Durante más de 60 años la República de Cuba ha sido un ejemplo libertario y de dignidad para todos los países del mundo, por su lucha contra el imperio que de mil maneras ha tratado de dominarla, sin lograrlo. Hoy nuevamente, el gobierno de Washington, caracterizado desde siempre por su alevosía y violencia contra las pequeñas naciones de Centroamérica y el Caribe y el cobijo y sustento que ha dado a regímenes espurios dirigidos por dictadores asesinos y traidores, ha aprovechado la terrible pandemia de Covid-19 para intentar, una vez más, doblegar a Cuba, ahora mediante acciones que pueden ser calificadas como crímenes de lesa humanidad, ignorando además que los bloqueos no pueden incluir medicamentos ni alimentos, impidiendo que la isla caribeña reciba elementos básicos para la elaboración de vacunas, en lo que La Habana está empeñada con el fin único de proteger a su población ante esta terrible y mortal enfermedad.
Considerando, además, el papel internacional que ha tenido Cuba recientemente, apoyando a otros países incluyendo al nuestro, con el envío de brigadas médicas a donde fueran necesario para ayudar a combatir la pandemia, (cosa que por cierto, no ha hecho ninguna otra nación) un grupo de destacados científicos y líderes de opinión de todo el mundo propuso se le otorgara el premio Nobel de la Paz en 2020 al sistema sanitario cubano. Lamentablemente, el jurado del Nobel ignoró esta recomendación, seguramente presionado por el gobierno yanqui. Hace unos días la totalidad de las naciones, con las vergonzosas excepciones de Estados Unidos e Israel, votaron en una reunión de Naciones Unidas, en favor de que este organismo ordenara la suspensión del injustificable bloqueo que han venido realizando los gringos durante los pasados 60 años, para impedir que hoy, en medio de la crisis sanitaria mundial, este país pueda recibir los alimentos, los fármacos y los equipos necesarios para su subsistencia.
Desafortunadamente, el gobierno de Estados Unidos ha tenido y continúa teniendo la capacidad de vetar las decisiones de la Asamblea General de Naciones Unidas, por lo cual, aun con la totalidad de votos en contra, este imperio puede actuar de la manera que le plazca y a favor de sus intereses. A los yanquis les importa un bledo lo que opinen, pidan o exijan los demás países, de manera que el gobierno de nuestros vecinos se cree con el derecho de actuar como lo desee, aun contra las decisiones del planeta entero.
Las palabras del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador: “si quieren ayudar a Cuba, que cese el bloqueo” y su solidario ofrecimiento de víveres, medicamentos y vacunas anti-Covid “si el gobierno de Cuba, así lo solicita”, fueron clara muestra del panamericanismo que anima al régimen y al mismo tiempo un desafío al gobierno estadunidense. El ejemplo mexicano seguramente será seguido por otras naciones que ignoran el bloqueo a la isla, acción criminal propia de regímenes fascistas. Esto pudiera dar al traste con el hipócrita planteamiento del presidente Biden, que no ha hecho otra cosa que arriesgarse a jugar el papel de villano frente a la comunidad internacional.
Sería desde luego deseable, que aprovechando esta terrible pifia del gobierno estadunidense, los demás países buscaran quitarle el autootorgado “derecho al veto” en las asambleas de Naciones Unidas, “derecho” que sólo unas pocas llamadas “grandes potencias” tienen y que en el caso concreto de Washington, ha servido para darle una herramienta que ha sido utilizada siempre para dañar a otros países, ya que si analizamos la historia de este organismo, es posible percatarnos del poder que ha dado a los gringos para intervenir en otras naciones en favor con sus intereses, sin tomar en cuenta los daños que ocasionan.
Antes de que se creara la Organización de Naciones Unidas, existió una institución similar que con el nombre de Liga de las Naciones, que fue concebida y creada al término de la Primera Guerra Mundial, la cual dejó de funcionar cuando los nazis, comandados por su führer Adolfo Hitler, decidieron abandonarla. No sería difícil que algo así sucediera, en el caso de que en la Asamblea de Naciones Unidas, un grupo importante de sus miembros propusiese la eliminación de la cláusula que le da el derecho de veto a Estados Unidos, imponiendo su voluntad en el funcionamiento de la organización, lo cual ha generando un sin fin de problemas y conflictos internacionales, desde su creación, en 1947. La diferencia es que hoy, un mundo globalizado está en condiciones de crear un nuevo organismo, sin la presencia de este país, si su gobierno así lo decidiera.
Antes de dar fin a este artículo, quiero ofrecer una disculpa a los lectores de La Jornada, por la omisión en mi artículo anterior, sobre los juicios que se deben realizar a los los últimos cinco ex presidentes de la República, sobre Ernesto Zedillo por su responsabilidad directa en las masacres ocurridas en Acteal, Chiapas y en Aguas Blancas, Guerrero, en las que fueron asesinadas 45 y 27 personas, respectivamente, por grupos paramilitares asociados al PRI y al gobierno.
* Director general del Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa