Decíamos en artículo anterior que la humanidad ha tenido experiencias de guerra a lo largo de toda su historia y que siempre aparecen nuevas confrontaciones armadas y, además, éstas traen consigo mayores adelantos, muchos de ellos sorprendentes. La tecnología bélica de punta la exhiben como si beneficiara a la población mundial y, además, resulta cada vez más cara y complicada.
Los enemigos continúan siendo, podríamos decir, los mismos. Sin embargo, la tecnología es diferente y de mayor letalidad. Los países capitalistas abusivos, son casi los mismos hegemonistas y sus víctimas siguen siendo las naciones más atrasadas en desarrollo industrial y en crecimiento económico.
Hablamos de los esfuerzos insuficientes por acabar con la inseguridad y la poca voluntad política de los países belicistas para conseguir la paz mundial. Estamos en una etapa en la que deberían descartarse las guerras y matanzas que han degradado la relación entre las naciones y entre la población de nuestro planeta.
Con la misma fuerza de colaboración con la que diversos países se han asociado para fabricar armamento, deberían unirse las voluntades para lograr la paz mundial. Los gobiernos que todavía conservan la idea intervencionista han respaldado su ideología con una industria militar que ha avanzado sin límites. Y, en contraparte, están aquellas naciones que han desarrollado, como respuesta para su defensa, una industria militar, también, con tecnología competitiva y cada vez más futurista.
La geopolítica está basada, en gran parte, en la cantidad de arsenal bélico potente que los países hegemonistas posean, como es el caso de Estados Unidos. La competencia entre los diseñadores e ingenieros, por ejemplo, es fabricar vehículos militares más resistentes, veloces y letales, sin importar el costo.
Recordemos al ex presidente estadunidense George Bush, cuando planteó la política de seguridad nacional que protegería a su país y al mundo, habló de las intenciones de salvar y liberar a las naciones. Esta declaración del ex mandatario tenía que ver, como en la actualidad, con la necesidad de mantener la hegemonía política, militar y económica ante el mundo.
Es un tipo de hegemonía que deja muchas dudas. Asimismo, son incongruentes los objetivos pacificadores que dieron origen a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Ésta es una de las organizaciones más cuestionadas por la opinión internacional.
La alegata constante de los gobiernos estadunidenses es que su política de seguridad pretende defender la democracia en el mundo libre. Aunque para ello tenga que invadir, violar el derecho internacional y ejercer la fuerza con su impresionante arsenal militar.
En su momento, la reacción por parte de lo que fuera la Unión Soviética, junto con otros países de la comunidad socialista, fue la creación, en 1955, de la organización del “Pacto de Varsovia”, alianza militar para organizar la defensa en contra de las amenazas de los países de la OTAN.
La incongruencia es que para defender la libertad, la paz y la seguridad mundial, las organizaciones políticas y militares existentes podrían desatar una guerra que nadie desea. Guerra fría, guerra de baja intensidad o guerra suave no nos convencen. A nadie ha convencido que, para mantener la paz, se gaste una exagerada e indecente cantidad de dinero que podría servir perfectamente para saldar algunas cuentas pendientes con la población pobre de muchos países.
No obstante, continúa la carrera armamentista. Prospera el desarrollo tecnológico de defensa. Son extraordinarios los avances y los equipos militares son impresionantes. Es una industria bélica sin fin y para mantenerla tienen que generar guerras donde no las hay, tienen que mantener invasiones, bases militares, amenazas y otras acciones que justifiquen los despliegues militares.
Hoy el armamento más caro tanto de China como de Rusia, sin embargo, no se compara con la cantidad exorbitante que invierte la industria bélica de Estados Unidos. El artefacto más caro ruso, el Tupolev Tu-160, tiene un costo de 200 millones de dólares y la inversión en la fabricación de tres de los más costosos vehículos militares chinos fue de 226 millones de dólares. Por supuesto que estas cifras son cálculos aproximados, pues no todas las cantidades son publicadas.
La sociedad mundial no apuesta por una paz militarizada. Son otras decisiones y metas a favor del ambiente y del bienestar social las que deberán surgir y prevalecer en la voluntad política de todos los países. Es ahí donde se reflejará la civilidad y razonamiento de la humanidad.