Entre el deber y la culpa. Luego de sufrir una embolia cerebral que le provoca una discapacidad física menor, un granjero sexagenario (Peter Hansen Tygesen) queda al cuidado de su sobrina Kris (Jette Söndergaard), una joven taciturna que recientemente perdió a su padre. Tío ( Onkel , 2019), segundo largometraje del realizador danés Frelle Petersen ( Hundeliv , 2016), explora con una minucia que raya en la morosidad los detalles de la vida cotidiana de estos dos seres solitarios.
Las faenas de la granja familiar, donde el acontecimiento más notable es el complicado nacimiento de un ternero, marcan el ritmo existencial de la pareja. La visita ocasional del veterinario del pequeño pueblo de Jutland es uno de los pocos momentos de convivencia social que se permite la joven Kris, quien alguna vez contempló seguir una carrera en esa especialidad médica, pero que ahora ha renunciado a cualquier otra cosa ajena al escrupuloso cuidado de la granja y de la seguridad de un tío a quien nunca deja de ver como un eterno convaleciente.
No es difícil concluir que lo que más interesa al director no es tanto concentrarse en la descripción naturalista de las rutinas en esa granja casi insular, sino explorar el comportamiento y los conflictos interiores de sus dos personajes centrales. Es intrigante suponer las razones que conducen a la atractiva sobrina Kris a renunciar a una vida social y a negarse a asumir una plena libertad personal, en aras de una atención excesiva a ese tío que en ningún momento la solicita o reclama, y quien sólo anhela que se le reconozca el derecho a un grado razonable de autonomía en la vejez.
Detrás de la aparente armonía que revelan los cuidados generosos de Kris y la pasividad agradecida del tío enfermo, en realidad afloran las enormes dificultades de la sobrina para asumir su propia independencia. La súbita aparición de Mike (Tue Frisk Petersen), un pretendiente inesperado, coloca a la joven ante el dilema moral de elegir entre una voluntad de sacrificio dictada en parte por un sentimiento de culpa, y el poder conjugar, sin mayores aspavientos, el deber familiar y la realización personal.
Resulta evidente que la observación más fina del realizador y guionista tiene como objeto la personalidad del tío convaleciente. Un hombre sin nombre, amable y callado, para nada exigente o conflictivo, aplicado en lo posible a coadyuvar en las faenas de la granja, y quien desde su relativa discapacidad física da muestras elocuentes de una autentica autonomía y madurez moral. Quien interpreta a este personaje es un actor no profesional, tío verdadero de la actriz que hace el papel de Kris.
Cabe sólo lamentar que la presencia episódica del joven Mike tenga muy poca densidad dramática y sea simplemente instrumental para el desarrollo de la trama. En una película que apuesta en todo momento por la autenticidad y un rigor expositivo cercano al documental, esta pequeña historia de amor, tan insustancial como contrariada, hace poca justicia a esa delicada exploración sicológica a la que se libra con acierto el cineasta.
Se exhibe en la sala 2 de la Cineteca Nacional, a las 15:30 y 20:30 horas.
Twitter: @CarlosBonfil1