Sembradores de amapola en las zonas montañosas de Guerrero se han dedicado a esta actividad por tradición. Sus padres o abuelos empezaron este cultivo hace unos 40 años, en una zona donde hay pocas oportunidades de desarrollo, ausencia de centros de salud, sin transporte, reducida conexión con mercados en los que colocar la producción de sus milpas y sólo hay escuelas de nivel primario, indica Rimisp-Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural.
Refiere que en 2018 se estimaban en 28 mil hectáreas los cultivos de amapola en el país, lo que equivale a aproximadamente 450 toneladas de goma de opio. Esto es una reducción de 9 por ciento del área cultivada entre 2017 y 2018 debido a las fluctuaciones en los precios de las sustancias asociadas al desarrollo de opioides sintéticos, como el fentanilo, provenientes de Asia, indica el reporte “Análisis de entrevistas realizadas a jóvenes cultivadores de coca y amapola en Colombia, Ecuador, México y Perú, experiencias biográficas de la actividad productiva y expectativas de futuro”.
Explica que en las entrevistas realizadas los primeros meses de este año a jóvenes de entre 18 y 31 años, habitantes de zonas montañosas de Guerrero, que por seguridad no dieron sus nombres, se destacó que los niveles de violencia en las zonas de cultivo de amapola aumentaron fuertemente.
En la presentación virtual del reporte, Yuritzin Flores, directora de Rimisp para México, sostuvo que los jóvenes manifestaron una sensación de abandono por parte del Estado, debido a que hay poca participación de la gente en programas federales y estatales, “si tienen problemas de pobreza, del Estado no obtienen apoyos en salud, educación o para la producción”.
Agregó que ante el Covid, “las comunidades cerraron sus lazos con el exterior porque consideraban que era una enfermedad de las ciudades y la gente se encerró”, lo que generó una mayor presión de recursos económicos frente al cultivo de amapola que ahora tiene un precio bajo.
Mencionó que los jóvenes relataron que desde hace unos 40 años el cultivo está presente en sus comunidades, “se convierte en una tradición local, hay un arraigo cultural”. Hay algunos que dicen que el ingreso de su padre no era suficiente, lo que los obligó a cultivar amapola, son familias de subsistencia, que cultivan maíz, frijol o chayote en su milpa, lo cual es insuficiente, y carecen de canales de comercialización para su venta. Ahora enfrentan los riesgos del cambio climático, falta de agua, plagas, además de peligros estructurales, “la violencia y la aspersión de químicos que contaminan sus alimentos y generan problemas de salud en las comunidades, en las que no hay clínicas ni hospitales. Hay tensión por la violencia de grupos armados y de militares”.
El documento indica que América Latina produce varias de las sustancias ilícitas que se consumen globalmente, en particular en la región se identifican cultivos de coca, amapola y mariguana. La amapola –principal insumo del opio y la heroína– se cultiva sobre todo en Asia. De las 240 mil 800 hectáreas que se estima existen a nivel mundial, en México se siembra 6 por ciento.