“No hay barrera del lenguaje cuando se trata del lenguaje cinematográfico”, dijo Apichatpong Weerasethakul cuando se refiere a la experiencia de haber filmado por primera vez fuera de Tailandia. Eso se liga de inmediato con sus obsesiones, pues al encontrar un lenguaje en común con su primer elenco y equipo de producción multinacional, el director ganador de la Palma de Oro en 2010 pudo aludir sin dificultad a la carga histórica de dicho idioma.
Según lingüistas como Noam Chomsky o José Antonio Marina, las palabras abarcan un conocimiento tácito e intrínsecamente ligado al conglomerado de información que representan. Bajo esta lógica, si las palabras son un cúmulo de información que significa un saber plegado dentro de ellas, cualquier lenguaje es la memoria colectiva del tiempo o espacio que han transcurrido.
No sorprende entonces que Apichatpong Weerasethakul se refiera al cine como el lenguaje en común para entenderse con sus colaboradores y colaboradoras. La memoria y los fantasmas del pasado, esos que habitan intangibles en el presente, han plagado las inquietudes que explora en la pantalla por años. Su más reciente trabajo, acreedor ayer del premio del jurado en el Festival de Cine de Cannes, protagonizado por Tilda Swinton y coproducido por Piano del mexicano Julio Chavezmontes no es la excepción.
Filmada principalmente en Bogotá durante el verano de 2019, Memoria no ha resultado un reto únicamente en términos de lenguaje y geografía para su director. Con un pandemia de por medio, la película más reciente del tailandés permaneció en el limbo entre su primer intento de lanzamiento en 2020 –interrumpido tras la cancelación del festival francés de hace un año– y su triunfal presentación de este año.
La charla que a continuación leerán se realizó aquel verano en la capital colombiana, en medio de la secrecía y del rodaje del que poco se sabía en ese momento, pero que permitió explorar las obsesiones de uno de los directores contemporáneos más interesantes y desafiantes.
–Mucho se ha hablado de que esta es tu primera película fuera de Tailandia y con un elenco de actores y actrices no profesionales. ¿Cómo fue la experiencia, siendo que generalmente colaboras con gente sin los vicios que muchas veces cargan los profesionales?
–Parte importante de trabajar en esta película y de hacerla fuera de Tailandia responde a que yo ya quería hacer cosas nuevas y explorar otras memorias que no fueran forzosamente las mías. Además trabajar con Tilda y el resto del elenco fue una experiencia invaluable. Lo hablé muchas veces con ella, porque ya éramos amigos antes de filmar, así que más que tratarse de la película en sí, tenía que tratarse de la experiencia de hacerla. Quería hacer de esto un proceso colaborativo. Hicimos mucho trabajo previo de ensayos para encontrar entre todos el tono adecuado. Eso yo lo disfruté mucho.”
—¿Por qué fueron Latinoamérica, y Colombia en particular, el lugar elegido para explorar nuevas fronteras en tu proceso artístico?
—Inicialmente fue la selva lo que me llamó. Siempre me ha atraído hablar de estos espacios olvidados que están ligados directamente con nuestros orígenes y de dónde venimos. Esas memorias profundas que, en cierta medida, representan nuestros mayores momentos de libertad.
La amazonia es un lugar del cual leí innumerables veces en novelas viviendo en Tailandia. Todas las novelas de romance y aventura, así como los animales salvajes eran cosas que me atrajeron siempre desde que era muy joven. Eso y la ciencia ficción. Por eso en películas como Tropical Maladie o El Tío Boonme hago mucha referencia a la selva. Me recuerda esas novelas, que bebían mucho de la amazonia. Por eso decidí viajar a la fuente y conocerla de primera mano, aunque irónicamente no la he conocido. He viajado más por ciudades como Medellín, Cali o Colombia principalmente. Eso me llevó a conocer mucha gente, sin embargo eran personas muy diferentes a las que conozco en Tailandia, con las que tengo memorias y que genuinamente quiero.
Hace tiempo que trabajar en mi país es mucho más difícil para mí. Hablar de temas políticos se ha vuelto muy peligroso, porque el ambiente es violento y sin ley. Me preocupa porque pueden hacerme daño a mí o a mi familia. Lo de allá es una dictadura que ha estado presente por años. Todo eso y la necesidad de darme un respiro de lo cotidiano me convencieron de viajar a Colombia. Allá ya estoy muy familiarizado con todo, así que como el único reto era hablar de temas políticos y eso representa un riesgo, fue el momento preciso para alejarme de casa.”
–Cuando hablas del régimen dictatorial de Tailandia, resuena mucho tomando en cuenta que saliste de allá para venir a Latinoamérica, en donde muchos países sufren o han sufrido de circunstancias similares. ¿Te interesaba explorar esas coincidencias?
–En Tailandia soy muy consciente de los problemas que empeoraron a raíz de la dictadura. Aquí no estoy tan familiarizado, sin embargo quería hablar de otros paralelismos, como la construcción de un túnel que busca atravesar la montaña y que lleva años en construcción, así como las vidas que ha cobrado. Porque se trata de una relación directa entre el progreso, sus intereses económicos y el choque con los recursos naturales. No son temas muy alejados. Al final se trata de imposiciones sin el consentimiento de una de las partes.
Hablar de cualquier otro tema no me resultaba cómodo, porque mi cine siempre ha tenido mis memorias y las de mi gente cercana como principal fuente de inspiración. “
–¿Y por qué no salir de esos temas, qué te lleva una y otra vez ahí?
–“Porque para mí esa es la esencia del cine. Se trata de capturar o recrear sueños y memorias. Quizá hoy en día se ha perdido un poco esa intención, pero para mí se trata de eso y valoro mucho el proceso de hacerlo. ¿Por qué querría recrear lo que ya conocemos cuando puedo mostrar nuevas estructuras temporales y planos más allá de lo terrenal o lo tangible? El proceso de hacer cine y de recordar son muy similares. No los evito porque son inevitables. “
–Hablando de otros planos, no sé cómo sea en Tailandia, pero en México tenemos esta peculiar relación con la muerte y lo que ocurre después de la misma…
—No es lo mismo, pero quizá podría relacionarse con el budismo y el animismo. La idea de un alma que trasciende lo terrenal. Se trata de aquello que afecta la vida que vemos, aunque sea desde planos alternos. Quizá responde a nuestra insatisfacción y falta de libertad en el mundo que llamamos real. Nos reconforta pensar que quizá la existencia es mejor fuera del cuerpo”.