La intentona de la Superliga europea caló hondo y cimbró tan fuerte la estructura anquilosada de la FIFA que la reacción ha sido drástica, no sólo de manera amenazante hacia los poderosos clubes que buscaron salirse del huacal, sino que ahora raya en lo impensable con la idea de lanzar nuevas reglas: saques de banda con el pie, sustituciones al por mayor, dos tiempos de 30 minutos con detención del crono por pausas, etcétera, etcétera. Una verdadera revolución.
Dicen los fifos ( dixit Miguel Mejía Barón) que el intento de Florentino Pérez no les afectó ¡qué va!, da la impresión de que les quedó el retintín de sus advertencias: el futbol está en decadencia, pues ya no atrae a las nuevas generaciones; quedaron entrampados en una burbuja inflacionaria con sueldos estratosféricos a ciertos jugadores, y más calamidades cuya suma conduciría a la debacle económica, su máximo temor.
En la última Eurocopa se metió al público a los estadios con calzador –con muchas voces en contra–, todavía no se tienen en claro las consecuencias en lo que respecta a la pandemia, pero es evidente que hay desesperación por reactivar el negocio futbolero en las condiciones más parecidas a la era pre-pandemia... De este lado del Atlántico el drama es similar, claro, guardando las proporciones, porque hablar de la Concacaf es referirse al nivel de juego más bajo del planeta.
El certamen principal es la Copa Oro y el equipo estelar es el Tri, incapaz de llegar al quinto partido en Copas del Mundo. Si en algún momento el técnico Gerardo Tata Martino creyó que le esperaba un camino de rosas ante rivales como Guatemala, Honduras, Panamá y demás, a estas alturas ya se le borró la sonrisa. La tierra de miel y leche se le tornó en desierto y cardos: “No hay momento de tranquilidad” y “cada que México juega un torneo en esta zona lo tiene que ganar”, dijo el sábado.
Lo cierto es que los federativos mexicanos hicieron hasta lo imposible para llegar a este punto. Se concentraron los últimos 25 años en buscar ganar en dólares y gastar en pesos. Se olvidaron, salvo honrosas excepciones, de trabajar las fuerzas básicas y saturaron a los equipos de jugadores extranjeros.
Hoy Martino paga la factura, y tam-bién porque en vez de sumar ha restado prescindiendo de elementos como el Chicharito Hernández.
Ni Martino ni los federativos tienen paz porque la afición en Estados Unidos se tornó exigente. Todo indica que cogió la sartén por el mango y se reservará el grito de “eh puto” para los partidos flojos, esos en los que le quieren dar gato por liebre. Ahora reclama espec-táculo, emociones y goles, y ver a las máximas figuras, todo ello a cambio de sus codiciados dólares. Esto luce como un pacto no hablado, pero más justo.
Frente a esta realidad cayó como del cielo el restablecimiento del atacante del Wolverhampton, Raúl Jiménez, el Lobo mexicano del futbol inglés libró la batalla más importante de su vida y reapareció en un juego de preparación, usó un protector en la cabeza y estuvo cerca de marcar de tiro directo. Se espera que pronto recupere su mejor forma y pueda sumar sus habilidades en la agreste eliminatoria mundialista.
Jaime Lozano, estratega de la Sub-23, tiene una prueba complicada el jueves cuando enfrente a la Francia de André Pierre Gignac en los singulares Juegos de Tokio. El portero Guillermo Ochoa, quien participó en Grecia 2004 y no logró el boleto para Pekín 2008, quiere a sus 36 abriles darse una revancha, ahora como refuerzo y líder del cuadro tricolor. La misión luce complicada, porque ni de lejos se parece la ruta de preparación de Londres 2012, cuando se ganó el oro.
Arrancó la Liga Mx Femenil con el incentivo hacia la afición de ver planteles renovados, algunos con la inclusión de futbolistas extranjeras. Ciertamente ellas merecen jugar en estadios, que el público las aclame y aliente; sin embargo, hay polémica por la apertura en medio de la tercera ola de Covid-19, los protocolos sanitarios no parecen similares a los de la liga varonil, hay descuido y desorden.