielorrusia de Lukashenko puede recaer en… Lukashenko si opta, cuando quiera, por encabezar un nuevo organismo aún por crearse –la Asamblea Popular de Toda Bielorrusia– cuyo reducido presídium, entre otras funciones, será el único que podrá destituir al mandatario en turno.